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Néstor Ortigoza: jugar por plata en el barrio, su dolorosa salida de San Lorenzo y una propuesta indecente
Había regresado de Sudáfrica tras el Mundial que jugó por la selección de Paraguay que dirigía Gerardo Martino un lunes, y el miércoles ya estaba otra vez con los botines puestos. Enseguida había dicho que sí, que estaba para jugar, que contasen con él. El llamado no era de Argentinos Juniors, su club en aquel momento, sino del equipo del barrio para ir a González Catán a un torneo relámpago, de esos en los que el premio no es un trofeo ni medallas, sino los billetes que se juntan entre los propios participantes. "Nunca dejé de jugar por plata en el barrio. Lo sigo haciendo, pero ya no en torneos sino en partidos mano a mano cuando estoy de vacaciones. Se juega en serio, sino me aburriría. Me gusta mucho jugar al fútbol y en vez de mantenerme físicamente saliendo a correr, solo lo hago así. No puedo estar sin jugar a la pelota", cuenta Néstor Ortigoza para LA NACION, hoy en Estudiantes, de Río Cuarto, el equipo con el que a los 35 años vive su primera experiencia en el ascenso.
Cuando Marcelo Vázquez, técnico del conjunto cordobés, lo llamó por primera vez, Ortigoza apuró la charla porque estaba por disputar un desafío en Merlo, su barrio. Ahí la gente se agolpa para ver los partidos en lo que se juega fuerte, pero con absoluta lealtad: no hay árbitro. "Nadie se banca dirigir esos partidos. Si alguien se pasa con una patada se va y entra otro, es algo que ni se discute. Hay códigos", explica. Es el orgullo barrial y la plata en juego.
Pese a que el fútbol informal nunca dejó de estar en su menú, aun con la insistencia continua de su padre para que lo deje, es cuidadoso. A simple vista se lo nota más flaco que cuando jugaba en la primera A. "Sí, debo de pesar tres o cuatro kilos menos que en San Lorenzo", confirma. "No puedo relajarme porque hoy tengo que demostrar más que antes. Tengo una carrera y un nombre que defender en cada partido y en cada entrenamiento". Lo afirma con la seguridad de quien sabe que tiene varias miradas encima. Con la camiseta número 10 es el principal distribuidor de la pelota que tiene uno de los equipos que peleaba en los primeros lugares de la Zona 1 de la Primera Nacional, hasta que el fútbol entró en pausa.
"Estoy bien y contento, disfrutando de esta etapa. Quedé sorprendido con la gente de Río Cuarto y con el club. Me recibieron de una manera espectacular. No imaginé que iba a disfrutarlo tanto. Hay un grupo de futbolistas muy lindo y que tiene las cosas muy claras. Enseguida me hicieron sentir que era parte de ellos y así me siento a poco tiempo de haber llegado. Es gente que está muy identificada con el club, jugadores que llevan varios años acá, y los dirigentes y la gente que trabaja tiene mucho cariño por la institución".
Recién instalado en Córdoba con su familia, llamó al presidente para ir al club a comer un asado y tener un espacio donde jugar con su hijo Federico, de siete años. Ese día, enseguida se acercaron varios pibes de la colonia de vacaciones y los empleados buscaron resguardarlo. Ortigoza les hizo saber que no hacía falta, se prendió en un ping-pong futbolizado, cabeceando una pelota número cinco sobre una mesa de concreto, y terminó con los chicos en la pileta.
–¿Con qué te encontraste en la Primera Nacional?
–Llevo muchos años en el fútbol y constantemente miro todo lo que puedo, por eso encontré el torneo que me imaginaba. Los partidos son más friccionados, se choca más y se divide bastante la pelota. Aunque hay varios equipos, sobre todo los que están arriba, que tienen buen manejo de la pelota y dinámica. Estudiantes juega bien sin perder la agresividad que se necesita en la categoría, la de correr y meter. Que frente a un rival haya dos nuestros o que el que lleva la pelota tenga distintas opciones de pase marca el compromiso del equipo.
–¿Por qué elegiste jugar en Estudiantes, de Río Cuarto?
–Porque me gustó el desafío. Tenía ofertas de clubes de la A, pero preferí venir acá. Me acuesto muy temprano y me cuido más que nunca porque quiero ser importante para mis compañeros y el equipo. Sé que no juego con el nombre. Necesito estar a full para anticiparme dos o tres segundos a cada jugada.
–¿Cómo es el contraste de haber jugado un Mundial y ahora estar en una estructura menor, del ascenso?
–No siento esas diferencias, no me detengo en eso. No miro para atrás, el recorrido que hice en el fútbol, ni lo poco o mucho que me puede quedar. En su momento tocó eso y ahora estoy disfruto este momento. Ir a un Mundial no me impactó ni me asustó, y tampoco me pasó cuando fui a una cancha horrible y a un vestuario horrible.
–¿Te arrepentiste de haberte ido de San Lorenzo?
–No. No era justo si firmaba por un año. Era el capitán, venía jugando todos los partidos y tenía 32 años. A esa edad ni a ‘Pipi’ [Romagnoli] ni a ‘Pichi’ [Mercier] les habían hecho contratos tan cortos. Belluschi, que tenía mi edad y había llegado hacía seis meses, tenía un contrato por tres años. En siete años yo había rendido y demostrado que estaba a la altura de San Lorenzo. No merecía eso.
–¿Te enojaste?
–Sí, claro. Me molestó mucho. Me costó irme de San Lorenzo, me costó un montón. No estaba preparado para dejar el club. Llegaba a los entrenamientos una hora antes y me iba dos horas después porque teníamos un grupo bárbaro. Pero si firmaba ese contrato que me ofrecían no iba a ser yo, no me iba a quedar tranquilo ni contento.
A la etapa en San Lorenzo siguió un breve paso por Olimpia, de Paraguay, y el regreso a Argentina fue para ponerse la camiseta de Rosario Central. A comienzos de este año, Ortigoza reveló que un dirigente de mucho peso le había pedido no ganar un partido. "Yo nunca nombré a Central", se escuda como resguardo, aunque la alusión había sido inequívoca.
–¿Te trajo problemas aquella declaración? ¿Te arrepentiste?
–No, no pasó nada y no me arrepiento para nada. Cuando vos encarás a una persona de una forma que no es limpia, después te tenés que bancar el vuelto. Yo no iba a soportar que los rumores después me ensuciaran a mí, por eso no me quedé callado. Me querían dejar pegado a algo que no acepté.
–¿Fue la situación más difícil que te tocó vivir en el fútbol?
–La peor, nunca en 18 años de carrera me había pasado algo así. Siempre tuve excelente relación con los dirigentes, incluso con lo que pasó en San Lorenzo, porque era una negociación en la que cada uno tenía su postura. Matías [Lammens] me llamó para desearme lo mejor después de mi debut en Estudiantes.
–¿Qué te gustaría lograr en lo que te queda de carrera?
–Ascender en Estudiantes, de Río Cuarto.
–Para volver a jugar en la primera A.
–No, por eso no. Espero que podamos ascender, después veré que hago. Pensaba jugar hasta los 35, que es la edad que tengo ahora. Me siento bien. Cuando ya me aburra o el cuerpo no me aguante, voy a largar.
Podio perfecto: un director técnico, un compañero, un equipo
"El director técnico con que me siento más identificado es el ‘Patón’ Bauza. Yo lo miraba al ‘Viejo’ y ya sabía qué quería, cuándo estaba enojado y por qué no le gustaba lo que estaba haciendo el equipo. Le hablaba poco, porque soy muy respetuoso, pero nos entendíamos perfecto", sostiene Ortigoza.
¿Y un compañero? "En la cancha, el jugador con el que mejor me sentí fue ‘Pichi’ Mercier, en Argentinos y en San Lorenzo. Nos conocíamos mucho y jugábamos de memoria porque cada uno sabía perfectamente dónde estaba el otro y qué podía hacer en cada momento", explica.
Y sobre el equipo ideal no duda: "El mejor equipo en el que estuve fue el Argentinos Juniors que salió campeón en 2010, dirigido por ‘Bichi’ Borghi".
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