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River, con el corazón en la mano y la cabeza en alto: un equipo de época que siempre da la talla
Con el corazón en la mano y la cabeza en alto. River se fue del Allianz Parque con un extraño cóctel de emociones que mezcló el dolor y el orgullo. Viajó a San Pablo abrazado a su sueño, lavó su cabeza y generó una motivación general única. Digna de un equipo de época. Pese al 0-3 de la ida, acorraló a Palmeiras, metió dos goles en el primer tiempo y lo doblegó en todas las líneas. La famosa "épica" que invocó Marcelo Gallardo se palpó en todo momento. Y el festejo quedó muy cerca. El triunfo por 2-0 le deja la amarga sensación de no haber podido alcanzar la final de la Copa Libertadores. Pero reafirmó en Brasil que sigue siendo el equipo que siempre combate hasta el final aferrado a sus ideas y su convicción. Nada cambió.
Su historia reciente, sus virtudes futbolísticas, su capacidad de reaccionar ante los golpes y su mentalidad competitiva se expusieron desde el minuto inicial. River siempre da la talla. Incluso hasta en los momentos en los que parece estar doblegado. En San Pablo le funcionaron sus cuatro pilares de trabajo: solidez defensiva para mantener en el arco en cero, eficacia ofensiva, concentración al máximo y mentalidad competitiva y ganadora para sostenerse. Estuvo a un paso de una remontada que hubiese quedado en los libros, ya que ningún equipo se clasificó después de perder el primer partido por tres goles como local en competencias de la Conmebol.
Gallardo dispuso el esquema 3-3-2-2 para recuperar estabilidad defensiva sin perder potencia ofensiva. Y le funcionó. El partido tuvo todo lo que el Millonario necesitaba. Intensidad, conexiones, proyección de sus laterales, sorpresa, presión alta, concentración, presencia, temple, coraje, pocos errores y goles. La aparición inicial salvadora de Franco Armani para ahogarle el grito a Rony y los cabezazos goleadores de Robert Rojas y Rafael Borré en el primer tiempo le dieron vida, lo motivaron y le hicieron entender que el milagro era posible. Desde su jerarquía individual hizo explotar su funcionamiento colectivo.
"Tendremos que tener una noche épica de esas que existen", había dicho Gallardo tras el 0-3 de la ida. "Vamos a ser un equipo totalmente competitivo. Creo en nuestras posibilidades", aseguró antes de la vuelta. Su discurso potenció al grupo y sus palabras se vieron reflejadas en el campo. Logró generar ese click emocional y volvió a demostrar por qué desde hace más de seis años se sostiene en los primeros planos internacionales. La actitud, el coraje y su idea de juego nunca están en venta. Y por eso River puede soñar y confiar en partidos como el que tuvo. Lo visualizó, lo diseñó y lo concretó. Siempre con sus armas.
Enfrente estuvo un tímido Palmeiras que desde los segundos iniciales optó por refugiarse, buscar un contragolpe y dejar correr el tiempo. El conjunto brasilero nunca estuvo firme, se vio totalmente superado y abrumado por la situación. River lo acorraló tanto desde lo anímico como desde lo futbolístico. El dominio fue total. El gol anulado de Gonzalo Montiel a través del VAR (por offside de Borré) en el inicio de la segunda parte, la expulsión de Robert Rojas (por una segunda amarilla dudosa) y el penal que le anularon a Matías Suárez por una inexistente falta de Alan Empereur fueron dos gritos ahogados. Intentó hasta el final. Luchó cada pelota. Entregó hasta el alma. No le alcanzó.
Para Gallardo, esta Libertadores era "la más difícil por el contexto y el esfuerzo que se hizo" en el parate de 190 días sin fútbol por la pandemia. Pese a todo, alcanzó por quinta vez en seis años las semifinales, pero no pudo llegar a la definición como en 2015, 2018 y 2019. Se quedó en la puerta como en 2017 con la dolorosa derrota frente a Lanús, la frustración más grande del ciclo. Esta vez, la imagen es totalmente diferente. Superadora. El fútbol también tiene estas cosas.
Con contrato hasta diciembre de 2021 (fin del segundo mandato del presidente Rodolfo D’Onofrio), para el Muñeco ahora será tiempo de realizar el famoso balance de cada temporada o año. Y el foco de la dirigencia estará en el mercado de pases con varios nombres desfilando en la vidriera. Pero ya habrá tiempo para eso. Ahora es momento de que una nueva herida cicatrice, aunque el remedio lo tiene al alcance de la mano: es el orgullo de saber que se puede enaltecer el trabajo aún en la derrota.
En el partido número 100 a nivel internacional con Gallardo (52 triunfos, 31 empates y 17 derrotas), River se llevó la 13° caída en 68 cruces mano a mano en todas las competencias y perdió por cuarta vez en las 19 fases eliminatorias de Libertadores. Tampoco pudo sostener el récord de seis triunfos en fila en series con brasileros. Pero las estadísticas frías no marcan el corazón caliente de un equipo que nunca se da por vencido y de un ciclo que siempre escribe páginas dignas para el recuerdo. Perder siempre es una opción. Pero, si le toca, sabe que debe ser así.
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