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Nicolás Burdisso hace su campaña: la autocrítica de 2019 y los planes para 2020
Ceba un mate, ceba dos... y va a cebar decenas. El termo tiene los colores de Boca, como varios detalles en la oficina del director deportivo del club. Nicolás Burdisso es un torbellino de ideas, de planes. En una pizarra aparecen más de veinte apellidos que regresarán de sus préstamos en las ventanas de enero y julio; en la pared de enfrente, una gigantografía muestra las caras de todos los futbolistas, puesto por puesto, desde la novena hasta la primera división. Reflexivo, se esmera por dar argumentos. Defiende su gestión sin confrontar. Se escapa de la campaña electoral y elige con cuidado cada respuesta. Tiene el 2020 en su cabeza, pero sabe que el próximo domingo todo puede terminar. Pero si frena o especula, se traiciona. Entonces, avanza.
Este jueves viajarán a Europa los entrenadores de las inferiores para capacitarse. No para. "Yo tengo 25 jugadores…, son 25 empresas", repite, cuando vuelve sobre las figuras, el capital más rentable. Lo obsesiona la imagen del club. Se acaba de reunir con la agencia de comunicación que trabaja con Disney Argentina para próximamente acercar algunas herramientas. "Todo el club tiene que estar educado a nivel comunicación. Cada uno de nosotros hacemos la imagen del club", martilla. Y la pregunta se dispara sola…
–El nivel de la campaña electoral no atiende tu deseo.
–Es verdad, pero ahí ya me metería en el terreno político. Lamentablemente, los modos me han sorprendido.
–¿Pesa sobre el futbolista el rumrum electoral que hubo el sábado en la Bombonera?
–Todo llega, pero cada uno lo absorbe distinto. El sábado fue un día especial, la Bombonera estaba rara. La vi en modo pausa, influenciada por un montón de cosas. El desafío era, y lo hablamos antes con Gustavo, que si la cancha estaba así, el equipo debía contagiar a la Bombonera. Y lamentablemente no pasó. Fue anormal, y no se les puede pedir a los jugadores que estén ajenos a lo que pasa a nivel político.
Burdisso trabaja como si su cargo no estuviera en peligro. "Hablaría mal de mí si yo me detuviera a esperar el resultado de las elecciones. Y si hay algo de lo que me jacto es de mi preparación. La pretemporada está definida y la gestión sobre el próximo mercado de pases ya la tengo cerrada en un 80%. Y sé qué jugadores quiero que sigan, y cuáles son los que no nos ofrecieron respuestas este año. Mejor dicho: no encontramos nosotros las respuestas que queríamos. No quiere decir que hayan jugado bien o mal. Hoy somos el tercer mejor equipo de América, ¿qué nos falta para ser primeros? ¿Hacerle un gol más a River? ¿Por qué no jugamos la final con Flamengo? ¿En dónde mejoramos? ¿En qué nos equivocamos? La evaluación es constante".
–¿Y cuál fue el mayor error?
–El principal déficit del equipo, y es algo en lo que coincidimos con Gustavo y con la dirigencia, ha sido el juego. Tener un funcionamiento que ponga a los jugadores en condiciones de resolver los problemas. Y ese funcionamiento te lo dan dos cosas: mejores jugadores, que es mi responsabilidad, y los fundamentos, principios e ideas, que es responsabilidad de los jugadores y del entrenador. Y no es una crítica, sino que es un tema que hablamos todo el tiempo con Gustavo. Este es un ejercicio habitual del director deportivo: ‘¿Por qué jugamos así? ¿Por qué nos cabecearon tres veces en el área? ¿Por qué pateamos tres veces al arco?’ Y el entrenador siempre tiene las respuestas, después te pueden colmar o no. Cuando yo asumo digo: "Esto no es el final de nada, sino el principio". Era un club que venía de jugar la final de la Libertadores y tenía todo para seguir creciendo. Pero cuando empezamos a trabajar en enero nos dimos cuenta que no, que era un final. Porque casi la mitad de los jugadores querían cambiar de aire. Suena feo, pero era así. ¿Qué es lo malo? Que no le dimos a los hinchas la Copa que queríamos todos. ¿Qué es lo bueno? Que desde el 3 de enero todo fue en crecimiento. ¿Alcanzó para el hincha? Seguramente, no. ¿Para mí? Fue un año positivo, de construcción, sabiendo que nos falta poco para lograr los objetivos. Pero no puedo obviar cómo se dio la situación: hubiese sido diferente si Tal, Cual o el Otro me hubiesen dicho ‘yo me quiero quedar, quiero revancha, vamos para adelante’. Pero se fueron y hubo que buscar, y no siempre es fácil cambiar jugadores consagrados de un día para otro. Se nos fueron muchos y tuvimos que reconstruirnos. Y le empezamos a dar una impronta al equipo, un perfil humano y deportivo. Siempre con la deuda de que tenemos que tener un mejor funcionamiento, que no es jugar mejor, sino tener funcionamiento.
–¿Faltó un N°9 en el momento justo?
–Tengo que ser muy cauto cuando hablo porque tengo jugadores en el equipo en los cuales confío y trato de seguir potenciando. Pero hay realidades que están establecidas. Nosotros sabíamos que si se iba Benedetto iba a ser muy difícil traer a alguien con su espalda y su jerarquía. Sobre todo porque tres meses antes le renovamos el vínculo y le dimos toda la confianza para que siga. No es momento de hablar mal o bien de uno u otro. Fue una decisión difícil, de la que se hizo cargo el jugador. En aquel Boca de Bianchi, y eso que casi nunca me permito las comparaciones, había un principio básico que se debía respetar y acá quiero que también se respete. Si me tengo que ir sin haber ganado nada, pero se respetó este principio, me iré tranquilo: quiero que en Boca estén los jugadores que realmente tengan ganas de estar. Se lo dije al presidente, al entrenador y a los jugadores. Los que no quieran estar, que no sigan. Porque no pasar con River y haber seguido con esos jugadores que no querían estar en el club me hubiera dolido más. No pasar con River fue una desilusión deportiva, pero con estos jugadores que estaban detrás de la misma causa, como un grupo, me da satisfacción. Porque ahora sé que hay que cambiar esto y esto, pero ya no me hago mil preguntas y puedo dormir tranquilo.
–¿El próximo mercado lo tenés cerrado en un 80%... ?
–Nosotros tenemos muy pocos retoques que hacer. Tenemos una columna vertebral muy bien establecida. Había que hacer varias cosas en enero, y luego ajustamos otras en julio. Y ahora faltan apenas detalles. Grupo vamos a tener siempre; equipo lleva más tiempo.
–¿Paolo Guerrero vendrá a Boca?
–Hablé con el director deportivo de Inter la semana pasada, pero no quiero molestar porque a nosotros nos falta un partido y a Inter también. Es un jugador que conozco mucho y habla por sí solo. No hablo de Guerrero puntualmente, sino de lo que genera un 9. Del peso que tiene. Y hoy necesitamos un jugador que asuma esa responsabilidad. En ese juego de nombres surgió el de Paolo porque tiene una cláusula de salida relativamente baja. Sabemos su edad, pero también sabemos lo que genera. Y dentro de ese abanico, no hay 20 opciones. Está claro, no hay cuestiones encubiertas.
–Hay una inercia que no estás pudiendo cambiar: Boca no disfruta de sus inferiores. Balerdi se marchó casi sin jugar en Primera. ¿O Boca trabaja para vender?
–Mi esperanza es que podamos formarlos, jerarquizarlos, disfrutarlos y solo después, que se vayan. Nosotros precisamos jugadores para salir campeón, no precisamos jugadores para cerrar un balance. Yo quería que Balerdi se quedara, pero la cláusula de rescisión era muy baja y el club la iba a ejecutar igual. Entonces fue la decisión del jugador; en otros casos, yo puedo ser más drástico. Tengo la esperanza de retenerlos, sé que es una cuestión de tiempo. En la campaña se habla de tantas cosas que quieren hacer, que son las que yo ya estoy haciendo. Al llegar descubrí que a muchos chicos les faltan fundamentos, por eso ves partidos donde hay mucha intensidad, pero pocos jugadores se mueven un metro para mostrarse o para cubrir una marca. Por eso la idea para el año próximo es buscar que entiendan el juego, desarrollar situaciones que les genere curiosidad por entender el juego.
–¿Pero muchos clubes ponen en la inferiores a exfutbolistas por deudas política o para hacerles un favor?
–Absolutamente, y es un error. Yo creo en la meritocracia. El formador tiene que tener vocación de formador. Y si alguien tiene como objetivo dirigir algún día en la Primera, que lo diga. Porque podés ubicarlo en la cuarta en lugar de en la séptima. Hay dos cosas que les digo a los chicos para ser diferentes, llegar a Primera y mantenerse: capacidad de aprendizaje, que te permite absorber cosas nuevas y crecer, y capacidad de adaptación, que es la marca registrada de los grandes futbolistas que yo conocí. Yo acá estoy aprendiendo de manera voraz y estoy haciendo un máster en uno de los equipos más difíciles del mundo para trabajar. Con los chicos nos propusimos muchas cosas: por ejemplo, que el plantel profesional se entrene en Ezeiza al menos una vez por semana a la misma hora que ellos. Que comparta las instalaciones para que vean que es posible llegar. Para que se ilusionen. Quiero eso, soy hijo de eso. Pero también creo que Boca debe tener jugadores de categoría, que no sean necesariamente de sus inferiores, pero que vengan a marcar la diferencia. Para hacerse cargo de ciertas situaciones.
–¿Cómo sobrevivís a la mejor época histórica de River?
–Lamentablemente, en este país no puedo hablar de River, siempre me van a poner en alguna vereda. Yo lo que digo todo el tiempo es que los mejores o los campeones tienen que ser un estímulo para nosotros. No digo copiar, no, no, nada de eso, cada uno tiene su método y su identidad. Cuando este año se dio la posibilidad de enfrentar a River, para mí fue un estímulo. No era una revancha, era una posibilidad. ¿Alcanzó? No. Ver a los mejores tiene que ser un estímulo para ganarles. No ver a River, va más allá. Si yo digo ‘ver a River tiene que ser un estímulo’, y ese es el título de la entrevista, voy preso. No, la mirada es más amplia.
–¿No podés elogiar a River? ¿No podés decir que Gallardo es un gran entrenador?
–Lamentablemente, no. Este es un país con muchos límites para hablar de fútbol. En este país faltan fundamentos para hablar de fútbol, hay muchas susceptibilidades. Hay muy poca gente que hable del juego realmente con propiedad.
–El año está marcado por volver a perder con River. Si pasaba con Guaraní, el club no entraba en crisis…
–Eso lo sabemos. Pero también es verdad que el equipo se fue aplaudido, que le ganó a River en la revancha y que estamos en un inicio, no en un final. ¿Parezco un político prometiendo? No, estoy describiendo la realidad y contando lo que hay. Yo podría decir ‘en enero voy a cambiar a medio equipo’, y no lo voy a decir. Si voy a decir que en enero necesito dos o tres retoques que ya los tengo vistos, para ser competitivos como tenemos que ser. En base a lo poco que nos falta, estamos por buen camino. ¿Contra quién jugamos? Como dijiste vos: ¿con el mejor River de la historia, contra el más maravilloso, contra el mejor entrenador, contra los mejores jugadores? Bueno. Con este Boca en construcción nos faltó un gol, nos faltó muy poco. Nos faltó funcionamiento, nos faltó, sí, sí, nos faltó, es cierto. Y ese es el estímulo.
–¿Qué vas a hacer si no seguís como director deportivo de Boca? Te recibiste de entrenador en Italia, ¿es una opción?
–Seguiré trabajando. Hoy, yo no puedo abrir la opción de ser entrenador porque sería poco creíble. Quiero y necesito trabajar, yo no voy a frenar. Con la misma grandeza que llegué, me iré demostrando todo lo que hice y por qué lo hice. Fundamentando cada paso que di en Boca.
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