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Nuevo DT de Independiente: el Ruso Zielinski, un luchador al que canjearon por un colectivo y triunfó sin marketing
Luego de un breve paso por Nacional (Uruguay), el entrenador forjado en el fútbol de ascenso asume el desafío de dirigir a Independiente
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Idolatrado en Belgrano de Córdoba por ser el estandarte del ciclo más importante de su historia, adorado en Chacarita por haberlo ascendido como jugador y entrenador, valorado en Atlético Tucumán por las grandes campañas que incluyeron una final de Copa Argentina y cuartos de final de Libertadores, respetado en el ambiente, el falso Ricardo Ruso Zielinski (su apodo de infancia es Polaco) necesitó remar durante más de 20 años en el ascenso para poder tomar un equipo en Primera A. La historia poco conocida de un mediocampista que enfrentó a Maradona en los picados de Villa Fiorito, que fue comprado a cambio de un colectivo de la línea 148, que reniega del marketing con que se venden algunos entrenadores y que está seguro de que con un buen representante hubiera llegado mucho antes a la elite del fútbol argentino.
1.–¿Quién es Ricardo Alberto Zielinski?
–Una persona simple, de familia. A veces parece raro decir "simple", pero siento que es la palabra que mejor me define. Y como entrenador apunto a lo mismo.
2.–¿Quién te puso Ruso?
–Ricardo, mi viejo, era polaco de Cracovia y vino para acá después de la guerra. En Lanús Oeste, mi barrio, siempre me dijeron Pola o Polaco, lo mismo cuando fui futbolista, pero hacia el final de mi carrera, algún compañero empezó a decirme Ruso, y terminó imponiéndose ese apodo. Si por la calle alguno me dice Pola, sé que me conoce del barrio o de mis primeros años como jugador.
3.–¿A qué se dedicaban tus padres?
–Mi viejo era soldador de caños, trabajó en represas; mi vieja, ama de casa. Éramos de una clase media baja. Tenía 3 hermanos, pero la mayor se murió de cáncer hace un par de años. Ahora yo pasé a encabezar la familia, y tengo un hermano y una hermana más chicos.
4.–¿Laburaste de pibe?
–Sí, claro, laburo desde los 14 años. Empecé en una tornería, como aprendiz, me llevó un amigo del barrio. Yo iba a la escuela, jugaba al fútbol y en el tiempo que me quedaba intentaba laburar de lo que se pudiera para tener un mango en el bolsillo y no pedirle a mi vieja. Después de la tornería fui cortador de zapatos en una fábrica, y más tarde tuve emprendimientos: nunca me quedé quieto e hice cosas a la par del fútbol.
5.–¿Cuándo y dónde empezaste a patear una pelota?
–Juego desde chiquito. En nuestra época no existían los entretenimientos que tienen los pibes ahora, nuestro juego era la pelota en el campito, en la calle y en el colegio. Yo estudiaba y jugaba en la Escuela 61, de Lanús: mi único juego era la pelota. Y me destacaba, la verdad, siempre me consideré un buen jugador.
6.–¿De qué equipo eras hincha de pibe y quién era tu ídolo?
–Me gustaban San Lorenzo y Lanús, por el barrio, pero no era fanático, no estaba tan definido. Después, cuando entré a los 13 años a las inferiores de San Telmo, me hice simpatizante de San Telmo y mi referente pasó a ser Pedro Alberto Coronel, el enganche del primer equipo. Me gustaba cómo jugaba, porque yo también era enganche.
7.–¿Jugaste al baby?
–Sí, arranqué en un club llamado "6 de enero", de Villa Diamante. Después, me prendía en todos los campeonatos que se pudiera. Me venían a buscar para ir a jugar a diferentes lugares, me valoraban bastante parece. En los barrios se sabía quién jugaba bien y quién mal, y se jugaba por plata, partidos chivos de verdad. Fuimos varias veces a Villa Fiorito y enfrenté a Maradona, a pesar de que Diego es un año menor que yo.
8.–La patada más chica iba al pecho, supongo.
–Olvidate, se jugaba fuerte y no te podías quejar. Ahí dejabas la montañita de ropa camino a la salida, por si había lío y necesitabas salir de raje. Cuando jugabas por plata, se podía complicar la situación y no quedaba otra que levantar las cosas lo más rápido posible y chau. Igual, en esa época era agarrarse a las piñas y nada más, no pasaba de ahí.
9.–¿Te agarraste muchas veces?
–Y… sí, no había opción. Si no tenías personalidad, no podías ir a jugar a esos lugares. Además, los referís mucho no cobraban, las patadas que te pegaban eran bastante importantes; si no te la bancabas, mejor que ni fueras. Esos campeonatos no eran para todo el mundo. Era un barrio contra otro, 100 personas que juntaban una determinada plata y se jugaba por eso. Había delegados que iban por los barrios reclutando a los mejores para sus equipos. Jugábamos en Fiorito, Valentín Alsina, Escalada, Villa Jardín, Villa Diamante…
10.–¿Qué te acordás de Maradona?
–Lo enfrenté un par de veces, en ese momento no lo conocía, aunque se rumoreaba algo, se decía que había dos chicos que la rompían: eran él y Goyo Carrizo, su gran socio de los Cebollitas. A Diego lo conocí en el tren, nos encontrábamos en el último vagón, donde caíamos todos los colados que tratábamos de esquivar al guarda. Nos tomábamos el tren hasta Pompeya y ahí yo agarraba el 46 para ir a la Isla Maciel y Diego se tomaba el 44 o el 42, no recuerdo bien, para ir a La Paternal.
11.–¿Cómo llegaste a San Telmo?
–Yo empecé en las inferiores de San Telmo con Roberto Bandian, un amigo del barrio, pero en un momento dejé por 3 o 4 años y me fui a laburar. En ese momento no eran sencillas las cosas en los clubes del ascenso, además yo laburaba y estudiaba. Cuando tenía 17 años, este amigo me contó que San Telmo había descendido a la C, que estaban reorganizando todo y había un entrenador nuevo, Carlos Guillén, que quería ver a todos los jugadores. Me insistió de volver, me acompañó y a los cinco meses estaba jugando en la primera de San Telmo, en la C.
12.–¿En qué cruzabas a la isla Maciel?
–A veces en bote, o si no en un colectivo que entraba dando la vuelta. Era divertido, nos encontrábamos varios chicos para cruzar en bote y la pasábamos bien, entre ellos estaba Marcelo Tinelli. Nunca tuvimos problemas en la isla, no se metían con los jugadores de San Telmo; antes había otros códigos, no sólo en la isla, sino en todos los lugares. Aparte, ¿qué nos podían robar si no teníamos nada? Íbamos con la ropa y las monedas justas para el viaje.
13.–¿Cómo era el Tinelli jugador, hizo bien en dedicarse al periodismo?
–Era muy buen jugador. Defensor central, una categoría más baja que la mía, pero éramos un grupo de 15 o 20 chicos que hacíamos todo juntos; un tipo bárbaro. Obviamente hizo bien en dedicarse a lo que se dedicó, por más que hubiera sido el mejor central de todo el ascenso.
14.–¿Es cierto que pasaste de San Telmo a Argentino de Quilmes a cambio de un colectivo?
–Es maravillosa esa historia: Argentino de Quilmes estaba en la B y me quería a mí y a otro compañero de San Telmo, Magliano. San Telmo, que estaba en la C, aceptó y pidió a cambio a 2 jugadores y plata. Como plata no había, el presidente de Argentino de Quilmes, que era el dueño de la línea 148, para compensar la diferencia le ofreció un colectivo por un año. En esa época, en el ascenso, era usual que algunos clubes pagaran con pelotas y ese tipo de cosas. Y bueno, al final ese colectivo sirvió para llevar a los chicos de las inferiores de San Telmo. Son las historias que hacen que el ascenso sea maravilloso y que se valore desde otro lugar. Por eso yo quiero tanto al ascenso.
15.–¿Cómo te fue en Argentino de Quilmes?
–Fue una experiencia hermosa. El entrenador era Cacho Malbernat, campeón de América y del mundo con el Estudiantes de Zubeldía, y tuve la suerte de compartir equipo con Juan Ramón Verón, la Bruja original, que afrontaba el último año de su carrera. En ese equipo también estaba Adalberto Magallán, el padre del defensor que jugó en Boca. A pesar de la edad, la Bruja era un crack como jugador y ni hablar como persona. Yo era un pibito que recién empezaba y me enseñó un montón: cosas del juego, porque yo tenía muchas ganas y me desorganizaba, y consejos para manejarme fuera de la cancha. Mantuvimos el contacto y somos amigos. Lo quiero mucho a Juan.
16.–Para los que no te vieron, definite como jugador.
–Mediocampista, derecho, jugaba bien al fútbol, pero por lo que más me destacaba era por la personalidad. Jugaba si había que jugar y ponía si había que poner. Era un tipo complicado adentro de la cancha, agresivo para recuperar. Ya te digo: si no hubiera sido agresivo en esos campeonatos por plata, no me habrían llamado más.
17.–¿Un jugador parecido a quién?
–Yo empecé como enganche y terminé como N°5. Tenía un físico similar al de [Claudio] Marangoni, con un poco menos de técnica, pero con más rapidez. En los últimos tiempos no parece haber tantos jugadores como antes: el que juega no marca y el que marca no juega. En nuestras camadas había que jugar bien, cabecear bien, saber pegar una buena patada, de todo.
18.–¿Quién te pasó de enganche a N°5?
–El Viejo Guerra. Yo había metido 10 goles en Argentino de Quilmes, me compró Chacarita y en un momento me agarró el Viejo [Juan Manuel] Guerra y me dijo: "Pibito, necesito que usted rasquetee en el medio porque no tengo a nadie que me rasquetee". Y bueno, fui y rasqueteé. ¿Qué iba a hacer, si en ese momento lo único que quería era jugar? Con los años me arrepentí, me pareció un error irme para atrás en el campo, porque al cambiar de posición perdí cosas que me gustaban mucho, como llegar al área seguido. Tenía facilidad para hacerlo.
19.–¿Estuviste cerca de jugar en algún grande?
–De River. Y dos veces. Una fue cuando estaba en Argentino de Quilmes y me recomendó el Negro Ramos Delgado, que vivía en Quilmes y me venía a ver seguido. Ramos Delgado tenía vínculos con River, incluso en 1982 fue técnico de la primera. Recomendó a un par de jugadores del ascenso, entre los que estaban el Negro Enrique, Luis Martínez y yo: armaron un equipo y fuimos a jugar un partido al Monumental. Pero hubo un problema: me desgarré unos días antes de esa prueba. Igual, fui y quise jugar, pero el médico no me dejó. Me la perdí, y el Negro Enrique terminó yendo a River y de ahí pasó a la selección y fue campeón del mundo con los dos. Son circunstancias que a veces te pone la vida y pueden cambiar un destino. No me quejo de lo que viví, eh, pero así ocurrió.
20.–Y la otra…
–River quiso comprarnos a Luis Abramovich y a mí, el combo: en realidad el que más les interesaba era Abramovich y yo iba de complemento. Estaba dando vuelta esa chance y apareció el Puma Rodríguez, el cantante, y compró al Ruso Abramovich y ahí River desistió de la operación. Al final, el Puma lo terminó llevando a Boca.
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