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Neurociencia, confianza, libertad y potencia física: cómo hizo De La Cruz para cambiar su imagen en River
El nombre Nicolás proviene de los términos griegos "Niké", que quiere decir victoria, y "Laos", que hace referencia a pueblo. "Victoria del Pueblo" es un nombre que ha sido muy utilizado en familias con tradición guerrera, ya que se lo vinculaba con personas triunfadoras, capaces de asumir responsabilidades y concretar objetivos. Quizás, Nicolás De la Cruz pueda sentirse identificado con esa simbolización, mientras transita un año que le sabe a revancha. Pero su éxito también es la de un equipo que trabajó en silencio y en conjunto para que el joven uruguayo, de 22 años, pudiera brillar.
No fueron fáciles los primeros pasos de De la Cruz en River. Arribó a Núñez en agosto de 2017, cuando su nombre se emparentaba con Milan y PSV; en el club estaba fresco el recuerdo de los logros de su hermano Carlos Sánchez –por parte de su madre Nelly–; de 20 años, con una estatura de 1,67 metros y 65 kilos de peso, las aristas asomaban como muros para el charrúa. Sin embargo, tenía un respaldo significativo: era pretendido con avidez por Marcelo Gallardo, quien se deslumbró por sus actuaciones en el campeonato Sudamericano de Ecuador y el Mundial Sub 20, de Corea del Sur; tanto que se pagaron 3 millones de dólares a Liverpool, de Uruguay, por el 30% de su pase, pese a que había debutado profesionalmente en septiembre de 2015 y solo había jugado 36 partidos, con ocho goles.
El primer año y medio en River estuvo lleno de altibajos, con un Monumental que lo estudiaba a cada paso, lo miraba de reojo y hasta lo reprobaba con algunas silbatinas. pero todo cambió en 2019. De la Cruz logró hacer un clic, un giro de 180 grados que le permitió dejar atrás las presiones y conseguir una necesaria libertad para soltarse en la cancha y demostrar todo ese talento que Gallardo observó dos años atrás. "Es un jugador joven, con muchísima proyección; virtudes y cualidades técnicas destacables que encajan en nuestro juego", confió el entrenador cuando se sumó a las filas millonarias.
Hoy, el mediocampista ofensivo es una pieza fundamental que se ganó un lugar en la estructura titular. Y una de las razones de su prometedor presente es la neurociencia. A lo largo de 2019, De la Cruz trabaja con la médica Sandra Rossi, especialista en medicina del deporte y neurociencias, en tres aspectos centrales: técnicas de concentración, manejo de situaciones y del estrés.
Rossi trabaja desde el inicio del ciclo de Gallardo, en junio de 2014, y su función es el entrenamiento del cerebro para acortar tiempos de reacción, aumentar la visión periférica, mantener los niveles de atención y concentración altos y lograr comunicaciones efectivas. Así, los jugadores no solo se potencian en lo técnico-táctico y en lo físico en las prácticas y en las pretemporadas, sino también el cerebro, en un trabajo interrelacionado para que el motor sea la cabeza y para que ese entrenamiento mental, visual y de anticipación, brinde más herramientas para resolver situaciones.
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"A medida que van pasando los meses me voy sintiendo mejor, es algo que venimos trabajando con los profes y el cuerpo técnico. Se trató todo de mucha mentalidad y constancia en el trabajo, he tenido el apoyo importante de Sandra con la neurociencia. Eso, más la confianza que siempre me brindaron el entrenador y mis compañeros, fueron puntos fundamentales para aprovechar las oportunidades", destaca De la Cruz, aferrado también a la familia que construyó con Vanesa Britos, madre de sus hijas Catalina y Agostina.
Más allá de las actuaciones, los números también demuestran el cambio que logró el uruguayo, especialmente después del gol de tiro libre a Internacional de Porto Alegre, en Brasil, para el empate 2-2, durante la etapa de grupos de la Copa Libertadores. Fue el primero en 2019, su segundo en River. En el año acumula 33 partidos –19 como titular–; 2205 minutos, con ocho festejos y seis asistencias; durante 2017 y 2018 jugó 32 encuentros, con 1721 minutos, un gol y ocho asistencias.
Entre la confianza adquirida y la mentalidad fortalecida, el mediocampista charrúa también potenció su resistencia física: de los 19 partidos del año en los que fue titular, solo fue reemplazado en el 0-0 ante Cruzeiro, en el juego de ida de los 8avos de final de la Copa Libertadores (jugó 71 minutos y fue reemplazado por Cristian Ferreira).
"Vengo teniendo buenas respuestas, llegando en buen estado físico hasta el final de los partidos. Eso se debe al buen trabajo que hicimos con los profes y es algo que venía buscando: tener continuidad y regularidad. A partir de una serie de partidos en los que pude verme con mucha confianza tomé un envión anímico para lo que se viene", reconoce De la Cruz, que también explica la soltura que logró en el campo de juego: "Gallardo nos da libertad para ocupar espacios, darle movilidad al frente de ataque con variantes y, a la hora de defender, replegarnos, recuperar y salir rápido. Hay responsabilidad para pisar el área, después está el olfato y estar en el lugar indicado para convertir. Venimos haciendo un buen trabajo. Hay que seguir manteniendo la misma mentalidad y el hambre de gloria que nos ha caracterizado en los últimos años. Nos gusta ir por todo, no es verso; nos preparamos para eso. Hay tres competencias y vamos a buscar ganar las tres".
Después de aquellos días marcados por las incógnitas y las desilusiones, De la Cruz disfruta de su presente en River junto a su familia y hasta sueña con poder ser parte estable de la selección de Uruguay. El silencioso trabajo del montevideano ya dio sus frutos, se observa como un triunfo. Y nada fue cuestión de suerte.
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