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Osvaldo Piazza: “Del rugby admiro que juegan a cara de perro, pero todos terminan abrazados”
A los 76 años, el exDT de Vélez es un ídolo en Saint Etienne; vio a los Pumas y reconoció que lloró con la Copa del Mundo 2022
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SAINT-ÉTIENNE, Francia (Enviado especial).– Una señora interrumpe respetuosamente la entrevista y le dice “soy yo, la nena de cinco años que vivía en el piso de abajo de tu casa”. Se saludan, se abrazan, la entrevista sigue pero no por mucho tiempo. Todos quieren sacarse una foto con él, saludarlo, agradecerle. Hasta los miembros de la organización dejan sus tareas para brindarle alguna muestra de afecto. Osvaldo Piazza es una leyenda en Saint-Étienne. A los 76 años, es tan querido como cuando era figura en el equipo que salió tres veces campeón de Francia y llegó a la final de la Copa Europea de Campeones (hoy la Champions League).
El encuentro, preacordado, se produce en las puertas del estadio Geoffroy Guichard, el mismo donde brilló en los 70 y donde minutos más tarde volvería a ingresar para ver el partido de los Pumas ante Samoa por el Mundial de Francia 2023. Hubo que alejarse un poco del flujo de gente, no porque le incomodaran los saludos, al contrario, sino porque tantas interrupciones amenazaban con extender la entrevista al punto de perderse el inicio del partido.
“Me emociono cada vez que vuelvo. Acá transcurrieron mis mejores años como futbolista. La gente me quiere”, cuenta. Formado en Lanús, emigró a Francia a los 25 años cuando un dirigente del AS Saint-Étienne que fue a la Argentina a buscar un marcador central lo vio en un partido contra Boca. Lo compró inmediatamente. Volvió ocho años después para jugar en Vélez, regresó a jugar un año más en el ascenso de Francia y convertirse en entrenador: dirigió al Fortín y logró dos títulos, uno servido en bandeja por su amigo Carlos Bianchi antes de partir a la Roma. Fue Piazza quien lo recomendó para dirigir a Vélez.
Vive en Núñez, pero regresa todos los años a Saint-Étienne para conmemorar aquella final de 1976, donde cayeron por 1-0 ante el Bayern Múnich de Sepp Maier, Franz Beckenbauer, Karl-Heinz Rummenigge y Gerd Müller, a quien se encargó de marcar. “Todos los años los viejos que jugamos aquella final famosa volvemos acá para conmemorarla”, cuenta. “Famosa para el fútbol francés, porque ahí empezó a haber una revolución. Hasta ese momento era un fútbol que nunca había demostrado nada.”
Fue convocado en la previa del Mundial 78 por César Luis Menotti, que lo fue a buscar personalmente a Francia y a quien admira, pero un accidente automovilístico de su mujer y sus hijas en su país adoptivo, grave mas no mortal, lo hizo volver y declinar la convocatoria.
Aunque lo suyo es el fútbol y admite no entender mucho las reglas del rugby, su relación con la ovalada no es de ahora. De hecho, es amigo de Serge Blanco, fullback francés de los 80 y 90. “Los stéphanois [gentilicio de los oriundos de Saint-Étienne] piensan que yo vengo por el partido. Obviamente estoy contento de estar acá, pero yo no sé nada de rugby”, admite. “Me gusta la mentalidad que tienen y admiro esa convivencia, me parece fenomenal. Pero yo soy de fútbol, y si estoy acá es porque vengo de pasar tres días bárbaros con mis compañeros. Algunos ya no están, pero tratamos de pasarla lo mejor posible y esa caricia del hincha de fútbol es increíble.”
–¿Ve los partidos de los Pumas?
–Yo conocí a los Pumas a través de la televisión e iba a los partidos que jugaban en Ferro y en Vélez, pero ni conozco las reglas. Iba más por un encuentro de deportistas que por el partido mismo. Tenía admiración por cómo jugaban a cara de perro y después terminaban todos abrazados. Yo decía ‘cómo puede ser que se den como en la guerra y después terminen abrazándose’. Confiabilidad, sensibilidad, respeto hacia el otro. Admiro mucho eso, por eso iba a verlos. Hasta me senté en el banco de suplentes de Francia. Porta se enojaba, pero yo sólo los estaba acompañando. Me hacían sentar con ellos. Me hacían sentir todo ese cariño que a ellos les había brindado el fútbol. El jugador de fútbol no es hincha del rugby, pero el de rugby sí es hincha del fútbol.
–¿Por qué lo llevaban?
–Un poco para que los ayudara en su estadía en la Argentina, un poco hacía de traducción y también como una forma de agradecer todo lo que había hecho con Saint-Étienne, como un regalo que me hacían. Se terminaba con una gran fiesta en La Rural, donde estaban los dos equipos, los dirigentes… yo admiraba todo eso. Ellos me decían: podrías ser uno de los nuestros. Y yo me reía porque no me sentía capacitado para recibir tantos golpes. Pero también hay que usar mucho la inteligencia en el rugby, hay talento, hay destrezas.
–¿Sigue relacionado con el fútbol de alguna manera?
–Para nada. Lo último que hice fue dirigir a Atlético de Rafaela, cuando descendimos. Ahí dejé todo, porque el golpe fue grande. Después de eso no hice más nada.
–¿Cómo vivió Qatar 2022?
–Contento por Messi. Me hizo llorar delante del televisor de la emoción que sentí. Y la admiración por un técnico que, creo yo, fue el único que lo puso en las mejores condiciones. Puso el equipo alrededor de él. El partido que hicieron en la final fue fenomenal. Era para ganar tranquilo hasta que un talento como Mbappé nos dio vuelta todo.
–¿Qué le decían sus amigos franceses?
–Tuve varias entrevistas por televisión o radio. Todos coincidían en que la Argentina fue superior. Sobre todo en el costado izquierdo. Fue el mejor festival de Di María en toda su carrera. Mentalmente estaban preparados para ganarla, y si no la ganaron en el tiempo reglamentario lo demostraron en los penales.
–¿Qué siente cada vez que vuelve a este estadio?
–Una emoción enorme. Acá está mi carrera. Acá viví mis mejores momentos, tuve mis mejores reconocimientos y hoy la gente en la calle me lo demuestra con cariño. Seguramente me lo habré ganado. No con técnica o con talento, pero sí con ganas. Porque venir acá, a una ciudad bastante fea…
–Tiene su encanto…
–Ahora. Cuando yo llegué me quería volver en el mismo avión. El clima además es muy frío, nieva. Pero tiene otras cosas sentimentales que son muy importantes. Al menos jugaron un rol importante en mi vida. Mis dos hijas nacieron acá, mis nietos son franceses a través de mis hijas, y siempre estoy contento de volver a encontrarme con este país. Hoy estoy viendo rugby porque soy argentino, defiendo los colores y me pongo a llorar como me puse a llorar con Messi.
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