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Papu Gómez: “Messi es un capitán con todas las letras: cuando se tiene que enojar y te tiene que decir algo, lo hace entre cuatro paredes”
El volante confiesa la razón por la que se tuvo que ir de Atalanta; analiza el título en la Copa América de Brasil, y cuenta detalles desconocidos del crack rosarino
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El empresario Gómez es casi un influencer con sus contenidos en redes. También es la cabeza de la firma Shirtum, una puerta al futuro que ya llegó: activos digitales futbolísticos para que los fans coleccionen, vendan e intercambien artículos de sus ídolos. Es el dueño de Boedo, una parrilla argentina en el corazón de Bérgamo. Es el propietario de Perform, un centro médico deportivo y un gym en la ciudad de la Lombardía. Y es el socio en Linda Raff collection, una línea de trajes de baño de su señora.
El empresario Gómez también es ‘Papu’, el campeón de América. El que en medio de la última Navidad dejó Atalanta, el que presumía que sería para siempre su lugar en el mundo, para abrir una aventura andaluza. Está encantado con Sevilla, si ahora hasta le gusta ese número 24 que al principio le pareció horrible. Están contentos él y Linda, y Bautista (8 años), Constantina (6) y Milo, que va para tres. La casa de Bérgamo está cerrada. En el museo duermen tantas camisetas y los brazaletes temáticos, de Halloween y Frozen al papa Francisco, que fueron furor. Un lindo recuerdo, pero son el pasado. Los Gómez viven en el municipio de Bormujos, a 15 minutos del centro de Sevilla. Salvo por los llamados de la selección, la que no aparece en la geografía familiar es la Argentina.
“Volver a jugar en la Argentina no es una opción –advierte–. Y a vivir, tampoco. No me atrae. No me llama la atención… no me gusta el entorno, me genera estrés. No tengo ganas de volver. En los mercados me ha llamado gente de los clubes grandes para saber si quiero volver, y la respuesta es siempre la misma: te agradezco muchísimo el interés, pero no. La verdad es que hace mucho me fui y te acostumbrás a la vida acá, en Europa. Sabemos que la Argentina está complicada y pretendo seguir viviendo en paz. Por mi familia, por mis hijos. No digo nunca, nunca, porque no sabés, quizás mañana quiero empezar a dirigir y me llaman de Argentina y me voy a laburar a Argentina. Pero la verdad, después de tantos años, estoy acostumbrado a este ritmo de vida.
-¿Dijiste dirigir…?
-Es un tema que no lo tengo muy claro, todavía. Por un lado me encanta la parte técnica, el análisis del juego…, pero la única parte que no me encanta es que tenés que seguir la misma vida de tus días como jugador. O peor. Y esa parte no me gusta. Hay algo que me atrae, que es la parte futbolística, pero todavía no lo tengo bien claro, creo que hoy por hoy pienso todo el tiempo como jugador. Tal vez cuando me retire me den ganas de dirigir, o tal vez no. Hoy no sé qué voy a hacer después de jugar.
-¿Maradona está presente en Sevilla?
-El recuerdo de Diego está muy latente en el club. Nuestro team manager, quien se encarga de los viajes, de la logística y de todas esas cosas, es Juan Martagón, que jugó acá con Diego. Él siempre nos cuenta historias, anécdotas…, aquí nos quieren mucho a los argentinos, hemos pasado muchos, muchos por la institución. Nos respetan, nos valoran. Y el recuerdo de Diego está por todos lados; en el store del club todavía siguen vendiendo la réplica de la camiseta que él uso en la temporada 1992/93. Hay fotos de él en el club, dos por tres hacen algún que otro homenaje y a mí me encanta llevar la camiseta que Diego usó. Me llena de orgullo.
-Jugaste 10 años en Italia, con el intervalo en Ucrania. ¿Qué te propone España?
-En España se juega un fútbol mucho más rápido, tenés menos tiempo para pensar. Los campos están siempre muy mojados y la pelota corre muy veloz. En Italia, como los rivales te esperan o se cierren más atrás, eso te da márgenes para administrar con más comodidad la pelota. Es España el juego es más vertical y en Italia la propuesta es más táctica y posicional.
-Messi ya no juega en España. ¿Eso potencia la ilusión de los demás equipos?
-Y…, que Leo ya no esté nos da un poquito de aire a los demás, ¿no? Leo, en Barcelona, por lo menos hacía 15/20 puntos él solo. Con Leo sabés que tenés, siempre, la carta ganadora. Entonces, si los demás compañeros no están bien, él en cualquier momento puede encenderse y hacer un desastre. Barcelona seguirá siendo un top, y también están el Real Madrid y el Atlético de Madrid, pero si no está el número 1, los demás pasamos a tener un poquito más de opción. Sí.
-¿Te sorprendió su pase a PSG?
-Sí, claro, me sorprendió como a todos. Fue una revolución para el fútbol, fue algo histórico que va a quedar para siempre. Todos nos vamos a acordar del día en el que Leo se fue a jugar al Paris. Nadie se lo esperaba, supuestamente estaba todo arreglado para seguir en el Barca y de un día para el otro se tuvo que ir a Paris.
-Va a una liga muy física. ¿Sufrirá el cambio?
-Se va a adaptar bien. Primero, porque está en el Paris, que ya tenía un equipazo antes de su arribo. Segundo, porque Leo juega bien y lo hará muy bien en cualquier Liga, no creo que le cueste el cambio. Sí, estamos hablando de otro fútbol, de una liga bastante física, pero no va a ser un problema porque el Paris domina la Liga hace muchísimo tiempo, se le escapa una de vez en cuando, pero generalmente la gana. El desafío será trasladar esa supremacía a la Champions League y, entre tantas estrellas y tan buenos nombres, hacer un equipo que rinda en la Champions.
-¿Y ese será un desafío únicamente para Pochettino?
-Por un lado debe estar buenísimo ser el técnico de ese equipo, y por otro lado tenés el doble de presión. A la primera que no ganen los van a salir a matar, entonces va a ser difícil manejar todo eso. Y manejar a tantas estrellas. Será fundamental la gestión de grupo, y si ahí Pochettino es vivo, creo que le va a ir muy bien. Después tendrá que estar atento con el equilibrio, porque a todos nos gusta jugar con cinco delanteros y hacer 70 goles, pero si te dedicás solo a atacar y en la parte defensiva te entran por todos lados, la vas a pasar mal. Ahí interviene el técnico para encontrar el equilibrio, imprescindible para armar un buen equipo.
-Hace algunos años, cuando todavía no te habían citado a la selección, en una entrevista con LA NACION, dijiste: “No me siento inferior a ninguno de los que están. Ya es hora de que me den una oportunidad…. siempre terminaron jugando los mismos”. Al tiempo, te convocaron. ¿Tuviste que aclarar algo con alguien?
-No, no, para nada. Jamás tuve un problema con nadie. Yo soy muy espontáneo, muy frontal. Lo que entonces expresaba es que cada técnico se siente cómodo con los jugadores que conoce. Te doy un ejemplo: Sabella conocía a José Sosa, que jugaba conmigo en el Metalist, y era llamado a la selección. ¿Por qué? Porque tenía confianza en él, lo conocía como persona y como jugador. Y yo no tenía esa suerte, a mi Sabella no me conocía. Entonces, llego un técnico como Scaloni, que fue compañero mío durante un año en Atalanta, junto con Sampaoli, y le empezó a hablar de mí a Jorge. Y cuando tomó las riendas Scaloni, me empezó a llamar porque sabe quién soy y lo que le puedo aportar. Tal vez en los años anteriores, Bauza, Maradona, Martino y Sabella preferían convocar a los jugadores que sí conocían. Y no lo veo mal.
-¿Que técnico es Scaloni?
-Es muy pragmático. Está haciendo sus primeras armas y lo está haciendo muy bien. Se deja ayudar, y eso es importante. Tiene a su lado a personas que se tienen confianza entre ellos, como Samuel, Ayala y Aimar. Es un tipo que sabe mucho de fútbol y agarró la selección con una idea muy clara: no hay tiempo para inventar nada, no te podés poner a hacer cosas raras. Entonces se trata de ser lo más simple posible para rodear al mejor del mundo con jugadores que le puedan aportar diferentes cosas.
-Cuando jugaba, ¿ya asomaba el técnico o era un bromista todo el día?
-Se veía que iba a ser técnico, él ya estaba haciendo el curso. Lo tenía muy asumido, hablaba muchísimo de fútbol y después, sí, también, es una persona muy jodona, está muy arriba todo el tiempo. Él es muy bueno para los grupos y a mí me ayudó mucho. Yo apenas llegué a Bérgamo, Scaloni me abrió las puertas de su casa, de su familia. Vivíamos muy cerquita e íbamos casi todos los días a entrenar juntos. Yo trataba de escucharlo porque, si bien yo ya tenía mis años, él era una persona con experiencia. Me llevaba muy bien con él.
-¿Y hoy cómo se manejan con los límites?
-Con una mirada alcanza y sabemos lo que piensa uno del otro. Los límites son normales, uno es jugador y el otro es entrenador, y por más que yo lo conozca, o haya tenido un poco más de relación que los demás, eso no quiere decir que pase por al lado y le haga una joda. No, los límites se establecen con naturalidad. Cuando agarró la selección me puse muy contento porque sé la clase de persona que es. Que hayamos ganado la Copa América juntos fue increíble. Primero, y se lo dije, porque confió en mí: yo ya no soy un pendejo, tengo 33 años, y que me haya llevado y me haya dado las oportunidades de jugar se lo agradecí.
-Tardó en ponerte, hiciste bastante banco…
-No es fácil… En la selección había 28 jugadores, y 23 iban al campo y otros se quedaban afuera. Y jugaban 11, y son todos figuras en sus clubes… es la selección argentina. Hay que dejar el ego de lado y ponerse a disposición del equipo adonde toque. Yo quería demostrar que estaba a la altura y pude hacerlo. Porque venía jugando poco en el ciclo, es cierto. Una vez le corté el pelo a De Paul, en las eliminatorias, y empezaron a decirme ‘el peluquero’. Yo pensaba: si no juego nunca, más mi estilo y mis apariciones en redes, desde afuera se van a creer que estoy nada más que para la joda en el plantel. Por suerte, pude mostrarme a la altura.
-Un DT sin experiencia cortó los 28 años sin títulos. ¿Quemó los manuales?
-Lo va llevando... Y lo demostró con resultados y con hechos. La selección pedía un recambio y hubo un recambio. Hay chicos que están pidiendo pista, y los que puso, rindieron todos. Es muy inteligente y va aprendiendo con las experiencias. Desde adentro lo apoyamos todos.
-¿Qué compañero te sorprendió?
-Hay chicos con muchísimo futuro. Muchos estaban sorprendidos con el ‘Cuti’ Romero, pero yo lo tuve de compañero en Atalanta y siempre les decía a los muchachos que había un chico que era un fenómeno, un crack. Además, a mí me gusta Lisandro Martínez, es una debilidad que tengo. Y Emiliano Buendía, que no estuvo en la Copa pero que tiene un futuro espectacular. Hay muchos chicos que podrían haber ido a los Juegos Olímpicos y hubiésemos tenido un equipazo. Hay pibes con mucho carácter, a los que no les pesa la camiseta.
-No hay descanso. Ya se reanudan las eliminatorias.
-Por ganar la Copa no se bajará la exigencia. No se puede, es Argentina. Será intenso, y a los clubes no creo que les guste mucho. Pero es el calendario que tocó, todo se comprimió con la pandemia. Es lo que hay, habrá que acostumbrarse y nuestra idea es ganar todo lo posible para tratar de clasificarnos los más rápido al Mundial. Para ganar tranquilidad y seguir creciendo. La Copa América ya paso, ahora hay que conseguir los puntos para estar en Qatar y no volver a pasarla tan mal como en el camino a Rusia.
-¿Messi es…? Completalo.
-Leo es el más normal y simple de todos nosotros. Es lógico que desde afuera tengan curiosidad, pero yo te puedo asegurar que es el tipo y el compañero más común que hay, es uno como cualquiera. Claro, pero lleva el apellido Messi y muchos creerán que se comporta de manera diferente. No. Ahora, ojo, es un líder absoluto, es un capitán con todas las letras. Porque lo demuestra, porque da el ejemplo. Siempre lo quieren comparar con Diego, quieren que grite y que se pelee, y Leo no es así. Pero si lo tiene que hacer puertas adentro, lo hace. Lo que pasa es que Leo no lo va a sacar a la luz nunca y no va a vender humo. Cuando se tiene que enojar y te tiene que decir algo, te lo dice entre cuatro paredes. Está en una edad distinta, y muy linda, de madurez total, y quizás sabiendo que son sus últimos años, es un Leo más abierto, que interactúa muchísimo más con todos. Y esa madurez la disfrutan los más chicos, y la disfrutamos todos.
-¿Sentiste que Messi se liberó con el título?
-Sí, sí… nosotros, lo que más queríamos, era ganar el título por ellos. Por Leo, por Ota [Otamendi], por el Kun, por Fideo… Son gente que lleva diez años o más en la selección y son leyendas, son próceres, gente que tiene más de cien partidos en el lomo… Y también por todos los demás que ya no están y remaron durante años. Los que perdieron, los que sufrieron y dejaron la piel por la selección. Ellos también se lo merecían por haber luchado tanto, por haber resistido. Di María, Kun, ni hablar Leo, son figuras de la elite, y los terrenales queríamos que de una vez pudiesen disfruten de estar en la selección. Haber logrado el título, además, sí, fue una espinita que se sacaron todos. Y en Brasil, contra Brasil, en el Maracaná, donde no perdían hace 70 años. Ellos están contentos por la medalla olímpica, que es muy valiosa, pero creo que nuestro título es un poquito más importante… Pronto nos volveremos a ver la cara y seguro será lindo, picante.
-Pudiste jugar para Italia, te quisieron Antonio Conte y Giampiero Ventura cuando dirigían a la Azurra, pero en ese momento la FIFA lo impidió. Italia ganó la Euro y la Argentina cortó la racha negra…
-Y, las vueltas que uno nunca sabe. En algún momento, por mi edad, pensé que ya no jugaría en la selección argentina, que era lo que más quería. Incluso, al salir de Atalanta, yo era muy consciente de que si no conseguía un club competitivo, la opción de la selección se iba a caer. Si elegía irme a ganar millones a Arabia no iba a jugar en la selección. Iba a desaparecer. Y ahí están las decisiones de la vida: podría haber elegido ganar mucho dinero, pero preferí no salir del radar y soñar con la Copa América. Tomé el riesgo; podía salir mal, pero salió bien. Y esas elecciones reconfortan más que nada en la vida.
-¿Qué les dijo Messi antes de la final?
-Empezó a hablar y la verdad, las palabras justas no me las acuerdo, porque enseguida, yo ya estaba llorando. Dijo algo de los esfuerzos, de las familias… y se me caían las lágrimas como a un nene… Estábamos todos esperado esa final, los días y las horas previas no se nos pasaban más, teníamos la adrenalina a full, y Leo se puso a hablar, Fideo también…, y hoy no puedo reconstruir qué dijeron, solo me acuerdo que yo no paraba de llorar.
“Gasperini intentó agredirme físicamente y el presidente de Atalanta no tuvo huevos”
Después de tres años muy buenos en Catania, crecer era una obligación. Inter y Atlético de Madrid se interesaron en ‘Papu’ Gómez, pero el viaje fue de las insinuaciones a la evaporación. Apareció un destino extraño, pero tentador: Metalist, en la ciudad de Járkov. Ucrania. Jugaba la Champions, le peleaba el campeonato al Shaktar, había muchos argentinos e iba a ganar tres veces más que en Catania. Fue un año de espanto: se desató la guerra en el este del país y huyó entre bombazos, horror y muerte. ‘Papu’ Gómez volvió a Italia para intentar rehacer su nombre en Atalanta, por entonces un club del montón en el calcio y olvidado en Europa. Entonces, se convirtió en leyenda de un conjunto sensación. Guió al club del millonario Antonio Percassi hasta donde jamás había llegado. El ‘equipo de provincia’ –como el capitán argentino lo llamaba con orgullo– se convirtió en la Cenicienta y a ‘Papu’, la Alcaldía le entregó las llaves de Bérgamo.
Pero de repente, las tinieblas. Después de 252 partidos y 59 goles, la despedida a finales del año pasado. Por la puerta del fondo. Con un silencio casi encubridor, sin explicaciones. Por primera vez, ‘Papu’ rompe el silencio sobre el tema en LA NACION y decide que no hay nada que ocultar. “Me tuve que ir del club. Me esperaba una disculpa del técnico que jamás llegó –abre–. Yo me equivoqué en algo, lo asumo, porque en un partido de Champions contra un equipo de Dinamarca, el Midtjylland, lo desobedecí en una indicación táctica. Faltaban diez minutos para que termine el primer tiempo y me pidió que juegue por la derecha, mientras que yo estaba jugando muy bien por la izquierda. Y le dije que no. Imaginate, haberle respondido eso, en medio del partido, hoy, con las cámaras…, estuvo perfecto que se enojara. Ahí ya supe que en el entretiempo me iba a sacar, y así fue. Pero en el vestuario del entretiempo se sobrepasó, cruzó los límites e intentó agredirme físicamente.
-¿Gasperini te quiso pegar?
-Sí. Y ahí dije basta. Uno puede discutir, ok, pero cuando hay una agresión física ya es intolerable. Entonces pedí una reunión con el presidente del club [Antonio Percassi] y le dije que no tenía problemas en continuar, aceptando que me había equivocado: como capitán no me había comportado bien, había sido un mal ejemplo desobedeciendo al técnico. Pero le dije al presidente que yo necesitaba una disculpa de Gasperini. Y le dije, también, que entendía que el presidente ni podía aceptar que el técnico hubiese intentado agredir a un jugador. Bien. Al día siguiente hubo una reunión de todo el plantel. Yo avancé y le pedí disculpas al entrenador y a mis compañeros por lo que había pasado. Y no recibí ninguna disculpa del técnico. Entonces, ¿cómo había que entenderlo? ¿Lo que había hecho yo estaba mal y lo que había hecho él estaba bien? Ahí empezó todo. Después de unos días le comuniqué al presidente que no quería seguir en Atalanta trabajando con Gasperini. El presidente me comunicó que no me iba a dejar salir, que no me iba a liberar. Comenzó el tira y afloje y los costos fueron para mí: me separaron del plantel y terminé entrenándome solo con la reserva.
-¿Cuál fue el peor momento?
-Todos. Fue feo porque después de 7 años me dejaron tirado, después de todo lo que le di al club. Se comportaron mal. Que el presidente no haya tenido los huevos de pedirle al técnico que simplemente me pidiera disculpas…, con eso se terminaba todo. Seguíamos los dos. Pero se comportaron muy mal conmigo. Porque eso no fue todo, ya que a partir de ahí me cerraron las puertas del fútbol italiano: no me querían dar a ninguno de los grandes de Italia porque decían que iban a reforzar a un rival directo. Sí llegaban ofertas de Arabia y de Estados Unidos y me querían mandar para ahí…, siendo el mejor centrocampista de la Serie A. Raro, se estaban comportando mal. Gracias a Dios apareció el Sevilla, porque yo lo único que quería era seguir compitiendo en un gran nivel para poder estar en la Copa América. Esa era mi obsesión. Por eso esperé y esperé hasta el final, y por suerte apareció el Sevilla.
-¿Qué actitud te dolió más, la de Gasperini o la de Percassi?
-Quien más me desilusionó fue la propiedad, los dueños del club. Después de tantos años, después de la relación de confianza que teníamos…, mis hijos iban al colegio con los hijos de ellos, compartíamos un montón de cosas… Que me hayan tirado a la basura como me tiraron fue la parte que más me dolió. Después, uno puede tener diferencias con el técnico, y te diría que es casi normal, porque pasa, claro que pasa. Te podés pelear, como en cualquier trabajo. Pero el trato que recibí de la propiedad me dolió muchísimo.
-¿Por qué creés que el club actuó así?
-Yo creo que fue una cuestión económica. Ellos saben que Gasperini es uno de los mejores entrenadores de Europa, saben que su trabajo pone en valor al plantel y les hace vender jugadores. Fue un tema económico, y está perfecto; prefirieron seguir con él porque saben que le hace ganar mucho dinero al club. Prefirieron eso.
-Con gente en la cancha, ¿cómo hubiesen reaccionado los hinchas de Atalanta?
-La gente no sabe lo que pasó. Recién ahora lo estoy contando. La gente va a conocer la verdad ahora, y se lo merecen ellos y me lo merezco yo. De un día para el otro, desaparecí. Los periodistas dejaron de preguntar por mí en Atalanta, ni a mis excompañeros les preguntan…, es como que dejé de existir para el Atalanta. Creo, que su intención fue depositar en mí todas las culpas. Y la verdad no es esa. Y la gente, tal vez, está enojada conmigo porque se piensa que yo no quería seguir en Atalanta, o se cree que preferí irme a Sevilla por más plata… Nada de eso. Ya era hora de que los hinchas supieran la verdad.
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