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Offside semiautomatizado: por qué es imposible que a la tecnología se le “pierda” un jugador
La jugada de gol anulada a Lautaro Martínez en la derrota contra Arabia Saudita disparó una polémica que no tiene razón de ser; cómo funciona el nuevo VAR
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El sistema semiautomatizado del fuera de juego que se utiliza en el Mundial Qatar 2022 se compone de 12 cámaras instaladas los estadios, que captan los movimientos de la pelota y hasta 29 puntos de datos del cuerpo de los jugadores hasta 50 veces por segundos y que calculan las posiciones exactas sobre todo el terreno de juego. Un tendido que se completa con un balón que contiene una unidad de medición inercial que envía 500 paquetes de datos por segundo a la sala del VAR. Es una tecnología que tiene cinco fabricantes diferentes testeados por estructuras autónomas como la Universidad de Victoria de Melbourne, el Sports Lab del Instituto de Tecnología de Massachusetts y la Universidad ETH de Zúrich.
Sometido a diferentes tests de calidad en los últimos dos años, fue implementado primero en la Copa Árabe en diciembre de 2021 y ahora es utilizado en el Mundial. Cuesta creer que a todo este conglomerado tecnológico se le “pierda” un jugador en el terreno en el partido entre la Argentina y Arabia Saudita como para afirmar que el sistema se equivocó. La tentación de hacerlo es grande cuando enfrente hay una gran organización como FIFA y un arsenal tecnológico al que se puede desafiar simplemente con las ganas de creer en una noticia deseada. Se precisa de muy poco para demostrar la suposición y se invierte la carga de la prueba.
El sistema del offside no tiene manera de descartar a un jugador del campo de juego. La captura de datos de estas 12 cámaras -los partidos que vemos del Mundial se transmiten con más de cuarenta- integran lo que FIFA denomina EPTS, el acrónimo en inglés del seguimiento óptico de performance de los jugadores.
Desde 2017 que la FIFA analiza y valida a diferentes compañías del mercado, que desarrollan soluciones utilizadas en las principales ligas y federaciones de fútbol del mundo, y que tienen como objetivo generar el nuevo big data de este deporte con el denominado tracking óptico y que recolecta datos de velocidad, direcciones y posicionamiento de todo lo que sucede en el campo de juego. Una manera directa de definir este modelo es identificarlo como “tracking esquelético”.
Muy lejos de olvidar o no tomar en cuenta la posición de un jugador determinado en la cancha, estos sistemas generan una sobreabundancia de datos que la inteligencia artificial procesa y analiza en función de un proyecto. En este caso se utiliza para la detección del fuera de juego, pero su capacidad es infinitamente superior: podemos saber todo de todos los futbolistas que están en la cancha y de la pelota, con alturas, trayectorias, movimientos y potencia en los disparos.
Un equívoco grande es creer que el gráfico en 3D que marcó la posición del hombro de Lautaro Martínez en el famoso offside de la polémica, es lo que el sistema produce durante su funcionamiento. En realidad esas figuras gamificadas son el modo elegido por FIFA para graficar lo que se obtiene de los datos. Son la visualización de los datos representados de una manera simple para incorporarlos a las transmisiones televisivas.
Lo que sí podemos conceder es que tal vez el error de todo este sistema no sea tecnológico sino de sentido común: el sistema semiautomatizado del offside le propone una batalla desigual al futbolista ya que lo deja sin un recurso que esté dentro de sus habilidades para no “caer” en lo que el reglamento le impide. Un futbolista no tiene manera de calcular si un pie -como le pasó a Ecuador en el primer gol anulado del Mundial- o un hombro -como le pasó a la Argentina- podrán evitar a ese “francotirador” del tracking óptico para que la totalidad del cuerpo no se encuentre en fuera de juego al momento de ir por la pelota.
De tan perfecto que es, el sistema le propone al futbolista modificar la manera de jugar para eludir lo que la tecnología juzga. Entonces aquí ya ingresamos en otra fase que atenta incluso contra el espíritu emprendedor de cualquier startup: la tecnología debe estar para solucionar problemas existentes y no para crear otros nuevos.
Comparemos el sistema del offside con el foto finish que determina con una reproducción de la imagen cuál corredor llegó primero en una prueba atlética: son los instrumentos de medición y la representación visual de ese momento de la competencia los que se adaptan al modo de correr de los atletas y no al revés. El sistema semiautomatizado del offside, de continuar así, le reclama a los futbolistas cambiar su manera de sortear una situación clave e influyente del juego.
Como el recurso en realidad es automatizado -el “semi” remite a la decisión final que toman los árbitros de la sala del VAR- deben ser las personas que reglamentan el fútbol las que deberán analizar con sentido común cuando aplicar lo que dicen los datos. O bien debatir la posibilidad futura de introducir un cambio en las reglas del offside, ahora que la tecnología nos ha llevado tan lejos.
El dato extra en esta historia tal vez provenga desde Arabia Saudita como el primer seleccionado en este Mundial que diseñó un sistema posicional con el respaldo tecnológico, al tomar en consideración que el offside era una nueva instancia especial de revisión. El resto del problema fue enteramente argentino ya que la mayor cantidad de las posiciones adelantadas fueron sancionadas bajo el paradigma “old school”: con el juez de línea levantando la bandera.
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