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Napoli sin Diego Maradona: por qué en la ciudad de las grandes supersticiones nadie quiere hablar del título
El actor Massimo Troisi dice “scu”, “scude”. Teme decir “scudetto”. “¿En serio es verdad?”, le pregunta a Gianni Mina. “Lo juro”, le responde el periodista. El Napoli de Diego Maradona había salido campeón una semana antes. Por primera vez en su historia. Pero Troisi, en un momento genial de la RAI en 1987, ironiza sobre cierta fama histórica del napolitano supersticioso. Treinta y seis años después, Napoli (que también fue campeón con Diego en 1989-90) está hoy a las puertas de su tercera coronación. Tiene una ventaja de 15 puntos a quince fechas del final, 99,46 por ciento de chances de título, según un estudio de Opta. Pero en un grupo de WhatsApp, jugadores y exjugadores tampoco mencionan la palabra “scudetto”. Y desde Nápoles le dicen al preparador físico Fernando Signorini que, “se succede”, deberá viajar a la fiesta. No le dicen “si Napoli sale campeón”. Le dicen “se succede” (si ocurre).
Sin embargo, en los puestos callejeros de la ciudad cuernos, herraduras y otros amuletos ya conviven con afiches y banderas del Napoli “tricampeón”. En los barrios más populares, cuenta el diario napolitano Il Mattino, están preparando carrozas alegóricas. Salvatore Russo, histórico tatuador de Nápoles, “lleva días ocupado tatuando tricolores y sigue grabando sin parar el scudetto número tres”. En la bandera más codiciada de la web, los jugadores del Napoli actual miran hacia arriba y Maradona desciende del cielo con el trofeo. Se habla ya de festejos inéditos. Superiores, incluso, a los del primer scudetto, de 1987, cuando en las paredes del cementerio apareció una pintada que les decía a los muertos: “No saben lo que se perdieron” (“¿y quién te dijo que nos lo perdimos?”, pintó luego alguien).
La tradición de la bella Nápoles, católica pero supersticiosa, se remonta a tiempos antiguos. “Ser supersticioso”, se rio alguna vez el gran escritor, dramaturgo y comediante napolitano Eduardo De Filippo, “es de ignorante, pero no serlo trae mala suerte”. El viernes 17 como día maldito, el mal de ojo, el paraguas siempre cerrado dentro de casa, no barrer los pies, el espejo roto, aceite en el suelo. Y los amuletos, desde “O’Curniciello”, el cuerno en todos los hogares, que debe ser regalado, rojo, hecho a mano, duro, curvo y puntiagudo. Y las herraduras detrás de la puerta de entrada, con las puntas hacia arriba y, en muchos hogares, al lado de un crucifijo. Lo sagrado y lo profano, porque la superstición, se jactan algunos, no es pecado ni atraso, sino el orgullo de ser napolitano, astuto y algo tramposo: “No condena quien vive condenado”.
La ilusión del tercer scudetto está alimentada por un equipo imparable, dinámico y ofensivo. Este martes venció fácil a Eintracht Frankfurt en Alemania y está también entre los favoritos para ganar la Champions. El DT Luciano Spalletti tiene los goles del nigeriano enmascarado Victor Osimhen, la habilidad del georgiano de 21 años Khvicha Kvaratskhelia (“Kvaradona”), el liderazgo defensivo del surcoreano Kim Min-Jae y la recuperación del volante eslovaco Stanislav Lobotka. Y también están las coincidencias. Que el primer título llegó tras dieciocho años de presidencia de Corrado Ferlaino, igual cantidad que ahora el empresario cinematográfico Aurelio De Laurentiis, casi una rareza de gestión familiar en este fútbol de jeques, magnates y fondos de inversión. Otra coincidencia es la de Argentina campeón mundial. Primeramente, con Maradona en México 86. Ahora, “se succede”, luego de Leo Messi en Qatar. Ambas conquistas, tras una larga espera y sólo después de Diego fallecido.
Angelo Carotenuto, colega muy respetado, napolitano, me confiesa que no le gusta la “representación superficial” de la Nápoles supersticiosa. Habla de la Nápoles que amó a personajes como Troisi, De Filippo y el músico Pino Daniele, pero que luego se comporta como los estereotipos que dice combatir. Y encuentra “fascinante” que dos figuras exitosas de la actual Nápoles cultural y artística escondan su identidad: la escritora Elena Ferrante y el cantante Liberato, que canta enmascarado. La ciudad, antes más influyente, daba apoyo político y bancario a Napoli. Así pudo llegar un Maradona al que Nápoles no amó por sus victorias, sino “porque Diego nos amó”. Tal vez sea una reacción “a cierta forma de desprecio” del Norte siempre más poderoso, pero Nápoles, me dice Carotenuto, siempre “necesitó ser amada, reconocida como un lugar mágico y de gente única y amorosa, como un pueblo de amor”.
Troisi, “un comediante del mañana, con raíces en el pasado”, buen amigo de Maradona, murió en 1994, al día siguiente de terminar exhausto el rodaje de El cartero, su amor por el poeta chileno Pablo Neruda. Massimo sufría problemas cardíacos de nacimiento. Pino Daniele lo despidió en un concierto popular en el estadio que entonces se llamaba San Paolo. “Fui a buscar a Massimo a su casa, pero me dijeron que ya estaba aquí”, dijo esa noche Daniele, y la multitud lloró. Diego también estará presente cuando Napoli celebre el “tri” en el estadio que ahora lleva su nombre y hoy es un fortín inexpugnable. Los infaltables cabuleros locales anuncian que la fiesta sucederá con la visita de Fiorentina, el 7 de mayo próximo. Muchos más también estaremos allí ese día con Nápoles y con Diego. “Se succede”, claro.
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