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Pedro Troglio en San Lorenzo: “Ocho técnicos no quisieron agarrar. Y bueno, yo quise. Capaz que termino siendo el mejor”
Una extensa charla con el nuevo entrenador de un club agobiado por urgencias; tras la exitosa experiencia en la tranquilidad de Honduras, a los 56 años el DT procura un salto en su carrera
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Cinco valijas, cientos de recuerdos y un cariño que durará por siempre. Es lo que quedó, hasta el momento, en Honduras. Pedro Troglio es el director técnico que regresó de Centroamérica para conducir a San Lorenzo. Viajó a la Argentina para casarse y compartir con los suyos la Navidad, pero se encontró con una sorpresa que le llegó al corazón: el ofrecimiento para reencauzar el camino errante de uno de los grandes del país. “El 27 de diciembre me llamó Lammens. Yo no tengo representante, no es que llamé a alguien. Matías me preguntó si tenía ganas de agarrar. Así que al otro día se concretó todo”, relata el DT con una sonrisa, en plena pretemporada azulgrana. Ya habrá tiempo, entonces, para volver a Tegucigalpa, una suerte de segunda casa, en busca de las maletas.
A fines de 2021, el ex volante de la selección nacional viajó para casarse con Alejandra y visitar a su familia; especialmente a su madre, en la Navidad. Tras eso, el plan original era regresar a Honduras para retomar el mando de Olimpia, un club en el que es ídolo tras conquistar cuatro títulos. Allí tenía un contrato hasta mayo de este año e iba a renovar hasta el mismo mes de 2023. Pero pasaron cosas… “Llevo 16 años con mi esposa y tenemos dos hijos. Ella es un gran soporte. Me banca, se esfuerza, iba y venía a Honduras con los chicos. Y ahora, sinceramente, también había venido a pasar la Navidad con mi mamá. Mi viejo falleció en plena pandemia y quise acompañarla. Luego de la charla con San Lorenzo, el presidente de Olimpia entendió todo rápidamente. Es un fenómeno de persona”, explica Troglio. El ex entrenador de Independiente, Gimnasia y Esgrima La Plata y Godoy Cruz, entre otros, tiene una cualidad muy reconocible: mostrarse tal cual es. Y así se mostró en una entrevista para LA NACION.
–¿Cómo estás hoy en familia, con tus hijos?
–Hoy estamos bien, mejor. Me fui a Honduras hace tres años y antes de la pandemia tenía todo más controlado. Mi familia iba a verme, era diferente ese ida y vuelta. Pero el coronavirus me dejó aislado; fueron siete los meses sin verlos. Encima falleció mi padre en 2020 y no pude venir a despedirlo. Me quedé mal. Ellos me dedicaron una vida y en un momento así no pude estar para llevarlo a un hospital, ¿entendés? Lo acompañó mi hermano. Mi vieja también está grande y entonces empecé a replantearme ciertas cosas.
–¿De dónde nacen el optimismo, el buen humor, la alegría? El público, en general, tiene esa imagen de vos.
–Soy así, nunca me vendí de otra manera. El que me conoce, lo sabe. Hoy, cuando un técnico va a un club, ¿cuál es la imagen que sale publicada? Un DT con un mate y una computadora. Es así. Lo entiendo, la computadora es un arma de trabajo. Pero toda la vida el entrenador fue un tipo de buzo, un cronómetro, un silbato y una carpeta. Reconozco que me fui aggiornando, compré drones y GPS, aunque no le doy más vueltas. Me muestro tal cual soy, en el fútbol y en la vida. En este deporte hay mucha presión, pero yo trato de descomprimirlo desde mi lado. Todos trabajamos de lo mismo y todos tenemos necesidades distintas. Vos precisás que te dé una entrevista: yo tengo que respetarte y hacerlo. Es simple. El dirigente tiene otra responsabilidad, el árbitro otra. Vivimos de lo mismo. No me pongo ningún traje ni me hago el filósofo: sigo hablando como lo hice toda mi vida.
–¿Te sorprendió que te buscara San Lorenzo?
–Me fui de la Argentina porque no había muchas posibilidades, o había muchos técnicos y siempre terminaban en lo mismo. Cuando salió lo de Honduras sinceramente no sabía adónde iba. Y me apareció un club impresionante como Olimpia. A partir de ahí imaginé difícil regresar a mi país, porque pensaba que podía resultar complejo que me buscara una institución grande de acá si yo dirigía en Honduras. Pero el hecho de haber ganado títulos, de haber tenido la oportunidad de entrenar a esa selección y que acá no hayan aceptado Crespo, Heinze, Zubeldía y Medina, me abrió la puerta. Me llega en una edad espectacular y me causa placer. A veces dicen: ‘Che, pasaron ocho técnicos que no quisieron agarrar’. Y bueno, yo quise. Seré el noveno, no importa. Capaz que termino siendo el mejor, nunca se sabe. Nunca tuve miedo porque yo la pasé muy mal cuando era chico. Padecimos muchas necesidades. Este es un club de fútbol que está pasando un mal momento, pero hay cosas peores.
–¿De qué modo viviste esa infancia?
–Siempre digo que fui feliz dentro de la pobreza. Y eso es muy difícil de conseguir para un nene. Mi mamá, para que yo estudiara bien, se ofreció como voluntaria para trabajar limpiando en los colegios. Todo para que Pedro tuviera una beca en un colegio privado. En parte era complejo, porque mis compañeros salían y se iban a tomar algo al bar de enfrente. Y yo no podía tomar nada. No tenía plata. Esas vivencias son difíciles. Pero fui feliz. Eso lo rescato muchísimo de mis padres y trato de conversarlo e inculcárselo a mis hijos, que viven otra realidad. A los 17 debuté en primera, a los 18 o 19 empecé a ganar un dinero y comencé a ayudar a mis viejos.
–”Como DT nunca voy a lugares sencillos”, dijiste. ¿Cómo explicarías eso?
–Cuando algo anda bien nadie te llama. Siempre lo hacen cuando hay algún q..., en la vida y en el fútbol. Si a vos te va bien en un negocio y estás ganando una fortuna no me vas a llamar a mí para hacerme un favor. Ahora, si mañana te va mal y precisás encontrarle una vuelta, por ahí levantás el teléfono. En el fútbol es lo mismo. Siempre uno va a agarrar a un equipo que está en problemas. Esta propuesta me gustó. Se ve que el hecho de vivir una vida compleja desde un montón de situaciones me ha hecho así. Yo veía a mi papá irse a laburar a las 4.30 de la mañana y volver a las 9 de la noche. Y no alcanzaba, no podíamos comprarnos un auto. Nunca podíamos ir de vacaciones. Sólo recuerdo dos salidas: una vez a mi viejo le dieron una camioneta para ablandar en el trabajo y nos fuimos 3 días a Mar del Plata. Y en otra ocasión que un tío nos llevó a Bariloche. Todo pago. Yo tenía 7 años. Una vez que yo empecé a jugar, conseguimos vacacionar en familia. En la vida me acostumbré a pelearla. Llevo muchos años en este trabajo y la tengo bastante clara. Si me va bien habrá un reconocimiento importante y si me va mal será una suma más de los técnicos que echan y no funcionan.
–¿Cómo fue la experiencia en Honduras? ¿Qué cosas te marcaron?
–Encontré un club increíble. Me sedujo la posibilidad de dirigir a un grande de ese país y la chance de jugar la Concachampions. El predio de entrenamiento era bárbaro, el presidente nos respetaba y del 1 al 5 de cada mes cobrábamos con certeza. Inclusive en plena pandemia, eh. Algo increíble que en la Argentina no sucedía, porque la pandemia arruinó a los clubes. En 2020, a nivel internacional, dimos un golpe importante porque nos metimos entre los primeros cuatro a nivel Concacaf. Perdimos en la semifinal contra Tigres, de México, que terminó como el campeón. También le ganamos al América en el Azteca. En cuanto al certamen local es difícil, con mucho calor, humedad. Los jugadores son leales y el torneo está bien organizado. Hay cuatro clubes grandes y otros seis que la padecen un poco. Viví tres años muy lindos.
–Desde Edgardo Bauza, San Lorenzo tuvo nueve entrenadores fijos y otros interinos. ¿No te da miedo?
–Es que conozco bien esta historia. Antes de agarrar, yo sé que si gano me quedo y si no gano me echan. Me ha pasado que me despidieron de Gimnasia después de jugar una final de la Copa Argentina habiendo eliminado previamente a Boca y a River, en definitiva los finalistas de la Libertadores 2018. Tras eso, en el torneo, ganamos uno y perdimos uno y me echaron. Y se dio en mi club, donde soy querido. Así que imaginate. Tengo todo para ganar. Estoy convencido y soy positivo. Después, el destino dirá. Es plata o m..., como dicen a veces. Esta oportunidad me seduce y sé que puede hacer crecer mucho mi carrera. Tengo 56 años y todavía tengo margen.
–Vas a dirigir a un grande que viene con una tristeza contenida, con jugadores que llevan una mochila. Todo un desafío en la Argentina.
–San Lorenzo es muy grande. Te digo una cosa: creo que los futbolistas no podían brindarle un día lindo a su familia. Algo, aunque sea salir a comer, a pasear. ¿Qué significa esto? Que acá el partido continúa una vez que lo finaliza el árbitro. Vos ponés un canal de TV y aparecen Boca, River, Independiente, Racing, San Lorenzo. Y cada tanto una noticia de otro. La gente consume odio, bronca. Las redes sociales, que están peor que nunca. Te soy sincero: yo no salgo de mi casa cuando pierdo un partido. No me hago ver en toda la semana. Si mi familia va a un shopping, yo no voy. Si van a una cena, tampoco. Prefiero evitar que alguien me diga algo cuando estoy con mis chicos y pasar un mal momento. Tengo una esposa que me entiende, porque es difícil trasladarle esa locura a una familia.
–¿Qué darías por ser campeón en San Lorenzo?
–Mi sueño sería ése, claro. Obviamente, no pretendo que el club salga de la situación en la que está y que mañana se consagre campeón. Tenemos que ir progresando. En el torneo van a clasificarse los primeros cuatro sobre 14 que tiene cada grupo. No es fácil, pero hay una posibilidad de meterse. Y una vez que estás ahí ya son tres los partidos para ser campeón. Me gustaría armar un buen grupo, levantar el ánimo y dar un golpe. Todo puede ser. Sería hermoso salir campeón en mi país, porque nunca me pasó y daría un salto importante. Fui campeón en Cerro Porteño, de Paraguay; también en Honduras; ascendí en Gimnasia y salí subcampeón en el Lobo tres veces. Pero lo que importa es si sos campeón, a nadie interesa si saliste segundo.
–¿Cuánto cambiaste como director técnico en estos años?
–Cambié totalmente. Empecé siendo tacticista. Pero el tiempo me hizo trabajar más los conceptos. Por ejemplo, si vos abandonás la marca, con cualquier línea defensiva que hayas armado en la jugada siguiente se va a provocar un dos contra uno. Y después también me fui aggiornando. Cuando arranqué casi que no existían los videos. Hoy tenés la suerte de verlo, editarlo, compaginarlo. Es fantástico. ¿El dron? Lo compré, pero prefiero un fútbol más normal, el de la televisión. No le encuentro un gran fundamento. Sí al GPS, que te aporta datos. Igualmente, con recaudos. Y te pongo un ejemplo: en Gimnasia el GPS me marcaba que Nacho Fernández, a los 20 o 25 minutos del segundo tiempo, se empezaba a caer. Si yo le hubiera hecho caso al aparato, lo habría cambiado. Pero Nacho terminó haciendo 6 goles entre los 40 y 45 minutos. Entonces, lo importante es lo que marca el futbolista adentro del terreno de juego. Con lo cual fui cambiando modelos de entrenamiento. Tampoco quise quedarme en el camino y que me digan antiguo. Porque el que tiene 20 computadoras es un fenómeno y el que tiene una es un mediocre. Por otro lado, acá en nuestro país volvieron a aparecer los Russo, Gorosito o Falcioni. Y eso está muy bueno.
–¿Cómo ves hoy al fútbol argentino?
–Tuve la suerte de viajar y mirar fútbol en todas partes. Me gusta la Premier League que tiene cuatro o cinco equipos fuertes. Pero vas a España y dejás de lado a Real Madrid y no ves un juego espectacular, eh. Acá, en cambio, hay una paridad grande. Es un fútbol cautivante y difícil. River salió campeón del torneo local, pero llevaba muchos años sin hacerlo. Salieron campeones Colón, Banfield. Creo que no le damos valor porque nos quedamos mirando al Madrid, Manchester City, Milan, Inter, Bayern. Aunque detrás de esos hay equipos que no superan la expectativa del fútbol argentino. Soy un gran defensor de este deporte en nuestro país porque es el más completo de todos.
Messi, el Mundial de Qatar, Maradona
La selección argentina siempre conmueve a Troglio. Se apasiona al hablar, la distingue como la etapa deportiva más trascendente de su vida. El gol que lleva en su corazón, inolvidable, es el que le marcó a la URSS, de cabeza, en Italia 1990. Y en la charla para LA NACION surgen los nombres: Messi, Scaloni, el Mundial de Qatar, Maradona…
–¿Cómo viviste el éxito de la selección en la Copa América?
–Scaloni tuvo de movida una discusión inicial: el modo en el que entró al equipo. Eso, lógicamente, no resultó normal. El método fue criticado y no estuvo mal que se haga, porque no era usual. A partir de ahí el técnico se la bancó. Hizo 3 años de posgrado y experiencia en la selección nacional. Eso supera 10 o 15 años en cualquier otro lugar. Armó un equipo, le buscó la vuelta, unió al grupo y lo sacó campeón. Le salió bien. Entonces, me quedo con eso. Te demuestra que no hay que tener en cuenta cuando un entrenador empieza de cero en un club y no ha sumado experiencia. Nadie la tuvo, ni Bianchi ni yo. Lo de Scaloni es bueno y la gente se subió a algo espectacular. Pero lamentablemente vivimos en un país en el que si no sale campeón del mundo otra vez lo van a matar. Espero que la gente entienda que conseguir eso es muy pero muy difícil.
Aquel gol de Troglio en Italia ’90
–Messi llega entonado tras la Copa en Brasil. ¿Cómo lo ves?
–Es un hombre multimillonario que juega al fútbol sin esforzarse. Todo lo que hace le sale natural. Cuando lo vi llorar por el título en el Maracaná me conmovió. Te marca que tiene esa sangre argentina… ¡Antes le decían que no cantaba el himno! Honestamente, la conquista me puso más feliz por él que por la Argentina. Que un tipo así demuestre la desesperación que tenía por ganar algo con su seleccionado lo pinta de cuerpo entero. Lo hace más mortal.
–Argentina muestra hoy una versión sólida, amalgamada. ¿Es un riesgo que eso suceda tanto tiempo antes del Mundial?
–Creo que no hay nada mejor que llegar bien a Qatar. Con grandes jugadores y muy firmes de la cabeza. Por supuesto, después te podés quedar afuera en la primera rueda. En esto no hay un dictamen. Pero siempre es importante hacerlo con armonía, en sintonía con el público. Somos un país que no acepta un segundo lugar. Si no se sale campeón del mundo se criticará a Scaloni por un tiempo hasta que nos demos cuenta de que el tipo es bueno. Esto le ha pasado a Bilardo, a Menotti, a Sabella, a Martino. A todos.
–¿Creés que no haber jugado contra los europeos puede generar una especie de “falso bienestar”?
–Ojo, porque todo lo que provoca un partido internacional amistoso no se parece ni por asomo a lo que es un campeonato. Es muy importante pelear por los puntos, clasificar, meterte en una copa. Estos chicos están muy acostumbrados al roce internacional. Se dice: “Uh, no jugamos contra Alemania, es un problema”. No, no es un problema, ellos saben lo que es jugar frente a los alemanes.
–Con todo esto, ¿lo ves al equipo como uno de los candidatos para el Mundial?
–Sí, es uno de los más grandes candidatos. La Copa es una especie de embudo. Y cuando te empezás a encontrar con los mejores la vara es muy fina entre ganar o perder. Pasó en el 2014: Argentina erró dos o tres goles, apareció Götze y chau, perdiste la final. Creo que está todo dado para que la selección llegue al menos a la semifinal. Y a partir de ahí puede pasar cualquier cosa.
–A la distancia, ¿qué te dejó la muerte de Maradona?
–El momento resultó muy triste. Hace poco falleció Hugo, su hermano, que también era un amigo muy grande para mí y con quien compartí momentos en Japón cuando éramos jugadores. Y habíamos hablado un par de días antes. ¡Tenía apenas 52 años! Creo que lo del “Gordo” fue que lo venció la tristeza. Extrañaba el hecho de no haber estado cerca de Diego en su último tiempo. Había quedado muy mal por lo de su hermano, realmente. En cuanto a Diego yo tuve la suerte de que el entorno me pasaba con él cada vez que quería conversar. Hay algunos compañeros que no tuvieron esa fortuna. Hablábamos con audios, pero el contacto estaba. Inclusive cuando él asumió en Gimnasia. Sin embargo, a lo último empecé a sentirlo mal, no le entendía bien en los audios. Más acá en el tiempo, después del fallecimiento, me enojé con su entorno cuando aparecieron los audios en relación a cómo trataban a Maradona. Darle cerveza a un tipo que está mal, ponerle cosas para dormir. No, no. Y me dolió mucho porque era joven. Todos crecimos viéndolo y amándolo tanto. Con él pasé por todas las etapas. Tuve la fortuna de tenerlo como ídolo, porque apareció cuando yo tenía 10 años. Después fui compañero y luego su amigo. Cuando te ponés grande se te empiezan a ir tus maestros, tus amigos, y afloran los sentimientos. En definitiva, fue el propio Diego quien fue buscando esa vida: resultó su manera de vivir. Pero me quedo con los hermosos recuerdos que viví con los dos, que resultaron magníficos.
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