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Paulo Coelho, los hippies y la Copa Libertadores
A veces sólo se trata de insistir e insistir con la misma pregunta hasta confirmar la desesperación del interlocutor por no contestar. Fue evidente en los últimos días con temas de nula conexión entre sí: el escritor brasileño Paulo Coelho, los devaneos del laborismo británico con el Brexit y la sorprendente Copa Libertadores.
Virginia Drake, periodista de XL Semanal, la revista más leída de España, visitó a Coelho en su casa en Suiza a propósito de su nuevo libro, autobiográfico y titulado "Hippie", y convirtió la entrevista en una pesadilla a partir de una pregunta sencillísima: "¿Se puede ser hippie viviendo en Ginebra, en una casa extraordinaria con vistas al Montblanc, rodeado de obras de arte y con mayordomo?". El brasileño inició entonces un derrumbe sin fin. Se obcecó primero en definirse como un hippie, pasó luego a admitir que no lo es y volvió a insistir en que sí. Abandonó la entrevista, regresó, pidió que se borrase todo lo hablado y cerró el diálogo con una broma resignada.
Igual de impactante fue lo del líder laborista inglés, Jeremy Corbin. Ciaran Jenkins, un periodista del Channel 4 británico, aprovechó a las mil maravillas la única pregunta que le concedió el político: "¿Cree usted honestamente que Gran Bretaña estará mejor fuera de la Unión Europea?". Por seis veces consecutivas, Corbin, que pretende ser primer ministro, respondió con evasivas y frases hechas. Su imagen quedó por los suelos.
No le vendría mal a Alejandro Domínguez Wilson Smith, presidente de la Conmebol, someterse a entrevistadores tan incisivos como la española y el inglés. Ambos podrían apuntar especialmente a una de las afirmaciones más polémicas en los dos años y medio que el paraguayo lleva en el cargo, aquella que le hizo a LA NACION acerca de que la final de la Libertadores puede ser, globalmente, un mejor espectáculo que la de la Champions.El presidente de la UEFA, Aleksander Ceferin, reaccionó con fuerza:"Me parece bastante atrevido decir que va a crear una competencia mejor. A ver... Lo estoy esperando".
Puede hacerlo sentado, porque en la misma semana en que Domínguez lograba uno de sus grandes objetivos, la final a partido único en la Libertadores y la Sudamericana, tal como lo hacen la Champions y la Europa League, un golpe tremendo lo devolvió a la realidad: la joya del fútbol sudamericano es una broma de mal gusto. Cualquier club que necesite saber si alguno de sus futbolistas está habilitado deberá hacer sus propias averiguaciones, porque la Conmebol informa sin garantías. Ella misma admite que lo que dice no tiene validez.
Es, claramente, el peor momento de un Domínguez que hizo entrar luz a los oscuros salones de tono caoba en la sede de Asunción. En parte por convicción, pero sobre todo porque, desde el estallido del FIFAgate, es el Departamento de Justicia de los Estados Unidos el que marca el ritmo de depuración de las altamente corruptas organizaciones del fútbol. Y con esos muchachos no se juega.
Salvando océanicas distancias, acierta Olé cuando titula "Los cuadernos Gloria de la Conmebol". El encadenamiento de errores que afectaron a Deportes Temuco, Santos y River es una oportunidad para hacer una Libertadores mejor. "Sabemos que aún hay mucho por mejorar para estar a la altura del talento y la pasión que caracterizan al fútbol sudamericano", dijo a LA NACION José Astigarraga, secretario general de la Conmebol.
Qué duda cabe. La otra opción sería resignarse a que la Champions es la Champions y la Libertadores, desorganizada e imprevisible, algo tan poco creíble como esos hippies en los que se reconoce Coelho
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