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No hay secretos: siempre te hace ganar el equipo
Siempre se trata del equipo. Te ayuda, te potencia, te rescata, te cubre, te hace ganar. El fútbol tiende a ir en sentido contrario. Premios individuales, comparaciones entre jugadores. Los datos te permiten desmenuzar rendimientos durante el juego. Uso esas estadísticas vivas en las transmisiones. Ayudan a revisar miradas, fortalecer análisis y a derribar preconceptos. Pero existe el peligro de segmentar todo y ponerlo bajo microscopio. El fútbol siempre acomoda las cosas. Nos vuelve a enfocar en lo colectivo y en la síntesis. Todo se interrelaciona.
Por ejemplo, Montiel la rompió toda el sábado. Sus números fueron fabulosos. De 10 duelos, ganó 9. El que perdió lo dejó en el tobillo de Vinicius, la única falta que cometió. Anuló a Richarlison, a Everton y al propio Vini. Clausuró el lateral derecho. Jugó con esa personalidad que lo distingue en River y ninguna aplicación puede calcular. ‘Cachete’ no jugó solo. ‘Cuti’ Romero fue el primer central. Llegó con lo justo. Erró solamente un pase de los 34 que dio. Tiene ese secador rasante de 4 o 5 metros que te garantiza la salida limpia. Aguantó 79 minutos. No podía caminar. El coraje no se mide. Tampoco el entendimiento entre jugadores a través de miradas y señas. Lo reemplazó Germán Pezzella, de un gran cierre sobre Gabigol. Ya lo había sustituido en los partidos anteriores. Siempre estuvo a la altura.
Detrás de ellos estuvo Emiliano Martínez, el coloso. “Le dije a Leo que le iba a dar la Copa”, le contó a Federico Rodas durante la transmisión de DirecTV Sports. El resumen estadístico le computa dos atajadas. No puede reflejar el valor de ese revolcón ante el zurdazo de Gabigol. Tampoco mide la confianza que les transmite a sus compañeros. Nicolás Otamendi juega en el seleccionado desde 2009 promovido por Diego. Salió del radar tras la debacle en Ciudad del Cabo como lateral derecho. Recuperó su lugar con Martino. Alternó en ese carrusel de entrenadores que fue Argentina entre 2016 y 2018. Para este cuerpo técnico siempre fue imprescindible. El mapa de calor de Opta retrata un primer tiempo extraordinario. Lo ubica casi a la altura del círculo central, saliendo a anticipar/raspar a Paquetá que debió cambiar de puesto. En el segundo tiempo le tocó Firmino. Se lo cenó con la misma fórmula. El ingreso de Gabigol lo obligó a defender mucho más cerca de Martinez. Siguió en modo león. Contemos la cantidad de pases incorrectos que da cuando juega de 6. Pero no hay estadística que refleje su liderazgo en la cancha y en el vestuario. La vieja guardia tiene su título. Su contribución con la armonía del grupo post Rusia 2018 no sale en ninguna infografía. La renovación no habría sido posible sin la generosidad de los generales.
Con Acuña siempre jugás con once. ¿Cómo medís su entrega o su inteligencia para acomodarse a la posición/función que le toque? Es el futbolista complementario por excelencia. Cuando Brasil cargó el juego con Danilo y Richarlison por la derecha, entró el siempre aplicado Tagliafico para armar el doble tres y se acabó el peligro.
Leandro Paredes debió haber jugado el Mundial de Rusia. Era el 5 de Sampaoli. Un pase mal dado en el amistoso contra Italia sepultó sus chances injustamente. Su reconversión futbolística ha sido asombrosa. De enganche clásico a mediocampista central. Un regista, dirían en Italia. Alla Pirlo. Acierta el 90 % de sus pases, gana duelos, inicia en ataque, releva en defensa. Podrá jugar mal, claro. Pero ya no tiene sentido perder tiempo discutiendo si es 5 o no. Es, y es buenísimo. Una amarilla lo condicionó. Cuando no pudo parar a su amigo Neymar por estar amonestado, Scaloni lo reemplazó con Rodríguez.
Guido es el acomodador que siempre pone orden a partir de su simplicidad. Amigos inseparables, Paredes y Rodrigo De Paul manejaron la transición post Rusia con soltura y convicción. Ayer compartieron el eje en un 4-4-2.
El plan, ejecutado a la perfección durante el primer tiempo, tiene una historia. Scaloni había quedado muy conforme con la victoria 1-0 ante Brasil en un amistoso de noviembre de 2019 en Arabia Saudita. Ese día Argentina jugó más directo, juntó las dos líneas de cuatro bien lejos del arquero e impidió que Brasil recuperara pelotas en la presión alta. El 2-0 de Belo Horizonte por la Copa de 2019 había dejado una distorsión: Argentina no fue superior a Brasil, más allá de la tenencia y las aproximaciones. Ellos cubrieron mejor los espacios. Llegaron menos, pero más fácil y ganaron con dos goles debajo del arco. “Nunca más vamos a jugar así”, me dijo el DT en 2020, tras una charla en Ezeiza. Con el 4-4-2, asumió el costo de alejar a Lo Celso del juego. En Arabia, Gio había cumplido el mismo rol del sábado: bloquear a Danilo y ayudar al lateral. Salió muy poco de la banda y se le complicó participar del armado. El equipo lo necesitó en una labor más sacrificada, respaldando a Acuña y a Paredes. Esas interacciones entre compañeros todavía no se pueden medir.
Rodrigo De Paul fue el MVP de la final con un partido de época. Hizo todo y lo hizo bien. Corrió, pensó, metió y jugó. Ganó 11 de los 18 duelos y le cometieron 6 fouls. El pase gol a la espalda del distraído Renan Lodi llevaba las instrucciones para Di María. En el segundo tiempo, las entradas de Emerson Royal y Vinicius activaron a Brasil por la izquierda. Montiel necesitaba ayuda. Rodrigo se mudó al costado y colaboró con esa tarea que demandó otro recorrido. “Vamos a ganar la Copa América en Brasil”, había vaticinado cerveza mediante en un video que difundió anoche Nahuel Molina Lucero. Lucas Ocampos había jugado en la derecha en ese amistoso.
Angel Di María fue el elegido para la final. La planilla le registra 16 pérdidas y que de 15 duelos ganó 4. No me sirve. El control al pase de De Paul, el tiempo extra que se toma antes de definir y el globo a Ederson no tienen competencia. “Tantas veces nos dimos la cabeza contra la pared que al final la rompimos”, dijo tras su golazo. Por arriba como ante Nigeria en Beijing 2008 y por la derecha como ante Suiza en San Pablo 2014. ¿Cual es su máxima virtud? No es ni el talento, ni el despliegue, ni la velocidad. Es su voluntad, a prueba de todo tipo de adversidades. ¿Cuánto valen futbolistas como Di María o Agüero, dispuestos y capaces de soportar cualquier cosa con tal de cumplir su sueño con Argentina?
En el primer tiempo, Argentina hizo jugar mal a Brasil. Tite se dio cuenta y apostó al palo por palo. 6 para atacar, 3 para defender y para jugar el inmenso Neymar (te amo). A Argentina no le quedó otra que aguantar y resistir. Todos los cambios reforzaron esa postura. El rival también juega como respuesta a todo. Lautaro Martínez no pateó al arco en todo el partido. ¿Jugó mal? Ni cerca. El rival y el contexto le demandaron otros asuntos: fijar a Thiago Silva y a Marquinhos para que sus compañeros lleguen desde atrás como en el gol, fajarse con ellos al recibir de espalda para cuidar la pelota y fabricar un foul, dejarse la piel como primer defensor para que Casemiro y Fred no reciban tan fácil, ir libre a la pelota para rechazarla en los córners en contra. Tuvo la tilde aprobatoria en todos esos rubros. Se fundió y entró Nico González para hacer exactamente lo mismo en los últimos minutos.
Titulares y suplentes. Formación y plantel. Papu Gómez en la cancha y en el vestuario. Nahuel Molina Lucero, los Correa, Exequiel Palacios, Lisandro Martinez, Julián Alvarez, Martínez Quarta, Armani, Musso y Marchesin. Jugaron 26 de los 28. Ninguno defraudó. El cuerpo técnico logró que todos estuvieran al pie del cañón, listos para el llamado. Otro mérito de la Scaloneta. Nunca estuvo en debate lo que Messi podía hacer por el equipo. Era al revés: qué podía hacer el equipo por Messi. Esto. Llevarlo a levantar la Copa América. El mejor de todos ya tiene su trofeo grande con la albiceleste. Ante Brasil y en el Maracaná con todos los números en contra y rompiendo todas las rachas negativas. Por fin por fin, grité desde la cabina del templo junto con mi compañero Gustavo Kuffner por DirecTV Sports. Fuimos testigos privilegiados del triunfo más importante de los últimos 30 años, en el top 5 de todos los tiempos. Finalmente nuestros hijos festejaron un título de la selección. Según las estadísticas oficiales, casi la mitad del país no la había visto campeona. Había pasado demasiado tiempo. Para Argentina y para Messi. Desde el 10 de julio de 2021, el fútbol es un deporte un poco más justo. Siempre te hace ganar el equipo.
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