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Ni por la puerta ni por la ventana; River entró por el ojo de la cerradura
Sufrió para pasar de etapa, con mucha angustia hasta la última fecha; los goles de Mora y los de Tigres le devolvieron el alma al cuerpo
Los hinchas dejaban de mirar lo que ocurría en la cancha. Casi que si había algún gol de River , más de uno ni se daba cuenta. Los cuellos giraban y se estiraban todo lo que podían, como si fueran los de un avestruz, en busca de algún televisor en el sector de los palcos y plateas que trajera noticias del partido en Perú. El que había traído una radio se había transformado en un mensajero. Por una vez, River -equipo plasmaba en la cancha lo que tanto le costó en esta Copa: ganar, hacerlo con autoridad y por una diferencia que lo pusiera a riesgos de los despistes que transformaron su campaña en un calvario. Faltaba la otra parte del plan, la dependencia de Tigres, que en 15 minutos, entre los 21 y los 36 del segundo tiempo, convirtió en Chiclayo tres goles que se festejaron más que los de Mora.
River cerró una tortuosa etapa clasificatoria, un calvario que se extendió demasiado si se atiende la baja calificación competitiva de dos de los tres rivales del grupo. Hace una semana empezaba a rodar en Monterrey por el precipicio que conducía a la eliminación hasta que se produjo el primer milagro: los goles de Teo y Mora casi en tiempo descuento para rescatar un empate que parecía imposible. River quedaba colgado de un dedo y con el resto de las manos le rezaba a los suplentes de Tigres para que les crecieran las garras en Perú.
Descartada la puerta grande y la ventana, River termina entrando en los octavos de final por el ojo de una cerradura. Por ese orificio mínimo se siente su alivio, su desahogo. De no mediar hoy grandes sorpresas, le espera Boca. No puede quejarse. Todo pudo ser peor: podría estar eliminado, sintiendo la frustración deportiva por haberse enredado más de lo debido. Boca es casi un premio, una posibilidad de acentuar una reivindicación deportiva que anoche apenas tuvo un esbozo.
Este River siempre se hizo esperar. Demora tanto las soluciones que en el primer tiempo se gritaron antes los goles de Tigres que uno propio. El humilde y limitado San José pudo haber pasado una noche viajando en ómnibus para llegar a Buenos Aires, pero igual pareció un equipo despierto si se lo comparaba con la poca lucidez de River en la primera etapa.
La definición de Mora que dio en el travesaño a los 3 minutos no fue el preanuncio de una avalancha ofensiva. Sí reavivó los fantasmas de encuentros pasados, en los que River mostró una eficacia muy baja con relación a las situaciones creadas. Sin Mercado y con un Vangioni convaleciente de un desgarro, Gallardo volvió a apostar por una defensa de tres zagueros y poblar el medio campo con gente con buen manejo y perfil ofensivo. Pity Martínez se paró casi como un wing izquierdo, a la altura de los dos delanteros. Del ex Huracán surgieron las primeras aproximaciones interesantes, pero luego fue perdiendo claridad.
A River le faltaba fluidez y sorpresa. Mucha pelota al pie, y no siempre con precisión, y escasos desmarques, capacidad para crear espacios ante una defensa ordenada, pero sin rigor físico. El panorama general exponía el mal momento de Pisculichi, peleado con la pelota, inclusive en lo que suele ser su especialidad: el balón detenido. Su opaca actualidad la pagó con el lógico reemplazo por Driussi, que entró con determinación, dispuesto a hacer valer su potencia.
Antes de que llegara el gol de Mora con un derechazo cruzado a la salida de un córner, Barovero le devolvió la respiración al Monumental con una tapada espectacular a un tiro de Reyes.
El segundo tiempo fue una montaña rusa, a puro vértigo. Puso a prueba los corazones. River subía rápido con el penal Mora y el gol de Teo tras un centro de Martínez, pero enseguida llegó el bajón porque Juan Aurich se ponía 3-2. Iban seis minutos del segundo tiempo, y hasta los propios jugadores de River estaban más pendientes de las reacciones del entorno que de ampliar la goleada. Parecía que el 3-0 propio no alcanzaba, pero sobrevino la catarata de goles de Tigres y en el Monumental se festejó y cantó contra Boca. River, al fin, vivía una alegría en su angustiosa Libertadores. Salía de una larga pesadilla y vuelve a soñar.
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