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Alejandro Sabella. El hijo adoptivo que aprendió a llevar a Estudiantes en la sangre
Alejandro Sabella se puso serio, mucho más de lo habitual, con la pregunta de LA NACION. "¡No me hablen ahora de Barcelona! Nuestro próximo rival no es Barcelona". Era el 12 de diciembre de 2009 y Estudiantes ya tenía adversario en el Mundial de Clubes: el humilde Pohang Steelers, de Corea del Sur. Ese, justamente, era el problema: al entrenador le molestaba que la prensa diera por ganados ciertos partidos. Para eso había preparado a sus muchachos, para no subestimar a nadie. Jamás. Sabía que no podía fallar en Abu Dhabi y que llegar al partido decisivo era casi un mandato. La situación lo desvelaba. Y lo logró, no sin antes sufrir, tras el triunfo con lo justo (2-1). Ese pensamiento atravesó su filosofía en el fútbol, sobre todo en el Pincha, porque quería que la familia se sostuviera sobre valores cristalinos.
Sabella amó a Estudiantesporque lo sintió como su refugio. Siempre se mostró conmovido por cómo lo adoptó pese a haber crecido en River. Una de las cosas que Pachorra recordaba cada vez que podía era su primera charla con los jugadores, ya como entrenador. Camiseta en mano miraba uno por uno a los futbolistas. Hasta que se detuvo en Gastón Fernández. Fue como verse en una foto. Tomó a la Gata como un desafío personal por uno motivo: se sentía identificado con él. Ambos surgieron en River y buscaron el relanzamiento de sus carreras en Estudiantes. Sabella quería que Fernández viviera en carne propia lo que a él lo había sensibilizado y que experimentara ese sentimiento que se apoderaba de aquellos que caían en gracia por La Plata. Vaya si lo consiguió: el delantero fue uno de los emblemas de los últimos años, incluido el gol en la inolvidable final de la Copa Libertadores 2009, ante Cruzeiro, y hasta se retiró en el club en junio pasado.
Sabella llegó a Estudiantes de la mano de Carlos Bilardo, en 1981, tras las experiencias en Sheffield y Leeds, de Inglaterra. Afirmarse en la primera división de la Argentina era un gran desafío, ya que en River le había costado ganarse un lugar por el esplendor de Norberto Alonso. Enseguida se sintió a gusto e integró un medio campo exquisito junto con otros dos N° 10 de pura cepa, Marcelo Trobbiani, José Daniel Ponce, y Miguel Ángel Russo. Los títulos en el Metropolitano 82 y Nacional 83 empezaron a abrirle un lugar muy especial en el corazón de los hinchas. Tras un paso por Gremio, de Brasil, Sabella volvió a guarecerse en Estudiantes entre 1986 y 1987. La graduación pincharrata estaba completa.
El respeto a Bilardo se advertía en cada palabra. "Todo fue especial con él. Fue un adelantado al ponerme junto con Trobbiani y el Bocha Ponce. Nadie creía que funcionara esa idea". El doctor lo buscó para reemplazar a Patricio Hernández y hasta negoció con los dirigentes de Leeds. Bilardo llevó a Inglaterra recortes de diarios que hablaban de la crisis económica en la Argentina y hasta consiguió una rebaja en el pase, que se concretó por unos 150.000 dólares.
Alejandro Sabella y la táctica ante Barcelona
Sabella también se respaldó en Bilardo en sus primeros tiempos como director técnico. Juntos pasaban mucho tiempo en el country de City Bell y trataban de explicarles a los más jóvenes la idiosincrasia y la pertenencia que despertaban los colores. A su lado tenía a dos ex compañeros y amigos: Claudio Gugnali y Julián Camino, silenciosos pero imprescindibles.
La oportunidad como DT le llegó gracias a un llamado de Juan Ramón Verón, padre de la Brujita, que por entonces participaba de las charlas con los dirigentes. Tras varios años como colaborador de Daniel Passarella, Sabella precisaba un vuelo propio y qué mejor que empezar en Estudiantes.
La fibra íntima de Sabella se potenciaba en Estudiantes. Así llegó la Copa Libertadores 2009, en la que antes del viaje a Brasil les mostró a los jugadores el video de la victoria de los Pumas, ante Francia, en París, en el debut del Mundial de rugby 2007. O, también, antes de los partidos les señalaba una estrella que, según él, cada vez brillaba con más fuerza. "Esa es la que tenemos que agregar a esta camiseta", les repetía. La vuelta olímpica en el Apertura 2010 confirmaría todas las proyecciones y, en parte, sanaría la herida por la casi hazaña ante el Barcelona de Messi, en el Mundial de Clubes, en el que perdió la final en el suplementario.
Aún con los vaivenes de salud, Sabella se mantuvo cerca de Estudiantes, ya sea para la inauguración del estadio o para una charla con Javier Mascherano o Gabriel Milito, en sus días como DT.
Una de las explicaciones más profundas la entregó en una entrevista con la revista El Gráfico. "Es difícil definir algo que se siente, se palpa, se respira. La mística es un pensamiento, son jugadores que vienen al comedor en ojotas a pedir agua para el mate, son los cuadros colgados en la concentración, los nombres de Zubeldía y Prátola en las placas que bautizan distintos lugares. En síntesis, es sentirse identificado con un club. En Monterrey, por ahí me cruzaba con Azconzabal, que jugaba en Tecos, o con Calderón, en Atlas, y esa mística flotaba en el aire. Una vez, contra San Lorenzo, Daniel [por Passarella] me mandó a llamar a un suplente, Romeo estaba elongando y me miró, yo lo miré, jamás habíamos hablado entre nosotros, y sentí como una comunión en esa mirada, que había algo en común, algo que nos unía. Estudiantes es un club grande y chico a la vez, una mezcla de gigante y de familia difícil de explicar". Sabella y Estudiantes son química pura.
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