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Murió Jorge Griffa: el Maestro que hizo del fútbol una escuela de cracks con valores y temperamento
Sabiduría, esfuerzo y valentía en una carrera en la que se ganó el respeto hasta de los adversarios
- 6 minutos de lectura'
¿Cuántas listas pueden hacerse? ¿Cuántos equipos es posible armar? Una infinidad. Sólo como muestra se podría probar con este: Norberto Scoponi; José María Calvo, Juan Simón, Walter Samuel y Gabriel Heinze; Ricardo Giusti, Américo Gallego y Carlos Tevez; Gustavo Dezotti, Gabriel Batistuta y Jorge Valdano. Claro que quedan afuera nombres de enorme trayectoria con los que cabría otro centenar de variantes. Y pasaría algo semejante con los entrenadores, aunque en este caso la figura de Marcelo Bielsa asomaría por encima de todas las demás. El factor común detrás de tantos nombres y apellidos célebres se llama Jorge Bernardo Griffa, y se fue ayer, a los 88 años, con sus décadas de sabiduría, esfuerzo y paciencia tatuadas en la piel, pero también distribuidas generosamente entre todos aquellos que supieron y quisieron aprovecharlas.
Gracias maestro por creer en mí siempre, hasta cuando yo mismo dudaba. Mi acompañamiento a sus familiares y afectos . QEPD Jorge Griffa siempre dentro de mi Corazón ♥️⚽️ pic.twitter.com/skUI6qOKM9
— Gabriel Batistuta (@GBatistutaOK) January 15, 2024
Se apagó la voz del Maestro, o del Hacha, como lo llamaban cuando imponía su presencia a base de fiereza en sus tiempos de marcador central. En Newell’s, su casa, durante sus primeros cinco años de carrera; fugazmente en la selección argentina, con la que fue campeón del Sudamericano (actual Copa América) de 1959. Pero sobre todo en el Atlético de Madrid, donde se convirtió en pesadilla para el eterno rival de la ciudad en tiempos en que el Real levantaba una Copa de Europa detrás de otra, y por eso mismo, en ídolo para los hinchas “colchoneros”.
“Griffa nos enseñó a ganar”, dijo de él alguna vez Luis Aragonés, su compañero en el club rojiblanco. “Transmitíamos poderío”, señaló el hombre que había nacido en Casilda, el 7 de mayo de 1935, y que más allá de sus éxitos en España empezaría a forjar su leyenda una vez vuelto al país en 1972. No fue como él la había imaginado en un principio, un técnico más que transmite sus conocimientos a un plantel de Primera –su única experiencia al respecto, con la que inició su trayectoria a los costados de las canchas (en Newell’s, por supuesto) resultó un fiasco–, sino en una tarea menos ruidosa, pero cuya productividad lo elevó a una categoría que muy pocos logran alcanzar.
El mecenas, siempre hace falta alguien que sepa distinguir dónde se esconde una joya, fue el dirigente Armando Botti, que pese al traspié con los grandes buscó la manera de que siguiera ligado a la Lepra, y le propuso a Griffa montar una estructura para mejorar las divisiones inferiores. Fue el puntapié inicial a 22 años ligados a la formación de jugadores rojinegros, una época que supo de títulos y vueltas olímpicas –”Un hecho circunstancial, nunca entendí que fuese una obligación”, en palabras del Maestro–, aunque por sobre todas las cosas inauguró un modo de generar identidad, pertenencia, y también rédito económico, que muchos clubes recién empezarían a descubrir casi medio siglo más tarde.
Jorge Griffa fue, además de un sabio, un pionero. Allá por los 70 percibió que, para una entidad como Newell’s, la única fórmula para competir con los más poderosos del país era producir su propia materia prima. Y salió a buscarla a partir de una convicción: “En el triángulo que forman el este de Córdoba, el sur de Santa Fe y el norte de Buenos Aires hay muchos pueblos donde las familias tienen firmeza en sus valores de crianza y los chicos, las necesidades básicas satisfechas”, según explicó alguna vez. Su peregrinación, acompañada por sus colaboradores –el principal a partir de mediados de los 80 fue un joven inteligente y ambicioso llamado Bielsa–, abarcaría Casilda, Pujato, Murphy y todos esos ámbitos rurales donde el talento futbolístico crecía a la par que el trigo o el maíz.
Pero, además, el Maestro impuso la idea de que los chicos del semillero, como se le llamaba entonces, debían estudiar además de ir a entrenar, “para darles armas para la vida, aunque no llegasen a Primera”, y también en ese aspecto fue haciendo escuela. No es de extrañar que el hilo conductor que Griffa comenzó a desovillar y el actual técnico de Uruguay tomó de primera mano, se continúe en la manera de actuar y de comunicar de los Pochettino, Heinze, Berizzo, Martino y, desde ya, Lionel Scaloni.
Tras la larga etapa en el Parque Independencia seguiría otra, más corta aunque igual de fructífera en Boca. Mauricio Macri se lo llevó a la Ribera para recuperar la fábrica de cracks que históricamente había sido La Candela, y Griffa fue un nutriente clave para explicar los triunfos de la época dorada con Carlos Bianchi en el banco de Primera.
Lamentamos profundamente el fallecimiento de Jorge Bernardo Griffa.
— Newell’s Old Boys (@Newells) January 15, 2024
El Maestro, símbolo indiscutido de Newell’s, fue jugador, técnico de inferiores y el creador del semillero leproso que dio enormes figuras al mundo.
Tu legado siempre será parte de nuestra historia, que en paz… pic.twitter.com/mzkSDCP1L8
Después vendría México, en una tarea que no sólo incluía la enseñanza a los más chicos, sino también la transmisión de saberes a los futuros formadores. Hubo un par de retornos profesionales más o menos breves, a Newell’s y a Boca, y un último paso en 2016 por Independiente, club de sus primeros amores, cuando idolatraba a Ernesto Grillo y hasta pudo darse el gusto de ver jugar a Vicente De la Mata un torneo de veteranos en Casilda. Y antes, desde 2010, la puesta en marcha de la Asociación Deportiva Jorge Griffa, un proyecto propio para seguir formando pibes en una entidad que participa en la Liga Rosarina.
En 2018, Bielsa decidió financiar la construcción de un lugar de concentración para el primer equipo en el predio que Newell’s posee en Bella Vista. Su mayor exigencia fue el homenaje en vida que quiso ofrecerle a su mentor: se llama Edificio Jorge Griffa.
El Maestro se fue de viaje. Rosario se vistió de duelo y la sensación de pérdida se extendió por la Boca, por Avellaneda, por los barrios de Madrid donde gobierna el amor por el Atlético y por todos los pueblos y ciudades del país que alguna vez vieron pasar a ese hombre sabio que anotaba en sus inseparables carpetas y cuadernos las cualidades que iba descubriendo en esos chicos que corrían detrás de una pelota y un sueño. Se fue un personaje indispensable para entender el fútbol argentino de los últimos 50 años. Se fue Griffa, y no será nada fácil reemplazarlo.
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