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La paciencia se acabó: ¿Qué debe hacer Independiente con Pablo Pérez?
¿Qué se hace con un jugador como Pablo Pérez? La misma pregunta que durante bastante tiempo sobrevoló La Boca ahora cruzó el Riachuelo y se instaló en la vereda roja de Avellaneda. ¿Cómo resolver la situación de un futbolista de 34 años que más allá de los altibajos continúa demostrando su calidad y al mismo tiempo no puede dominar su carácter? ¿Cómo congeniar las necesidades de un entrenador a quien no le sobra fantasía creativa en el plantel con el hartazgo de una dirigencia que le paga mucho dinero a una persona conflictiva? Independiente atraviesa todos esos problemas.
La jornada del domingo multiplicó los interrogantes en el seno de Independiente y abrió una ventana de discordia imprevista entre el hombre que manda en el banco de suplentes en Alsina y Bochini, Lucas Pusineri, y los directivos que tienen sus oficinas en la avenida Mitre.
Pablo Pérez fue a la Bombonera a jugar un partido personal ante un público que no guarda el mejor recuerdo de su paso por el club y se lo demostró con silbidos e insultos desde el mismo momento que asomó por el túnel. El mediocampista rosarino tomó su primer regreso a la Boca como una cuestión individual y venía ganando el duelo por puntos, a la espera del golpe de nocaut que parecía ir madurando.
El desarrollo del encuentro se puso a su favor a los 21 minutos, cuando Fernando Echenique expulsó a Izquierdoz e Independiente se hizo dominador del partido. El número 8 de camiseta roja no dejó pasar la ocasión: comenzó a manejar con criterio los hilos de su equipo y a merodear con peligro el área local. Flotaba en el aire la pregunta sobre cuál sería su festejo si finalmente lograba vencer la resistencia de Marcos Díaz. Era el mejor. ¿Gritaría el gol? ¿Pediría disculpas? ¿Mandaría callar al estadio con el inequívoco gesto de silencio?
El epílogo es conocido. La tercera oportunidad para convertir que se le presentó en el partido, un remate desde la medialuna del área, se fue rozando el poste izquierdo del arquero. Aquello pareció colmar su paciencia. Apenas un rato más tarde se le fue largo un control, buscó el rebote con vehemencia y clavó un planchazo en la pierna de Jorman Campuzano. Iban 75 minutos. Su expulsión ahogó las expectativas de los Rojos por llevarse los tres puntos de la Bombonera. Si el castigo es de dos fechas, se quedará afuera del clásico ante Racing, dentro de dos fechas. Peor aún, quizás haya acabado con su ciclo en Avellaneda.
"Se acabó. Esto ya fue suficiente". El pensamiento atravesó la mente de Héctor "Yoyo" Maldonado, secretario general del club, máximo dirigente presente en la Boca y mano ejecutora del presidente Hugo Moyano. Precisamente, los Moyano, Hugo y Pablo, compartieron la opinión mientras observaban el partido por televisión. Fue la segunda tarjeta roja que vio Pérez desde que llegó al club hace un año (la primera, en San Juan ante San Martín, fue por reaccionar exageradamente a un puntapié de Gelabert apenas iniciado el encuentro), pero su "prontuario" está cuajado de conflictos, como el enfrentamiento con Sebastián Beccacece que le costó una sanción interna en el semestre pasado. La paciencia de quienes toman las decisiones en el club parece haber llegado al límite. También la de la mayoría de los hinchas, que expresaron sus opiniones con furia en las redes sociales.
Sin embargo, no es un pensamiento unánime dentro del club. "Hay que saber elegir lo mejor para Independiente, y Pablo Pérez es un jugador importante", dijo el lunes por la noche Lucas Pusineri en el programa partidario Orgullo Rojo y, conscientemente o no, plantó el primer mojón de discordancia en una relación con la dirigencia que, hasta el momento, marcó una dirección única.
Con el cierre del mercado de pases a la vista, los directivos de Independiente no perdieron el tiempo. Le comunicaron a Jorge Bilicich, representante del volante rosarino, que había solo dos salidas posibles: una rescisión negociada del contrato que vence en junio próximo (el pase, en todo caso, sigue perteneciendo a Boca, pero el Rojo tiene una obligación de compra por 650.000 dólares) o encontrar algún club interesado en sus servicios. El último en hacerlo fue Newell’s, casa natal del jugador, pero la imposibilidad de colmar sus pretensiones económicas frustró el traslado hace menos de un mes. "Tomé la decisión de quedarme en Independiente, quiero revertir lo del año pasado", había dicho el propio Pablo Pérez dos semanas atrás. Ahora ya nada está tan claro.
El principal problema es el económico, ya que las partes están lejos de acordar una rescisión de contrato a estas alturas de la temporada.
"El primer paso para impedir la repetición sistemática de conductas negativas es aceptar su existencia y someterse a un tratamiento terapéutico", señala Leonardo Seiref, reconocido psiquiatra especializado en la asistencia psicológica a deportistas. Sin embargo, hasta la fecha los esfuerzos realizados tanto en Boca como en Independiente por quienes se ocupan de la salud de los jugadores no lograron los resultados deseados con Pablo Pérez.
"La intolerancia al dolor, la espera o la frustración trastorna el control de los impulsos y puede generar inconducta. Es entonces cuando se excede la agresividad competitiva hasta transformarla en una violencia que no es tolerada ni socialmente ni en el grupo de pertenencia", indica Seiref, que nunca ha tenido al jugador de Independiente entre sus pacientes.
En la búsqueda de una explicación al reiterado comportamiento equívoco de Pablo Pérez, su colega Luis Darío Salamone remite por su parte al propio Sigmund Freud, quien ya en 1916 hablaba de "los que fracasan cuando triunfan", y atribuía el hecho a un nivel de "severa crítica interior" que impediría disfrutar del éxito una vez que se está a las puertas de alcanzarlo. Dicho en términos psicoanalíticos, el yo se boicotearía a sí mismo para no entrar en conflicto con un superyó inconsciente marcado por una frustración interna y profunda.
Cualquiera sea el motivo, el violento planchazo a Campuzano dejó en el aire a corto plazo el futuro de Pablo Pérez en Independiente. "Si se equivoca un jugador de la selección francesa, ¿cómo no va a hacerlo uno del ámbito local?", justificó Pusineri en su defensa a un futbolista que considera imprescindible en su intento de reconstruir un equipo que solo ha sumado dos puntos de los últimos quince en juego.
El técnico aceptó las condiciones de austeridad que le impuso el club al aceptar el cargo. Ya vio marcharse a Nicolás Figal, el puntal más firme de la defensa, y a algunos suplentes como Pizzini, Chávez o Palacios. A cambio solo llegaron Leandro Fernández y Brian Romero, de vuelta de sus respectivas cesiones, y aunque se habla de la opción de repatriar a Federico Mancuello desde México, Pusineri se encargó de aclarar que él no lo había pedido.
En realidad, lo que sin duda le alegraría la semana es que los Moyano reconsideren su postura y, una vez pasado el momento de enojo, revisaran la decisión de desprenderse de Pablo Pérez, ese jugador extraño, tan cerebral para jugar como irracional en sus reacciones. Un caso de diván al que por ahora nadie supo encontrarle solución.
Mancuello está cerca, pero Pusineri quiere otro jugador
Independiente y Toluca llegaron a un trato por el pase de Federico Mancuello. El acuerdo es el siguiente: el mediocampista volvería a los Rojos de Avellaneda a préstamo por un año, sin cargo, y ambos clubes compartirían el pago del sueldo del futbolista. La gestión la encabezó Pablo Moyano, vicepresidente de Independiente. El problema es que el DT de los Rojos, Lucas Pusineri, no estaba interesado en Mancuello: quería un delantero o un defensor.
Cuatro clubes en los que tuvo poca actividad
Desde que se fue de Independiente, en 2015, Federico Mancuello pasó por Flamengo, Cruzeiro (ambos de Brasil) y Toluca; la estadística no fue del todo buena en el exterior: jugó 92 partidos (promedio de 50 minutos por partido), hizo ocho goles y dio 9 asistencias.
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