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Nico Diez busca en Racing, como ayudante de Beccacece, el lucimiento que no pudo tener como 10 habilidoso
El legajo de Nicolás Diez en Racing comienza encabezado por dos nombres ilustres para la historia de la Academia y casi un cuarto de siglo atrás, mucho antes de este regreso como ayudante técnico de Sebastián Beccacece. Diez llegó a Avellaneda porque Reinaldo Merlo, que lo había dirigido en el Mundial Sub 17 de Japón, en 1993, se lo recomendó a su amigo Alfio Basile. El mediocampista había quedado libre por el 20% tras firmar su primer contrato con Argentinos Juniors, que en esa etapa deambulaba entre el intento de gerenciamiento de Torneos y Competencias, la mudanza a Mendoza y el descenso. Mostaza le dijo al Coco que había un chico libre, zurdo, de 19 años, que le iba a gustar. Basile dio el sí y Diez llegó a Racing en 1996.
Si a la etapa de finales de la década del 90 se la conoció en el fútbol argentino como la de los enganches, porque en cada equipo aparecía un 10 -con Juan Román Riquelme y Pablo Aimar como estandartes-, Diez largó muy bien posicionado esa carrera. "Era un lujo verlo jugar, de lo mejor que ví. No se la podían sacar", lo definió alguna vez el legendario captador de talentos Ramón Maddoni, quien lo formó en Club Parque.
Había jugado el Mundial Sub 17 y luego se metió en la lista para el Mundial Sub 20 de Malasia 97, en el que brillaron Riquelme y Aimar, ya con José Pekerman como entrenador. Sumó apenas un puñado de minutos en este título: fue titular en la derrota contra Australia, pero salió a los 55 minutos por Aimar, a quien reemplazó en los momentos finales del debut ante Hungría y de la semifinal contra Brasil. Sin embargo, en Racing, con jugadores como Rubén "Mago" Capria, Adrián de Vicente o Gastón Córdoba por delante, Diez tuvo muy poca continuidad, aunque en algunos memoriosos quedan destellos de sus gambetas, su estilo desfachatado y un corte de pelo bien rockero, con el flequillo corto adelante y las mechas largas atrás.
Dentro de la cancha, el currículum académico de Diez marcó apenas 31 partidos oficiales, dos gritos (Huracán de Corrientes y Ferro), y una muy buena aparición en una derrota 4-3 ante River, en el Monumental. Fueron más de cuatro años, en los que el destino no acompañó a su talento. En el verano del 98 parecía que se imponía su chance: junto a un joven Maximiliano "Chanchi" Estévez habían sido las grandes figuras en la Copa de Oro en Mar del Plata. Pero en el partido ante Boca, se tiró a los pies para sacarle la pelota a Guillermo Barros Schelotto y se dobló el tobillo. Fractura, fue el diagnóstico. "Es una lástima la lesión porque nunca me pude consolidar como titular. Me costó la adaptación y tenía muy buenos jugadores delante. En la época de Basile jugué algunos partidos y con Babington quedé relegado. Ahora con Cappa me estaba ganando un lugar", dijo ese enero de 1998. Para ganar continuidad, se fue a préstamo a Ferro: formó parte del equipo que aún mantiene el récord de 875 minutos sin marcar goles y descendió al Nacional B.
Se reincorporó a un Racing que ya estaba en quiebra y tuvo una única chance, en un empate 1 a 1 ante Vélez, en el Apertura 2000, con la dupla López-Cavallero al mando del equipo. Ni siquiera la llegada en 2001 de Mostaza Merlo, aquel que lo había recomendado cuatro años atrás, cambió su suerte: Diez llevaba un tiempo sin lograr renovar su contrato, entrenándose con la Cuarta y otra vez quedó libre. A partir de ahí comenzó su travesía por Francia y Sudamérica, para transformarse en un verdadero mochilero del fútbol: Guegnon (Francia), Deportivo Pereira (Colombia), Everton y O’Higgins (Chile), Unión de Santa Fe, Deportivo Táchira y Mineros (Venezuela) y Ñublense (Chile, otra vez). Esa fue su carrera como futbolista.
Ya a los 30, en O’Higgins su cabeza había comenzado a hacer el clic para empezar a transformarse en entrenador. Es que en Rancagua, apenas al sur de Santiago de Chile, conoció a Jorge Sampaoli. "La primera vez que lo ví, llegué a casa y le dije a mi mujer: ‘el técnico es un pelado que me va a hacer correr todo el día y no me va a poner nunca’", le contó al periodista Pablo Paván, en "No escucho y sigo", la biografía de Sampaoli. Luego vendría el conocimiento, el respeto, la amistad. Y, cinco años más tarde, el trabajo en conjunto. "Con el tiempo me fue convenciendo porque para mí era todo nuevo. Tenía 30 a años, a esa edad uno ya se estanca, pero con Jorge volví a aprender. Éramos un equipo chico y de repente íbamos a atacar a todos lados", detalla en el mismo libro.
La historia como integrante del cuerpo técnico de Sampaoli ya es más conocida que la de su trayectoria como enganche. Justo unos meses después de que Nico anunciara el final de su carrera como futbolista, que nunca llegó a ser lo que había prometido en sus inicios, Sampaoli y Beccacece lo llamaron para que se sumara al cuerpo técnico de la selección chilena, con la misión de estar cerca de la edición de videos, preparar a los sparrings para las prácticas y analizar cuestiones puntuales de los rivales, además de explotar su larga experiencia como futbolista, algo que ninguno de los dos santafesinos tenían en su espalda. Esas funciones las mantiene en el cuerpo técnico actual, con Beccacece a cargo, quien toma muy en cuenta sus opiniones a la hora de definir los once nombres que saldrán a la cancha el fin de semana.
Dentro del mundillo táctico del fútbol, Diez se ganó el reconocimiento por su trabajo. Además de contagiar alegría, le reconocen la responsabilidad con la que se maneja y lo meticuloso que suele ser en el análisis del juego. Y también algo que aprendió en su época de futbolista, aunque ya no juegue: la capacidad de resolución en poco tiempo para tomar una determinación clave para el trámite de un partido. "Siempre fue la mano derecha de Sebastián. Lleva al papel lo que va pensando Seba, que confía mucho en él. Es una persona muy capaz, muy honesta, muy activa, que quiere estar siempre un paso adelante. Y, por su pasado, tiene la capacidad de llegarle al jugador a lugares donde el entrenador no llega", lo describe Francisco "Paqui" Meneghini, actual DT de Audax Italiano de Chile, ex ayudante de Marcelo Bielsa, quien compartió más de cinco años de trabajo con Diez en las selecciones de Chile, Argentina y también en la Universidad de Chile y Defensa y Justicia.
Después del título en la Copa América de Chile en 2015, Beccacece decidió iniciar su propia carrera como entrenador. Fue en la Universidad de Chile, pese a que Racing también lo fue a buscar en ese entonces. Nicolás Diez acompaña ese recorrido del técnico rosarino desde aquel primer paso, incluido el regreso al cuerpo técnico de Sampaoli durante el tumultuoso ciclo por la selección Argentina. En aquella primera y breve incursión de 22 partidos por la U de Chile, le tocó en tres ocasiones ser el técnico porque Beccacece fue suspendido por patear una heladerita durante un clásico con Universidad Católica. Así de complementarios como se muestran en la semana, durante los partidos parecen ser caras opuestas: Diez vive casi todo el juego sentado, con calma, tomando nota. Beccacece no para.
Aún como un personaje en los márgenes del fútbol, sin haber explotado como jugador en Argentina y sin ser entrenador principal, el ex mediocampista puede decir lo que pocos: vivió desde adentro cuatro mundiales: el Sub 17 de 2003 y el Sub 20 de 1997, como futbolista; y los de Brasil 2014 y Rusia 2018 como parte del cuerpo técnico. Eso también potenció otras de las virtudes que le señalan: conoce muy bien a entrenadores, jugadores y allegados del ambiente, hace de nexo permanente y por eso es una referencia.
Además del trabajo en la edición de videos, la preparación en función del rival de turno, Nicolás Diez maneja al grupo de sparrings y es el nexo permanente con la Secretaría Técnica y las inferiores. Tiene una ventaja: al director deportivo, Diego Milito, y al coordinador de Inferiores, Miguel Gomis, los conoce de su etapa anterior en la Academia. Con ambos suele recordar aquella época en la que la primera de Racing se entrenaba en el predio del Sindicato de Pasteleros, en Esteban Echeverría, y los juveniles rotaban por distintos predios según les cerraban las rejas por falta de pago. Con la deuda pendiente de haberse consolidado en el fútbol argentino a flor de piel, Diez suele intentar tocar el lado humano de los más jóvenes del plantel, o de los que menos minutos suman. "Remarca que aprovechemos el momento, que lo disfrutemos y nos cuidemos porque después quizá no nos encontramos con esta posibilidad de un club que nos da todo. Y te convence de que este es el momento de esforzarse", cuenta un integrante del plantel.
Los otros dos hombres con los que se reencontró tras volver al club 20 años después son el utilero Juan Campoy y Ramón "Monchi" Medina, que a finales de los 90 trabajaba en la utilería y hoy es captador en el fútbol infantil. "Es una persona que se hace querer. Un buen pibe", lo define Monchi. En el plantel también rescatan el costado humano del ayudante de Beccacece, que en este paso por el club parece empezar a disfrutar lo que no pudo como jugador. Hay una foto que cristaliza esa sensación. El pasado 10 de febrero, en el Predio Tita, con una bandera enorme que dice "GRACIAS" de fondo, se ven las sonrisas enormes de Monchi Medina, Gomis, Milito, Diez, los sobrevivientes de una etapa difícil del club, abrazados también a Beccacece. El día anterior, Marcelo Díaz había convertido el gol que le dio el triunfo a Racing en el clásico ante Independiente, con 9 jugadores. Ese nueve de febrero Nicolás Díez festejó también su cumpleaños número 43. Todo un símbolo.
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