Otro golpe para Independiente en la Copa de la Liga Profesional: perdió contra Riestra, lleva tres fechas sin ganar y está en riesgo su clasificación

Ni fútbol, ni mentalidad, ni resultado. Independiente naufragó en todos los aspectos y comenzó la recta final de la etapa regular de la Copa de la Liga Profesional con un golpe de ésos que pueden dejar consecuencias. Se dejó sorprender por un Riestra que a fuerza de corazón, garra y seriedad absoluta le ganó bien como local. Un 1 a 0 a pura fibra, como corresponde a un equipo que tiene alma de ascenso.

Después del empate frente a River, Carlos Tevez había calculado en siete u ocho la cantidad de puntos que su equipo necesitaba sumar para meterse en los cuartos de final. Y en el imaginario de la gente del Rojo, la primera visita de su historia al estadio Guillermo Laza era la ocasión ideal para anotarse los tres primeros. Nadie habrá imaginado que la tarde iría a terminar en un chasco gigantesco para el cuadro de Avellaneda.

Habían transcurrido apenas 30 segundos de juego cuando un envío largo desde la defensa local picó de manera extraña en la puerta del área de Independiente, como si la pelota hubiese rebotado en un colchón. Joaquín Laso cabeceó desacomodado hacia atrás y a Rodrigo Rey le hicieron falta tres tiempos para atrapar el balón ante la embestida de Jonathan Herrera. La acción pudo ser una anécdota, pero fue un anticipo.

El césped bastante más alto que lo acostumbrado y un piso blando por efecto de la lluvia de los últimos días enlentecieron hasta la exageración el campo e incomodaron desde el primer minuto al visitante. En principio, lo condicionaron al intentar el Rojo que los pases llegaran a destino con la fuerza y la precisión imprescindibles, y a partir de la acumulación de errores, al tratar de asegurar los controles, ganar los rebotes, ajustar las marcas y ser contundente en los despejes.

El gol de Pedro Ramírez para Riestra

Ausente el capitán Iván Marcone por una suspensión (expulsado en el 1-1 frente a River), el mediocampo de Independiente careció de timón. Disperso en la recuperación y errático en el toque Gabriel Neves, desubicado Lucas González, lento y peleado con la cancha Federico Mancuello, el equipo fue poniendo en bandeja el desarrollo a Riestra para que jugara como mejor sabe, y el conjunto dirigido por Cristian Fabbiani lo aprovechó a la perfección durante una larga media hora.

Para el Malevo, el fútbol es apretar los dientes y exprimir al máximo el puñadito de virtudes que, más allá de otras cuestiones por todos conocidas, lo impulsaron hasta la primera A. Le saca el jugo a cuanta circunstancia encuentra por el camino: no escatima el cuerpo en cada choque ni ilusión en cada carrera, aunque parezca perdida de antemano. Esas armas muy simples, más los pases largos hacia los potentes Herrera y Nicolás Benegas, y la buena pegada de Guillermo Pereira, le bastan si enfrente se la planta un rival con serias dificultades para cambiar su libreto sobre la marcha.

Antes del gol, un muy buen centro desde la izquierda de Pereira para que Pedro Ramírez anticipara a Adrián Spörle y cabeceara limpio, Benega había estrellado un cabezazo en el travesaño y Rey había debido extremar los reflejos para rechazar un derechazo de Herrera.

Tevez, que no suele apresurarse en los cambios, vio tan mal el panorama que decidió dos sustituciones a la media hora. Afuera Neves y Laso, que ya estaba amonestado, y adentro David Martínez (para sumar un volante y desarmar la línea de tres centrales) y Alex Luna. Las modificaciones surtieron su efecto pero de manera parcial.

El Apache insiste una y otra veces con el carácter constructivo de su trabajo en el equipo de Avellaneda. Pero por el momento la suya es una tarea “penelopeana”: los ladrillos que coloca una semana se le desarman a la siguiente. El Rojo levantó su producción con los jugadores incorporados pero nunca alcanzó un nivel ni siquiera aceptable, y la hora final fue una suerte de repetición permanente de una búsqueda que no tuvo más méritos que el empuje.

Es cierto que creó unas cuantas ocasiones como para arrimarse al empate, aunque todas con el mismo patrón de la suciedad, ya fuera en el armado o en la finalización. No tuvo Independiente un solo jugador que tuviera memoria como para recordar los tiempos en los que jugaba en canchas desparejas y pesadas. Matías Giménez y Gabriel Ávalos desperdiciaron sendas chances de gol por parar mal la pelota en el área cuando estaban mano a mano con Ignacio Arce, Ayrton Costa y el propio Ávalos remataron desacomodados también desde buenas posiciones.

Lo mejor de Riestra 1 vs. Independiente 0

Riestra nunca perdió el autocontrol y siempre se encontró a gusto. Llevó el partido al terreno que más conoce, ése que es habitual en los torneos del ascenso, en los que valen más la fricción que el toque atildado y la concentración que el talento. No inquietó más a Rey, pero tampoco se interesó en hacerlo. La media hora inicial le había sido suficiente para descentrar a su adversario y sacar la ventaja justa para llevarse el triunfo.

La cuenta que se plantearon Tevez y los hinchas del Rojo se derrumbó en el primer paso, la clasificación para los cuartos de final se complicó antes de tiempo y los fantasmas de la Copa de 2023, cuando perdió en las últimas tres fechas el acceso a los playoffs, se asoman en el horizonte. Independiente tiene margen para la reacción, pero este viernes mostró que la construcción del DT todavía necesita ladrillos muchos más sólidos.

Por cierto, Carlitos prefirió no hacer declaraciones esta vez. Viene del entredicho con el referí Pablo Dóvalo (de controvertido desempeño en el 2-2 con Barracas Central), del cruce en las redes con el dirigente de AFA Pablo Toviggino, de la exigencia de silencio de Claudio Tapia a los directivos de los clubes derivada de la queja de Tevez y de la multa de 455.400 pesos que el entrenador debió pagar para no estar dos fechas ausente en el banco de suplentes. Esta vez, ante Riestra, no hubo mayores polémicas. Tampoco, un rendimiento de los suyos que lo motivara a hablar en público.

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