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Ni orden, ni streaming, ni nada: la AFA es una ferretería con reloj de arena
El fútbol argentino atrasa. El torneo se tendría que haber reanudado a principios de febrero y vaya a saber si finalmente comenzará el 3 de marzo. Es apenas un síntoma. Mucho más trascendente es su retraso conceptual, su demora para entender los criterios que movilizan este fascinante juego-negocio-espectáculo. En un mundo que penaliza con el confinamiento la pereza intelectual y las fórmulas oxidadas, la Argentina no espabila y se hunde adormecida.
Un fútbol que se resiste a renovar el estatuto de la AFA, cuyo corazón fue redactado en los '90. Una dirigencia que reniega de la conformación de las nuevas estructuras y no se concentra en desarrollar rejuvenecidos canales para comercializar un producto mundialmente superavitario: el fútbol.
Una conducción que se resiste al cambio de siglo, a las nuevas tendencias y a entender lo que exige pertenecer a la aldea global. Mutaron los paradigmas. Engrillados a un mobiliario que huele a rancio, siguen despellejándose detrás de un voto, un cargo, un asambleísta mas o uno menos. El fútbol está pisoteado por malas administraciones. Sospechosas, sospechadas y, sin dudas, antediluvianas en su concepción.
La modernización reclama giros urgentes. Un departamento de marketing y áreas activas, ingeniosas y actualizadas para explotar una liga que, increíblemente, todavía aparece cuarta entre las más competitivas del mundo según el ranking que elabora la Federación Internacional de Historia y Estadísticas de Fútbol (IFFHS). La AFA tercerizó (Torneos absorbió el contrato de Santa Mónica) un área vital y hoy ni sabe cuánto valen sus derechos de TV. Es imprescindible una asociación que tenga autoridad y aptitud para vender el activo más envidiado en el mercado: Lionel Messi. Una selección de elite con un management del subdesarrollo. No sabe ni cuánto puede recaudar por todos sus patrimonios y, así, navega a la deriva del mercado.
La modernización reclama giros urgentes. Un departamento de marketing y áreas activas, ingeniosas y actualizadas para explotar una liga que, increíblemente, todavía aparece cuarta entre las más competitivas del mundo según el ranking que elabora la Federación Internacional de Historia y Estadísticas de Fútbol
La AFA se sienta en la mesa de las negociaciones –main sponsor, proveedores, auspiciantes laterales, etcétera, etcétera- como un mendigo andrajoso. Porque en su actual emergencias todos buscarán abusarse, pero también porque no cuenta con un cuerpo astuto y creativo. Plataformas pagas estilo Netflix, canales streaming, señales premium y revistas digitales no ingresan en el vocabulario de una dirigencia amurada a viejas prácticas. La AFA durante años fue una ferretería. El planeta, advertido hace tiempo, apuntó en otra dirección.
Profesionalismo, capacitación, gestión. Cargos rentados, sí, también. Funcionarios obligados a rendir cuentas, cruzados periódicamente por auditorias y balances. Pero sobran prácticas de antaño enquistadas… El presidente del Colegio de Árbitros es el presidente de un club; el Tribunal de disciplina no es independiente; el Tribunal de cuentas es apenas testimonial, tanto que se pavonean instituciones que adeudan su balance desde 2015 y nadie se los reclama… Es una asociación tan débil que su principal socio, el Gobierno, rompe un contrato vigente y de todos modos pone las condiciones para la rescisión. Esa asociación, entre tantos retrasos, naturalmente también ha quedado rezagada en el contexto internacional.
Bajo la era de una FIFA reformista, la AFA todavía no cuenta con una conducción legítima porque el Comité de Regularización es un trasplante con tres autores intelectuales: la propia FIFA, la Conmebol y el Gobierno nacional. Esa AFA, remolona y anquilosada, hace apenas un año que bancarizó sus operaciones y desde hace dos comprendió el valor y la penetración de latir en las redes sociales. Mientras, el signo de modernidad que traería la mudanza de la sede de Viamonte al predio de Ezeiza está paralizado… tanto como las obras en el complejo deportivo. Es la misma asociación que ni siquiera tiene un convenio con Aerolíneas Argentinas para los traslados de su selección.
El intervenido fútbol argentino vive de remiendos, una imagen poderosa para entender su condición menesterosa. Desarrapado en planes innovadores y generosidad para ejecutarlos. Un fútbol antiguo que mira pasar la vida a través de su reloj de arena.
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