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Pacho Maturana, a agenda abierta: Menotti y Scaloni, Messi y Cristiano, Pekerman, Atlético de Madrid, el 5-0 y Valderrama
Los espacios verdes, la hierba, sigue siendo parte del hábitat de Francisco "Pacho" Maturana, como lo fue durante los más de 50 años que lleva dedicados al fútbol, en sus etapas de jugador y luego de director técnico. "La pandemia me agarró en una casa de campo a la que venimos semanalmente, en el municipio El Retiro, de Medellín. Es el lugar más apropiado para este momento. Está aislado, se puede caminar. Siempre pensé que nadie está solo cuando tiene a quien querer o quien lo quiera", expresó en charla telefónica con LA NACION.
La pausa obligada por el coronavirus coincide con el período de recuperación tras la intervención quirúrgica por problemas cardíacos a la que fue sometido en enero. "Estaba dirigiendo en Royal Pari (Bolivia). Un equipo que por ahí tenía 500 hinchas. Todo es familia, Dios, respeto por el padre. El dueño es uno de los tipos más ricos del mundo y un día me dijo que quería llegar al Mundial de Clubes (risas). Vi el plantel, gente mayor, comprometida con Dios, a la que no tenía que andar controlando. Gente de familia, que disfruta del trabajo. En la temporada anterior, Royal Pari había quedado muy abajo de The Strongest, Bolívar, Always Ready, era goleado en la altura, pero yo soñaba. El equipo es de Santa Cruz de la Sierra y terminé con una arritmia cardíaca por ir a jugar a la altura. Los médicos no me autorizaban a subir más al Alto. Me volví a Colombia y fui operado. Todo salió bien afortunadamente. No es para alarmarse. Esto es parte del trabajo dedicado al fútbol durante tanto tiempo", expresó el entrenador (71 años), que dirigió a once equipos de club (dos etapas en Once Caldas) y cinco seleccionados (cuatro ciclos en Colombia, a la que condujo en dos mundiales -en 1990 la clasificó después de 28 años- y con la que obtuvo la Copa América 2001).
–¿Cómo está pasando la pandemia, en qué ocupa su tiempo?
–Los entrenadores normalmente tenemos momentos de soledad. Aprovecho el tiempo para reflexionar, yo me considero un aprendiz permanente. Repaso lo que hice, mi vida. Miro lo que hacen los demás, confronto, procuro aprender. Me gusta leer, tengo mucho material para repasar como integrante del Estudio Técnico de la Conmebol y del panel de asesores de la FIFA. En América tenemos el gran desafío de alcanzar a Europa, que nos sacó mucha ventaja. Leo lo que ha escrito gente capaz y comprometida, que tiene la humildad para admitir que estamos por debajo. Y sueño con que si mañana me tocara dirigir haría esto o lo otro. De esa manera creo que está bien empleado el tiempo.
–Entonces, después de una carrera de más de 30 años como entrenador, tiene ganas de seguir dirigiendo, de evaluar alguna nueva propuesta. ¿O se acerca el tiempo del retiro?
–No conozco ningún técnico que diga "hasta aquí llegué". En cambio, como futbolista, sí. Un día cualquiera me costó levantarme para ir al entrenamiento. Los entrenadores siempre están soñando con la posibilidad de trabajar mañana. Lo que pasa es que ahora los técnicos son incómodos, no agarran lo primero que le sale. Necesitan ser seducidos.
–Usted ya es una fuente de consulta para las nuevas generaciones. ¿Cuál considera que es su mayor legado, en qué puede ayudar futbolísticamente Maturana?
–Todo depende. Uno tiene el aval histórico de la evidencia, de haber visto mucho fútbol. El fútbol no es un invento nuevo. La diferencia en el fútbol no la hace la tecnología, sino la capacidad para llegar a la inteligencia y el corazón del jugador. Y ahí se llega con conocimientos, con capacidad de seducción. Ahora lo adornan con la tecnología y la parafernalia para hacerlo más comercial, no más atractivo. Lo más atractivo es el juego en sí. El tema es que pocos saben del juego. ¿Por qué? Porque el juego tiene principios para cada línea, para formar un equipo. Uno le puede decir a su lateral "a ese tipo déjele la raya porque nosotros tenemos buenos cabeceadores para contrarrestar los centros". Y si no tenemos buenos cabeceadores, le digo "a ese puntero no le deje la raya, llévelo para el centro porque viene el N° 5 y lo corta ahí". Ese tipo de cosas es lo que falta. Ahora sobra la condición física, la talla, la velocidad. Todo eso se puede alcanzar con el soporte tecnológico, pero yo conozco el juego porque lo jugué, dirigí y tuve jugadores que me enseñaron.
–¿Es Pep Guardiola el último gran referente entre los directores técnicos?
–Es muy relativo. Antes estuvieron Stefan Kovacs, Rinus Michels. El fútbol es una cuestión de sensibilidad. El profe uruguayo José Ricardo De León mamó directamente de Rinus Michels, pero no escribió su gran legado en América. Ahora todo se escribe para tener la verdad sobre determinadas cosas. De León nos formó en Colombia a mí, a Hugo Gallego, a "Bolillo" Gómez. Nosotros nos nutríamos de Osvaldo Zubeldía, de Carlos Bilardo, pero después nos sentimos más identificados con la cultura uruguaya, al menos yo.
–Está desesperanzado con el fútbol sudamericano, no lo disfruta. Lo ve preso de la inmediatez, de las carencias, aplastado por el poderío europeo.
–Basta con ver los años que llevamos sin trascender. El último Mundial se convirtió en una Eurocopa. Hay que aceptarlo y preguntarse por qué pasa, ya que seguimos sacando buenos jugadores. Y tenemos que seguir sacando si aprovechamos la tecnología, sin olvidar nuestra esencia e identidad. Como nunca antes Europa tiene futbolistas americanos, algunos que ni jugaron ni trascendieron en sus países. Progresan culturalmente, ya sus escenarios son otros, se olvidan de la identidad regional. Cuando yo jugaba, en Medellín uno aspiraba a integrar la selección de Antioquía. Ese era nuestro orgullo, y el del barrio. Eso nos daba identidad. Ahorita uno va a buscar los jugadores para esa selección y están en Europa. Adquieren otra cultura y cuando vienen para la selección es para cumplir, mientras que los que están en el medio quieren matarse por su selección. Pienso que tenemos que reescribir nuestra historia, reencontrarnos en nuestra cultura, que los chicos la conozcan. Se debe enseñar hasta en los colegios. En mi época, los futbolistas argentinos sabían quién había sido el "Charro" Moreno, Alfredo Di Stéfano, ahora muchos jóvenes piensan que el fútbol empezó con ellos. El "Maestro" Tabárez defiende a muerte la historia, la garra charrúa. No utiliza términos rimbombantes para dejar en claro que está actualizado.
–¿Qué le dejó la última Copa América que ganó Brasil?
–Brasil fue campeón con justicia, un equipo bastante bueno. Destaco la continuidad de algunos técnicos, como la de Tité (Brasil), Tabárez (Uruguay), Gareca (Perú), Dudamel (Venezuela, ya desvinculado). Tenía la sensación de que la Argentina iba a volver, que podía ser campeón porque tiene un entrenador joven (Lionel Scaloni) con todo el soporte tecnológico, pero también a un gurú (por César Menotti) que lo va ubicando.
–Colombia, con el portugués Carlos Queiroz, es un equipo muy táctico y ordenado. Así le ganó a la Argentina en la Copa América. ¿Le gusta, ve que ese estilo le deja lugar a la creatividad del fútbol colombiano?
–Es difícil opinar desde afuera, lo deben responder los jugadores. Es mi país y yo siempre voy a desearle lo mejor. Hay cosas que no me siento habilitado para decirlas públicamente. Siempre tengo la ilusión de que encuentren el mejor camino.
–O sea que si está en desacuerdo en algo se lo reserva.
–Me lo reservo o se los digo a ellos si me lo preguntan, pero públicamente no lo voy a hacer.
–¿En las décadas del 80 y 90 usted dirigió a la mejor generación de futbolistas colombianos?
–Cuando llegué a Europa tuve una acogida fantástica, gente que me abrió los brazos, como Alfredo Di Stéfano, considerado por muchos europeos como alguien que fue superior a Pelé y Maradona. Cuando a Alfredo lo consultaban si había sido el mejor, contestaba que no, que en Colombia había un futbolista mejor que él, y mencionaba a Alberto "Turrón" Álvarez (jugó entre 1947 y 1961). Con esto quiero significar que en Colombia hubo tantos y tan buenos jugadores, pero nunca nos clasificábamos al Mundial. Decir que la del 90 fue una generación espontánea es mentira, fue un seleccionado que se empezó a construir desde 1987 y explotó en el 90. Fue una selección que se entrenaba todos los días gracias a la generosidad del Atlético Nacional de Medellín. A esa base se sumaba el "Pibe" Valderrama, Rincón y algún otro más. Fuimos interpretando un modelo de juego y creciendo como grupo humano. En mi país, para muchos el mejor futbolista colombiano fue el delantero Willington Ortiz, que nunca fue a un Mundial. Puedo mencionar a Mario Agudelo, al "Cunda" Juan Valencia, tantos jugadores que fueron nuestra inspiración. Si yo armo mi selección histórica, pongo a todos esos jugadores que nutrieron mi espíritu y sensibilidad.
–Hace unos días, Valderrama dijo que tras el 5-0 en el Monumental se agarraron una gran borrachera en el hotel. ¿Fue difícil gestionar ese triunfo histórico, seguir con los pies sobre la tierra? Incluso por lo que ocurrió deportivamente en el Mundial 94.
–Después de ese partido, sin hablar nada de lo futbolístico, yo les rendí tributo a la amistad a los jugadores. Sabía que en el hotel había mucha gente celebrando con razones. Yo no bajé al hall del hotel. A mi habitación llegaron el Polaco Semenewicz, Raúl Navarro y Oswaldo Palavecino, gente que me acompañó en mi carrera de entrenador y me aportó cosas. Me quedé conversando y tomando un whisky con ellos. No hubo una celebración organizada por la Federación, todos tenían libertad para hacerlo personalmente. Algunos salieron, otros se quedaron. En lo futbolístico de ese 5-0, yo no escuché a ningún jugador ni a alguien del cuerpo técnico hablar desde la soberbia. Nunca. Para nosotros fue un partido por los puntos para la clasificación. Nada más. El resultado fue anecdótico. Yo nunca creo que las victorias hagan daño, para eso se trabaja, para ganar. El tema es la interpretación que le damos a las derrotas. En Colombia, ningún jugador, técnico o dirigente dijo que ya éramos campeones del mundo. Porque nosotros no tenemos historia para decir eso. Cuando uno llega a su mejor forma, lo que sigue es bajar. A nosotros nos agarró el Mundial ’94 bajando. Nadie reparó en esa explicación. Algo parecido a lo que le ocurrió a la Argentina en el 2002, siendo un país que había sido campeón del mundo y tenía chapa para volver a serlo con ese equipo estratosférico de Bielsa, te mataba, te masacraba. Y nadie dijo que fue eliminado en la primera rueda por estar agrandado. Simplemente no estuvo en su nivel, y listo, no hubo escándalo ni dramas. Porque los grandes saben perder y los pequeños no saben perder. Nosotros, que no tenemos historia para decir que somos candidatos en un Mundial, no fuimos capaces de interpretar que los jugadores varían en su estado de forma, como lo dijo Bielsa y lo entendió toda la Argentina.
El histórico 5-0 en el Monumental
–¿Alguna vez Alfio Basile le hizo algún comentario de ese 5-0?
–Nos encontramos al tiempo y me hizo un comentario jocoso, simpático, de charla informal, no amerita hacerlo público. Alfio es un tipazo. Yo disfruté más del partido táctico que le hicimos a Alemania en el Mundial 90 (1-1); con seis volantes atacamos más que Alemania. Valdano, Menotti, Ramón Martínez y Arrigo Sacchi me llamaban para conversar sobre lo que había sido nuestra predisposición para jugar. Ese partido sí amerita tenerlo entre lo mejor. En el 5-0 hubo momentos que los sufrí. Teníamos a Oscar Córdoba en un gran nivel y eso nos dio el aire suficiente para terminar 1-0 en el primer tiempo. Es más, creo que fuimos más superiores en Barranquilla, cuando ganamos 2-1. En Buenos Aires llegamos seis veces y metimos cinco goles.
–Usted reivindica a Valderrama, dijo que si jugara hoy, sería titular. ¿No cree que ahora hay muchos entrenadores que desconfiarían de la lentitud de movimientos de El Pibe?
–Me decepcionaría encontrar entrenadores que desconfíen de eso. Hoy, más que nunca, el fútbol es un tema holístico. No es Valderrama, sino lo que hace Valderrama, alguien que mejora a sus compañeros, que pueden descansar cuando le pasan la pelota porque él va a pensar en siete u ocho posibilidades para seguir la jugada. Si es necesario, los compañeros correrán por él. La intensidad no es correr, es saber cuántas personas están involucradas en una jugada. Esa es la intensidad que vale. El Pibe siempre tuvo valentía para recibir el balón. Desde siempre se dice que cuando uno tiene problemas hay que pasársela al N° 10. Hay que dársela al Pibe, a Messi, a Maradona.
–¿Qué opinión tiene de la gestión de José Pekerman en Colombia?
–A José le tengo un profundo respeto y admiración desde que fue futbolista en Colombia. Me orientó en algún momento a tomar decisiones. Como colombiano disfruté de su entrega y dedicación en la selección. Puso orden, inclusive con la prensa. Acá hay programas futbolísticos de radio desde las 6 de la mañana, y si uno no los atiende, te voltean. José impuso las ruedas de prensa, trató a todos por igual. Profesionalizó la comunicación, blindó al entrenador. Abrió una puerta que ojalá nunca se cierre.
–En la Argentina le fue bien cuando vino con la selección de Colombia en la Copa América 1987 y en el histórico partido de las eliminatorias. Pero tuvo un paso fugaz por Colón y Gimnasia. ¿Qué pasó, por qué no le fue bien?
–Ay Dios bendito… Es una pregunta muy interesante. Yo siempre que salí de mi casa, lo hice con la intención de que iba a ganar. Le consulto. ¿Cuántas veces fue campeón Colón?
–Nunca.
–Bueno, ahí fui yo. ¿Cuántas veces fue campeón Gimnasia?
–De liga, nunca en el profesionalismo.
–Bueno, yo fui a dos sitios donde nunca se podía ser campeón. Y fui un técnico más en no conseguirlo. Yo dirigí al Al Hilal saudita, donde fue campeón el Pelado Díaz. Me decían que era el Real Madrid de Asia. Fui y obtuve dos títulos en un equipo que ganó mucho. En la selección de Costa Rica estuve nueve meses. ¿Qué había ganado hasta entonces? La Copa UNCAF, pues yo también la gané. A uno siempre lo recuerdan por lo que gana. Yo fui el primer negrito colombiano en ir a España, al Valladolid. ¿Puede ganar la Liga? Nunca, entonces me decían que había fracasado, pero en esa temporada yo me sentaba a hablar de fútbol con Johan Cruyff, con Fabio Capello. En la Argentina aprendí que solo se recuerda al campeón.
–¿Le fue hostil el ambiente argentino?
–No, para nada, yo amo al ambiente argentino. En la Argentina me siento más cómodo, reconocido y respetado que en Colombia. Llego a la Argentina y los muchachos de migraciones me brincan. Voy a Santa Fe y la gente me recuerda bien, los carros (automóviles) paran para saludarme; todavía me escribe gente de Santa Fe. No solo es ganar, sino la forma como quisimos ganar. Priorizamos el sentido de pertenencia y la identidad de la gente de Santa Fe. En Gimnasia, si hubiese fracasado, no seguiría en contacto con el Topo Sanguinetti o el dirigente Horacio Darrás. Si voy a La Plata puedo mirar a todos con la frente en alto y nadie me va a señalar. Es abrazo por acá, abrazo por allá. Solo tengo palabras de gratitud. Me hicieron sentir fuerte y siento que quedé en deuda por todo lo que me dieron. Mi paso por el fútbol argentino lo veo como algo que me fortaleció a muerte.
–¿Qué le sugiere la comparación Maradona-Messi?
–Siempre que se compara está la posibilidad de ser injusto. No tiene sentido. Hay que disfrutarlos, quererlos y sentirse orgullo. Cada uno en su tiempo le dio lo mejor a la Argentina. Como no soy argentino, para sentirlos míos digo que los dos son americanos. Usted me habla de Maradona y Messi, pero cuando estuve en España, para muchos el mejor era Alfredo Di Stéfano. Le decían el cacique pluma blanca a Alfredo porque pensaban que en América éramos indios.
–Si juegan a la misma hora Messi y Cristiano Ronaldo, ¿a quién se sienta a ver? ¿O elige a un tercer jugador?
–Depende del día. Si es un día en el que estoy muy romántico, lo veo a Messi. Messi es sensibilidad, volver al pasado, a esa escuela, a esa esquina. Si es un día en el que estoy preocupado porque necesitamos producir, la inspiración es Cristiano, alguien que se hizo a sí mismo. Uno lo mira y se pregunta cuántas abdominales hizo este muchacho, cuántas sentadillas, cuántos saltos. Hasta en la cuarentena se lo ve entrenando fuerte. Todo lo hizo para ganarse el respeto. Su nutriente es el trabajo. Eso hay que valorarlo. Cuando se hablaba de que los entrenadores tenían que haber sido futbolistas para poder dirigir, Arrigo Sacchi me decía que como no había sido jugador profesional, tuvo que estudiar más que el resto para estar a la altura de los mejores.
–¿Elige un tercer jugador o equipo para ver?
–Cuando quiero aprender un poquito me pongo a ver al Atlético de Madrid. Ahí encuentro todo lo que me nutre. No me interesa el resultado. Casi que hago la ola en casa cuando veo que los defensores saben desplegarse, doblan las líneas, respetan las zonas. El jugador es el rey de su zona y tiene a un compañero como guardaespaldas. Ahora el equipo consiguió un poco más de posesión. Yo nací bajo el lema de que el que tiene el balón impone las condiciones, pero el Atlético de Madrid le impone las condiciones al otro sin tener el balón. Como si le dijera al contrario: "Tenga el balón usted, porque no me va a hacer daño y cuando lo recupere lo mato en una transición". También me gusta el Slavia Praga; no gana fuera de su país, pero es algo nuevo, diferente, valiente.
–Me sorprende con la elección del Atlético de Madrid. Pensé que se iba a inclinar...
–[Interrumpe] El Atalanta me gusta. No va a ser campeón, pero con otros técnicos coincidimos en que hay que verlo. Juega lindo.
–¿Y Atlético de Madrid juega lindo?
–Una cosa es admirar y otra analizar. Yo analizo los movimientos. No necesito esperar que metan un gol para saber si un equipo es bueno o malo. Me levanto de la silla cuando hay un repliegue bien manejado o un jugador se perfila bien. Ahí hay trabajo.
–Con 80 años, César Menotti volvió a los seleccionados argentinos para acompañar a un Lionel Scaloni que no había dirigido ni en equipos de club. ¿Cómo ve esta fórmula?
–Estupenda. Yo le di mi reconocimiento a Scaloni porque no es fácil dirigir a la selección argentina. Se necesita un soporte. César no se va a meter a armarle el equipo, pero cuando ese muchacho tenga problemas, en César va a encontrar la persona idónea que le diga lo que hay que hacer. No solo en el fútbol, también en la vida. Es lo que pasaba en la Grecia antigua. Cuando los jóvenes tenían problemas iban al monte a pedirle consejos a los mayores, la sabiduría iba a estar ahí.
–El fútbol no es ajeno a los casos de violencia de género. Uno de los últimos tomó estado público con la acusación contra el delantero colombiano Sebastián Villa. ¿Qué opinión le merece esta problemática?
–Es muy difícil, venimos de otra generación. Acá en Medellín hubo familias ricas de las que no se conocía sus casas, sus carros, porque se respetaba la intimidad. Los nuevos ricos lo primero que hacen es exhibir sus casas, carros, mujeres. Nuestras novias y esposas no querían exposición pública, la intimidad se respetaba. No es que antes no se daba a conocer la violencia de género, ni por el verraco se tocaba a una mujer. Y si la tocabas tenías problemas con toda la familia y sus amigos. Se respetaba a la propia mujer y a la del otro, ni con el pétalo de una rosa se la rozaba. Los futbolistas se enredan mal porque no hay tantos códigos, vale todo. La responsabilidad del entrenador es tratar de que su jugador sea bueno en todos los órdenes, no sólo en la cancha.
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