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Paulo Silas, del infierno contra Maradona en Italia '90 al cielo con el Bambino Veira en San Lorenzo
Acaso resultó un acto de lealtad con su capitán en el Napoli y ni siquiera intentó derribarlo. Tal vez, simplemente, no pudo encontrar la pelota entre esos botines de terciopelo. Quizás compró completo el amago a escapar hacia la izquierda para enganchar y escabullirse por el centro. Lo cierto es que Alemao fue una de las primeras piezas que Diego Armando Maradona puso en fila para voltear a media selección de Brasil como fichas de dominó antes de darle la pelota a Claudio Caniggia y liberar el delirio de los goles más gritados en la historia del fútbol argentino. Cuatro minutos después de la apilada y el desparramo, Sebastiao Lazaroni, técnico del Scratch, sacó al mediocampista central y mandó a la cancha a Paulo Silas.
Con la simbólica camiseta amarilla número 10 entró en un partido imposible que se extinguía y ya tenía el destino sellado. Pisó la cancha apurando una corrida hasta la entrada de su propia área para ser el sexto hombre de la barrera que no logró bloquear el tiro libre de Maradona que Taffarel envió de un manotazo al córner. "En esos últimos minutos nosotros estábamos desesperados y Argentina se defendía con todo lo que podía. Podía pasar cualquier cosa, pero el gol había sido determinante", recuerda en una conversación telefónica desde San Pablo con LA NACION.
"Cuando nos enteramos que Argentina iba a ser nuestro rival en los octavos de final sabíamos lo que significaba ese encuentro. Hay mucho respeto entre los jugadores de Brasil y Argentina por lo que cada selección implica para la otra. Era un partido que representaba mucho, un clásico sudamericano y mundial, en una Copa del Mundo y en un partido en el que uno iba a quedar eliminado".
Antes del encuentro en Turín del 24 de junio de 1990, la selección dirigida por Carlos Salvador Bilardo había penado en el Grupo B con Camerún, Unión Soviética y Rumania, mientras que en el C, Brasil había derrotado a Suecia, Costa Rica y Escocia. "Es cierto que Argentina no llegaba bien, pero nosotros tampoco estábamos fuertes pese a haber ganado los tres primeros partidos", repasa quien disputaba su segunda Copa del Mundo, después de participar en México cuatro años antes.
"Brasil había dominado claramente el primer tiempo, siempre en el campo de Argentina. Pero lo que pasó después no fue una sorpresa, porque Diego era capaz de hacer cualquier cosa con la pelota. Sabíamos que de un momento a otro podía pasar algo así. Y Caniggia era un crack, peligrosísimo. El segundo tiempo ya se había hecho más parejo y, en esos partidos, la que tenés la tenés que meter. Ellos lo hicieron, mientras que nosotros nos perdimos varios goles. Argentina ganó, seguramente desde ese partido creyó que podía llegar hasta la final, como sucedió. Nos quedamos muy mal, sentimos mucho esa derrota y nos volvimos".
Maradona y Silas volvieron a encontrarse en 1993. En el marco de la Copa Centenario por los 100 años de la AFA, Diego regresaba a la selección después de la suspensión por consumo de drogas en Italia y el oriundo de Campinas, en el norte del Estado de San Pablo, era parte del plantel brasileño. Esa noche en el Monumental, entre Fernando Miele y el representante del jugador se dio el primer contacto para su arribo a San Lorenzo. El pase se concretó al año siguiente, luego de la partida de Néstor Gorosito a Chile para jugar en Universidad Católica. "En San Pablo me tienen mucho cariño, pero no creo que ninguna hincha me quiera tanto como la de San Lorenzo. Cuando apareció la posibilidad de ir a jugar a Argentina no lo dudé, porque era un desafío que un brasileño fuese a un equipo grande". La presentación no pudo ser mejor: en el Nuevo Gasómetro marcó un golazo para un triunfo ante Boca. Desde el debut, el pueblo azulgrana lo adoptó entre sus preferidos para siempre.
El título en el Clausura 1995, con el que el Ciclón cortó una sequía de más de dos décadas sin títulos en primera división, instaló a Silas para siempre en la historia del club. A 25 años de años de esa consagración en el Gigante de Arroyito, recuerda que "con el triunfo ante Boca (2-0 en la 16° fecha) el equipo se terminó de convencer de que iba a ser campeón". "El único momento de duda fue cuando perdimos con Vélez, al fin de semana siguiente, porque Gimnasia ganó y quedamos segundos. En ese partido, Javier Castrilli me anuló mal un gol. Alguna vez leí que contó que era hincha de San Lorenzo, pero se equivocó mucho en ese torneo cada vez que nos dirigió y ese error casi nos hace perder el torneo".
En el repaso de las virtudes para la consagración, pone al tope de la lista el mediocampo del que formaba: "Lo mejor que tenía ese San Lorenzo era la mitad de la cancha. Era un equipo fuerte en todas las líneas, pero el mediocampo que formábamos con Monserrat, Galetto y Netto era el mejor de la Argentina". Con la pelota en los pies y la cabeza como un radar, Silas marcaba el ritmo de ataque y podía reversionar el talento en esfuerzo para salvar un gol sobre la línea, como ante Mandiyú.
Lo mejor de Silas en el Ciclón
"Veira era un gran entrenador, que sabía tratar muy bien a los jugadores, sobre todo a los extranjeros. Como Gimnasia había ganado varios partidos sobre el final, cuando en la última fecha fuimos a jugar con Rosario Central nos alertó que Gimnasia esta vez no tendría fortuna. Viajamos confiados, éramos muchos jugadores de experiencia, Oscar (Ruggeri) había salido campeón del mundo y jugado tres Mundiales; yo, dos; (Oscar) Passet era el capitán del equipo y tenía muchos años en primera al igual que varios otros jugadores. Sabíamos convivir con esa obligación por ganar".
Comentarista de la cadena ESPN, la última experiencia de Paulo Silas como entrenador estuvo en Sao Bento, un conjunto del torneo estadual paulista. En su mirada retrospectiva, Argentina aparece con una presencia central: "La eliminación en el Mundial de Italia fue un golpe duro para Brasil, que llevaba 20 años sin ser campeón del mundo. A los que estuvimos nos dolió mucho ese partido. Pero después tuve la oportunidad de ir a jugar allá y lo que viví en San Lorenzo ocupa un lugar importantísimo en mi carrera, uno de los más importantes. Aquella fue una linda campaña, difícil, que le permitió al club volver a ser campeón después de muchos años. Para mí, como brasileño, haber sido campeón en Argentina resultó un logro personal muy grande", concluye el hombre que se metió para siempre en el corazón de San Lorenzo.
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