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Murió Diego Maradona. Cuando sacudía al planeta sin la pelota en los pies
Los escándalos también rodearon la vida de Diego Maradona: los controles antidoping positivos, las horas en prisión, los hijos, las peleas, las polémicas. Un átomo único, indivisible. Fue el jugador, el gran capitán, el gol, el crack, el récord y también, el lado oscuro. No hay dos caras. Las virtudes y los defectos, conviviendo juntas las 24 horas en su cuerpo de 168 centímetros.
Tal vez la fama le carcomió esa inocencia que traía desde aquella imagen infantil televisada, que recorrió una y mil veces las pantallas con la frase profética: "Mi sueño es jugar un Mundial". Tal vez las malas compañías, "el entorno", fueron decisivos para que, paulatinamente, los escándalos hayan aparecido en su vida sin pedir permiso. Tal vez la presión superó su capacidad de ser el mito que nunca pidió ser.
Lo cierto es que entre tantos… tal vez, existió una realidad que lo golpeó hasta dejarlo lleno de moretones, y que impiadosa castigó hasta las lágrimas a todos los que lo seguían. Hubo escándalos deportivos y fuera de las canchas. Alguna vez confesó que probó drogas por primera vez en 1982, en España, con tan sólo 22 años. "Lo hice porque me creía vivo", admitió varios años después.
En sólo 20 días de abril de 1991, Maradona sacudió al planeta. Fueron dos sucesos que cambiaron radicalmente la vida del crack: desde entonces, ya todos sabrían que Maradona era mucho más que el mejor futbolista del mundo. Era un cóctel de problemas siempre a punto de estallar.
El 6 de abril de 1991 llegó el primer autogolpe con marcado destino de nocaut. La Federación Italiana dio la noticia imposible: Diego dio positivo de cocaína en el control antidoping del partido del 17 de marzo que jugaron Napoli y Bari. No hubo contemplaciones: lo sancionaron por 15 meses. El 26 de abril arribó el segundo mazazo que el espejo, al mejor estilo Mike Tyson en sus mejores épocas, le daba a Diego: en un procedimiento de antidrogas en la calle Franklin, en el barrio de Caballito, lo detuvieron por tenencia de estupefacientes para consumo personal. El escándalo fue mayúsculo. Su imagen, fuera de sí, recorrió el planeta. La Justicia lo condenó a dos días de prisión.
Quedaba claro por entonces que la vida de Maradona se desarrollaba en un ring de boxeo, en donde él mismo se daba golpes contra un cuerpo que, poco a poco, se iba deteriorando. No hubo nunca un compás de espera. Año tras año, round tras round, se sucedieron hechos que, literalmente, le dieron de lleno en el corazón. Y cada vez que su anatomía flameaba castigada, el dolor era compartido por millones de admiradores en cualquier rincón del planeta. Como en el Mundial de los Estados Unidos, cuando el 25 de junio de 1994 se le detectó consumo de efedrina. La FIFA no tuvo ningún tipo de piedad: otra suspensión por 15 meses. Diego, herido en lo más íntimo, tambaleaba en el cuadrilátero, y en su zigzagueo arrastraba millones de penas.
Le siguieron varias manos demoledoras. Otro doping, esta vez en su tierra, el 28 de agosto de 1997, en un Boca 4 v. Argentinos 2. La sustancia nunca se dio a conocer. Más. Tuvo varios hijos extramatrimoniales, pero el más famoso es Diego Junior, fruto de una relación fugaz con la italiana Cristina Sinagra, reconocido décadas más tarde. Se lo relacionó con la mafia italiana y estuvo cerca de ir a prisión, una vez más. El 2 de febrero de 1994 disparó contra periodistas y fotógrafos que le hacían una guardia en una quinta de Moreno, por lo que recibió una condena en suspenso. Hubo hoteles destrozados. Riñas de todo tipo siempre con aroma a escándalo de vodevil. Y hasta un choque en Cuba en 2000 del que –aseguran- salvó la vida de milagro.
En Suiza, primero; en Cuba, después. Buscó internarse en clínicas para desintoxicarse, y que lo ayudaran para salir airoso de ese combate que estaba perdiendo por muchos puntos, que estaba por definirse por nocaut. Fueron granitos de arena saludables en medio de un desierto de autodestrucción.
Un fantasma peleándole al viento. La pelea de la vida lo sacó del cuadrilátero cuando otros todavía están en guardia. En enero de 2000, Maradona estuvo al borde de la muerte. Permaneció internado en terapia intensiva en el Sanatorio Cantegril, de Punta del Este. Ingresó con una crisis hipertensiva y un cuadro de arritmia ventricular, y con sólo el 30% de la actividad cardíaca. En los rastros de sangre y orina se hallaron restos de cocaína. A los pocos días fue trasladado a la clínica Fleni, de Buenos Aires, y poco después se mudó a Cuba, donde realizó un tratamiento para superar sus adicciones y terminó residiendo durante largas temporadas. Cinco meses después de coquetear con la muerte, Maradona eclipsó a Lothar Matthaüs en el partido despedida del alemán, y en junio presentó su libro autobiográfico "Yo Soy El Diego".
Los dramas continuaron, sin solución de continuidad. En abril de 2004, luego de otro cóctel explosivo, la muerte volvió a golpear a su puerta. Permaneció internado en la clínica Suizo Argentina. Durante ese año llegó a pesar 120 kilos, por lo que en marzo de 2005 se sometió a un by-pass gástrico en Cartagena de Indias (Colombia) y bajó 50 kilos. Entre agosto y diciembre de 2005 condujo "La Noche del 10", por Canal 13. Se lo veía mucho mejor, lúcido, con energía.
El 28 de marzo de 2007 fue internado en el Sanatorio Güemes, debido a excesos con las bebidas alcohólicas. Se le diagnosticó una «hepatitis química, aguda y tóxica», por lo que debió permanecer internado hasta el 11 de abril, cuando los médicos le dieron el alta. Dos días después tuvo una recaída y debió ser trasladado por una ambulancia al hospital Madre Teresa de Calcuta de la localidad de Ezeiza, y luego derivado al Sanatorio de los Arcos, en donde estuvo varios días, hasta que decidió internarse en la clínica psiquiátrica Avril para tratar su adicción al alcohol. Luego de más de dos semanas de tratamiento, en las que llegaron a circular rumores de su muerte, el 6 de mayo abandonó la clínica.
En enero de 2006, mientras estaba de vacaciones en la Polinesia, le rompió un vaso en la cabeza a una mujer después de un altercado con una de sus hijas. Tiempo después, fue acusado de lesiones leves en el Fuero Contravencional y de Faltas de la Ciudad de Buenos Aires, por dañar a una pareja al embestir con su camioneta una cabina telefónica. El accidente automovilístico se produjo el 10 de febrero de 2006, y según la declaración de algunos testigos, Maradona abandonó el lugar sin entregar sus datos ni los de su camioneta. Tras no presentarse en el juzgado a declarar luego de cinco citaciones, el juez Gonzalo Rúa lo declaró "en rebeldía" y extendió una orden de captura en su contra.
En ese momento se encontraba fuera del país, pero cuando arribó al Aeropuerto Internacional de Ezeiza proveniente de Italia, el 7 de octubre de 2007, fue demorado y llevado por la fuerza al Juzgado Contravencional Nª9, ubicado en el barrio de Palermo. Las desventuras como entrenador del seleccionado frenaron un poco el mar de excesos. Estaba donde él quería, donde siempre soñó. Sin embargo, la calma duró un suspiro, como en buena parte de su vida. Porque los tropiezos lo acompañaron casi siempre. El alcohol fue su última, irresistible debilidad. Le costaba hablar, moverse, respirar. Ser Diego Maradona, lejos del césped, resultó una mochila pesada, imposible de sobrellevar.
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