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En un vibrante final, Newell's y Quilmes empataron en Rosario
A los 44 del complemento, Scocco anotó el 1-0, y después, en tiempo de descuento, lo igualó Droopy Gómez, con un golazo de tiro libre
ROSARIO.- Tanto buscar, tanto insistir, Newell's tuvo su premio. No debía quedarse con las manos vacías: un empate habría sido semejante a eso. Nacho Scocco, a los 43 minutos del segundo tiempo, abrió el cofre de la felicidad. Y se acabó la historia. O no, en realidad...
Porque empató Quilmes . Después de tanto defenderse, de tanto diente apretado, no iba a apagarse justo cuando bajaba el telón. A los 47, el tiro libre es enviado con maestría por Droopy Gómez . Arriba, inatajable. Le costó demasiado, también. Y verdaderamente, lo saboreó. Ése fue el verdadero final.
Un 1 a 1, con final de suspenso. Cuando el espectador no sabe a ciencia cierta si el cierre de la cinta es ése. O aquel. Fue el que determinó la igualdad, una suerte de derrota para Newell's, una especie de victoria para Quilmes.
Cada equipo se expresa a imagen y semejanza de su entrenador. Newell's es alocado, apasionado, va al frente -al menos esta noche-, aunque ande confundido y mareado, como el Tolo Gallego . Quilmes es amarrete, tacticista, voluntarioso y jamás da una pelota por perdida, como el Emperador Falcioni . El primero ataca, el segundo se defiende. Más aún en el Parque: así fue toda la noche.
Al menos, seis situaciones claras de gol tuvo el equipo rosarino, respaldado desde el fondo por Casco y las flechas del ataque, Nacho Scocco y Maxi Rodríguez . No era fácil vulnerar la estructura de la solidez. Newell's lo hizo con paciencia, con vértigo, con efervescencia. No pudo, eso sí, agregarle a esos atributos la claridad de la puntada final. En una de tantas, Rodríguez picó el balón ante la salida de Assmann , pero en la línea logró rechazar Carli.
Quilmes de vez en cuando pasó la mitad de la cancha. A la dureza de su juego le agregó pierna fuerte, a veces, al límite de lo permitido. Mariano González, el árbitro, no exhibió el rigor necesario. No siempre el equipo cervecero se comportó con hidalguía. No resultó su imagen un curso de caballerosidad deportiva.
Lo que siguió fue la confusión en estado puro. Porque las piernas se cruzaron en forma brusca, inaceptable. Newell's entró en ese callejón propuesto por Quilmes, con las pulsaciones sin control. Fueron largos minutos de tensión, patadas y exabruptos, más propios de otros deportes. El fútbol estaba perdiendo. Ni lo podía rescatar Newell's, ni de reojo lo observaba Quilmes.
Iba a bajar los brazos el elenco rosarino. Ni Tonso, ni Ponce. Los ingresos tampoco podían torcer la historia. Newell's se iba a conformar con el 0 a 0. Hasta que apareció Scocco. Faltaban dos minutos y el Parque era un festín. Se abrazaban todos: quedaba a dos puntos de Rosario Central, su enemigo íntimo, con un partido más. Hasta que apareció en escena el tiro libre aquel. Droopy, ahora, no falla. Extravió sus intermitencias por una concentración asombrosa. Arriba, imposible de atajar. La pelota decide cuándo, cómo, dónde. No le interesa el merecimiento. Ese sí fue el final de la historia.
El gol de Scocco
El golazo de Rodrigo Gómez
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