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Pablo Aimar, el compañero ideal de Lionel Scaloni, amante del rock, de Federer, de Jordan, de jugar a la pelota y el ídolo de Lionel Messi
Estaba en la Sub 17 y se sumó al cuerpo técnico para darle otra mirada diferente al grupo
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DOHA (Enviado especial).- Se ríe como un nene, pero se tapa la boca para que nadie pueda descubrir algo de esa picaría. Llora por la angustia de un gol que evitó que se hagan añicos miles y miles de sueños. Dentro del maremagnun de emociones que se viven en esta ciudad, él parece tener una fórmula mágica para no quedar atrapado allí, donde todo quema. Se aleja de las cámaras, no quiere saber nada de eso, siente que su segundo o tercer plano, para así se respetan las jerarquías, es la posición más saludable para él. Se pierde en la música, en algún texto que le interese y le aporte una sencillez al mensaje que lo hace diferente al resto de sus compañeros de staff. Pablo Aimar es la pieza que une todo, el respeto por el trabajo, la belleza del juego, el discurso sin complejidades, el apoyo exacto, la admiración unificadora y la misma frescura que tenía cuando acunaba una pelota con sus pies.
“Pablo el fútbol te necesita”, fue la declaración pública que hizo Lionel Scaloni hace varios años, cuando los dos estaban ya retirados y ninguno pensaba que juntos iban a estar en el cuerpo técnico de la selección argentina y ante la posibilidad de alcanzar la gloria máxima. Locuras del destino, casualidades o causalidades, Aimar contó hace un tiempo, que hablar de la selección y remontarse en el tiempo lo lleva a un lugar específico: “Al Mundial 86. Ese es mi primer recuerdo. Yo lo veía a mi viejo festejar los goles de rodillas y decía ‘Está loco’. Después lo entendí. Esa selección tuvo una influencia muy fuerte en todos los chicos que jugábamos al fútbol. Todos quisimos ser algún jugador de los del 86″.
Dejó de patear profesionalmente con la camiseta de River el 31 de mayo de 2015, pero exuda fútbol. Lo saben cada uno de los integrantes del cuerpo técnico y también los futbolistas. Por eso lo escuchan, se detienen ante alguna sugerencia, respetan sus miradas. Incluso, el capitán de la selección, Lionel Messi, siente una profunda admiración por Aimar. Su defensa a ultranza por el conjunto nacional, también lo eleva y desde las bases regó ese sentido de pertenencia: “Estar en la selección implica defender tu lugar. Nosotros tratamos de decirles que hay que sentirse jugador de selección y serlo. No es solo dársela bien al compañero. Eso está entre un montón de otras cosas que hay que hacer bien. Pero hay que vivir como un jugador de selección”, les decía a los chicos de la Sub 17, la categoría de selección que condujo antes de asumir un rol junto a Scaloni.
Su DT favorito es Marcelo Bielsa, pero su gusto por el rosarino está vinculado más a su costado humano. Jorge Jesús fue técnico suyo en Benfica, cuando Aimar era jugador, le enseñó mucho y aplica casi todo de aquello a su función como entrenador. Es fanático de Roger Federer y de Michael Jordan. Se escapa del fútbol con el rock, tiene en su casa cuadros colgados con el símbolo de Octubre, la tapa de uno de los discos de los Redonditos de Ricota, otro Ringo, Paul y John, algunos de Mick y Keith, tiene un par de guitarras, un piano, una tumbadora, con los que hacen música sus hijos, que suelen decorar las tardes en Buenos Aires con las melodías de La Beriso. Educación nórdica para los dos más pequeños. Aimar es una pieza de colección al que simplemente hay que escuchar.
Acepta su rol, no quiere que sea diferente, incluso le sienta perfecto, porque él no quería dirigir primera división, por eso el proyecto juveniles le interesó y no se pudo resistir cuando le ofrecieron acompañar a Scaloni, en especial, porque estaba en un plano sin exposición. Ahora bien, mas allá de cuestiones de edad, para Aimar hay cuestiones que son innegociables en el proceso de selección y que se extienden al pensamiento de todo el cuerpo técnico. Por eso cuando dirigía los juveniles hizo pegar un cartel con lo que pretende de un futbolista que vista la camiseta celeste y blanca: Sentido de pertenencia (dar todo por la camiseta), determinación (resolver con valentía), humildad (reconocer errores, dejarse ayudar), generosidad (dar más de nuestro 100%), entusiasmo (tener ganas de hacer, contagiar), respeto (por favor, gracias, permiso, buenos días), trabajo en equipo (ninguno es tan bueno como todos juntos) y compromiso (siempre).
A los 43 años tiene una forma de ver el fútbol que intenta trasladarlo adentro del grupo de trabajo y también una idea de cómo hay que intentar disfrutarlo. Sabe lo que son las exigencias, contó hace un tiempo en una charla con LA NACION, que no era sencillo para él tomarse las cosas con tanta naturalidad, pero que el tiempo lo ayudó a comprender: “Ahora uno tiene otra edad y comprende que perder no es tan grave. Pero lo era para mí, porque me he pasado noches enteras sin dormir por eso. Después te vas dando cuenta de las cosas y te relajás”.
Recibió varios golpes, el fútbol le dio unos cuantos, la vida algunos más, por eso la partida repentina de su mamá, Mary Giordano, a los 70 años, pusieron bajo la lupa su camino hasta aquí. Sin embargo, la ilusión de poder estar en esta Copa del Mundo, el sentir que su madre le hubiera pedido que lo hiciera, oficiaron de motor para él. Y porque estar con una pelota en los pies y con un estadio que se cae sobre la cabeza es especial para Aimar: “Entrar a una cancha con gente es algo adictivo”.
Acomoda las pelotas antes de cada entrenamiento. Charla con todos. Lejos, bien lejos de las cámaras. Le dice cosas al pasar a los jugadores, suelta alguna broma para Messi, se reúne en el centro del campo con Scaloni, Samuel y Ayala. Escucha, se pone serio, se ríe, participa. Bielsa, Pekerman, Jorge Jesús, ellos le inocularon sus conocimientos, él los adaptó, lo amoldó a sus formas, pero el fondo es todo, por eso cuando explica cómo siente el juego, cómo lo vive todo el cuerpo técnico, se entiende por qué la selección argentina está en la final de la Copa del Mundo: “Hay equipos que ganan con dos defensores, con tres, con cinco delanteros, con tres atacantes. Con los números que quieras. Pero lo importante es lo convencido que esté el grupo para ganar. Ahí radica la clave. Todo se resume en eso, todos tienen una manera diferente para ganar, la diferencia la hace el que convence a su grupo”. Ellos, Scaloni, él, Samuel y Ayala, hicieron su trabajo.
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