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Los círculos del infierno de Independiente
La ceremonia se repite cada quince días. El ritual es parte de una misa familiar. Los resultados no debilitan el deseo de compartir el encuentro, pero cada uno de sus integrantes tiene en su disco rígido de recuerdos información muy diferente. La memoria debe ser una tabla de salvación para recordar los orígenes, pero cuando la nostalgia le gana por nocaut a la realidad, entonces el presente cruje.
El abuelo que ya pasó las siete décadas cuenta sus historias de inolvidables noches de Copa Libertadores y se emociona pronunciando apellidos como los de Bochini, Pavoni, Santoro y Bertoni. El papá sabe de aquellas conquistas porque las escuchó como esos cuentos que son recitados a los chicos a la hora de dormir, pero además les agregó sus propios héroes: Trossero, Marangoni y Burruchaga, y más cerca, Gustavo López y Rambert. Cuando sienten la musicalidad que tiene la palabra "Pastoriza", se emocionan y a veces hasta se ponen de pie. El pibe veinteañero es hijo de la tecnología, por eso de a ratos se encierra en su celular y bucea en las profundidades de Internet algunos de esos capítulos heroicos. Cuando quiere aportar lo suyo menciona a Milito, a "Kun" Agüero y a un lejano recuerdo ya avejentado de aquello que pasó con Gallego como entrenador hace casi dos décadas. La vuelta en el Maracaná de hace un par de años es "su" momento, pero en el fondo siente que no le alcanza. El paso por la B Nacional no le resulta una afrenta; contrariamente, ayudó a ratificar el sentimiento de identidad. El pibe vive estos años más duros y se adapta a la realidad.
Poco tiene de Divina comedia la actualidad de Independiente. Las heridas recibidas en el clásico frente a Racing, lejos de cicatrizar, están aún en carne viva. El inicio del incipiente ciclo de Lucas Pusineri como entrenador recibió un golpe demoledor, que necesitará de una unión entre partes, una sinergia indispensable, que como primera reacción ante la adversidad no exhibe esa amalgama tan necesaria para casos no graves pero sí agudos, como este.
Así como los tiempos de crisis en el fútbol reclaman una participación madura y lúcida de cada una de las tres patas que forman el bloque (dirigentes, entrenador y jugadores), la dinámica post clásico no distingue la diferencia entre ayudas, acusaciones y posibles salidas, dependiendo del eslabón de la cadena que asume el protagonismo.
Pusineri surge como el más enfocado a la hora de establecer un diagnóstico. Con apenas un puñado de partidos a su cargo ya experimentó todas las sensaciones posibles. Compitió seriamente ante River y Boca más allá de cosechar apenas un empate, logró un triunfo sobre Central atípico en el resultado para la paridad del fútbol local y confirmó en el triunfo contra Fortaleza y el empate con Arsenal que el efecto traumático tras la caída a manos de su eterno rival no será sencillo de metabolizar. No se puede reclamarle milagros y necesita tiempo para desarrollar su idea. La salida de Pablo Pérez, más allá de su vehemencia, le quitó una referencia importante en el campo; la ratificación de Silvio Romero como su mayor arma de ataque le otorga flujo goleador y volumen de juego, y el resto es todavía un modelo en construcción a partir del ensayo y error. Considerado por el hincha y a salvo de la decepción reinante, el DT mantiene abierto el crédito.
Los jugadores están en el foco del conflicto. Su apatía ante Racing fue exasperante. Difícilmente se pueda imaginar condiciones más favorables para ganar un partido tan sensible, pero como el fútbol –igual que la vida– es dinámico, anclarse en el duelo sería masoquista. Como reacción natural, la rebeldía debería surgir en este momento y es entonces cuando aparece una carencia profunda. No sólo no se aprecia que existan liderazgos claros en el grupo ni tampoco arrebatos individuales que marquen el camino, sino que además arrecian las dudas respecto a la continuidad de futbolistas (Franco, Martín Benitez) que en las próximas horas buscarían un poco de aire y un cambio de rumbo. Ya sin Nicolás Domingo, Figal y el mencionado Pérez, deberán emerger, si es que los hay, referentes que marquen el rumbo en el vestuario y contagien en el campo. El futuro es, cuanto menos, dudoso.
Como si algo le faltara a la hoguera del infierno, las declaraciones de los Moyano, Hugo y Pablo, sólo agregan nafta al incendio. Sus dardos contra los jugadores, lejos de sumar a la unidad, atomizan lo que debería ser una construcción colectiva firme, en la que todos buscaran un mismo objetivo. El mundo del fútbol y quienes lo componen tienen un idioma y un trato específicos que los altos dirigentes del Rojo por momentos parecen olvidar o desconocer. La postura de "dueños del club" subyace en cada uno de sus comentarios. Es tan cierto que compraron buenos futbolistas, invirtiendo un monto importante de dinero, como que eyectaron a Beccacece de su cargo en menos de un semestre. Sin tiempo no hay proyecto, y sin resultados, tampoco, pero tomar decisiones y declarar ante la prensa desde la lógica del hincha sin contemplar los efectos posteriores, siempre tienen un costo.
El pasado entibia el alma pero no se puede vivir de la nostalgia. Si bien la gloria es un activo imperecedero, el Rey de Copas debe adaptarse al tiempo real. Todo Independiente debería saberlo y reaccionar en consecuencia. Y pronto.
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