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Un nudo en la garganta y fotos con los empleados: cómo vivió Guillermo Barros Schelotto su último día en Boca
Silencio imponente. Lágrimas de tristeza en muchos. Porque se fue Guillermo Barros Schelotto, aunque ese no es el mal mayor: a Boca llegó una sensación más firme de que la próxima hora no será de los exjugadores para ponerse el buzo de DT. Los ídolos justamente pierden idolatría. Pasó con Rodolfo Arruabarrena; ahora con el Mellizo. Eso predominó en el Salón Filiberto de la Bombonera, el lugar de una de las últimas imágenes de Guillermo en el club: el dolor de que alguien tan querido y exitoso como jugador, pase inadvertido como entrenador, se retire apenas con un tibio aplauso final.
El ahora extécnico xeneize había sido convocado para que este viernes se presentara en el estadio para dar, en conjunto con el presidente Daniel Angelici, la conferencia que anunciaría su desvinculación. No estaba confirmada su presencia: todo quedaba en él. Pese a seguir masticando la frustración de haber perdido la final de la Copa Libertadores ante River el último domingo, fue un señor y se hizo presente a horas de la tarde. Y antes de llevar a cabo lo que fue un monólogo de ambos protagonistas, se acercó a las oficinas del presidente para terminar bien la relación, tanto personal como contractual.
Su caminata por los pasillos de la Bombonera fue permanentemente con los ojos brillosos. Una mezcla de sensaciones. Por un lado, el deseo de que la formalización de su salida frente a las cámaras de televisión se produzca velozmente: pidió que los periodistas no hicieran preguntas para no tener que decir cosas que aún están en proceso de deglución. Por otro, el pedido interior de que el día no se terminara nunca y, así, jamás abandonar el ambiente azul y oro que tanto adora: mientras el micrófono era de Daniel Angelici, él tenía la mirada perdida. Sus ojos, notablemente golpeados, iban y venían por cada rincón. Su ilusión, que arrancó en los primeros meses de marzo del 2016, era tan grande como la nueva sensación de extrañar al Mundo Boca.
"También le agradezco a ustedes, los periodistas. Seguramente quieran hacerme muchas preguntas, pero hoy prefiero irme en paz. No quiero tener razón, me quiero ir en paz con el hincha de Boca", dijo Guillermo, entre la tristeza y una sonrisa pícara. Tan auténtico fue lo que expresó, que lo hizo realidad.
Porque dos días antes de enfrentar a Independiente del Valle en la Bombonera, en la segunda semifinal de la Libertadores 2016 (los ecuatorianos lo dejaron afuera), el Mellizo se cruzó con Nicolás Álvarez, de Radio Nacional. "No tenemos la obligación de ganar la Libertadores", había declarado Barros Schelotto. "Ah, ¿no?", fue la respuesta en alto, con sorpresa pero sin mala intención, del periodista. Aquello generó un quiebre entre ambos que se solucionó esta tarde.
Álvarez se acercó rápidamente, antes de que el ex técnico se fuera: "Simplemente quiero ofrecerte mis disculpas por lo que pasó aquella vez. Y que sepas que mi intención no fue herirte. Quiero que tengas las mejores de las suertes". "Te entiendo y también te ofrezco mis disculpas. Ya pasó", fue apenas lo que pudo decir Guillermo. Y no porque no le interesaba. Directamente no podía hablar: tenía un nudo en la garganta y la voz quebrada. Y, se sabe, es un hombre que no le gusta mostrarse débil. Todo aquello, sumado a las palabras en conferencia, hicieron que varios dirigentes también lagrimearan.
Guillermo se fotografió con periodistas, empleados y algunos directivos. Y cerca de las 17 se retiró del estadio en el auto de su hermano: Gustavo Barros Schelotto fue el conductor tanto en la llegada como en la salida y fue parte de la privacidad en las oficinas del presidente, aunque no se hizo presente en el comunicado público. Lo más fuerte estuvo ahí, en el momento de su partida. Cecilia, una hincha que mantiene una relación distendida con los Mellizos de hace años, lo fue a despedir: le regaló una carta, le entregó varios abrazos y le brindó un "te quiero mucho" de despedida, pese a su pudor de salir en todas las cámaras de televisión.
"Hace 20 años lo conozco, de cuando era jugador del club. Es una gran persona. No se merecía pasar por esto. La semana pasada estábamos festejando y él tenía una alegría tremenda de que iba a jugar esta final. Después pasó lo que pasó. Pero no se tenía que ir así", le soltó a LA NACIÓN algo indignada por la decisión de Angelici.
Y luego de otro fuerte abrazo con otro fanático que lo estaba esperando al lado del auto, Guillermo y Gustavo se retiraron. "Con la tranquilidad de haberlo dejado todo", según lo que expresó ante los micrófonos. Y poniéndole fin a un ciclo que dejó una gran tristeza adentro de un club que ya no tiene fuerzas para apostar por otro ídolo.
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