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Mundial Sub 20: una Copa del Mundo agridulce y fugaz, pero que cumplió con creces sus objetivos
A pesar de los pobres estados del campo de juego, la AFA demostró la viabilidad de organizar un Mundial contrarreloj; las estrellas y las historias que surgieron y cómo queda la selección
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LA PLATA.- El Mundial Sub 20 realizado en la Argentina no terminó, en términos futbolísticos, como lo imaginó la AFA. La eliminación temprana de la selección local, en los octavos de final a manos de Nigeria, dio lugar a un torneo que, ya en sus semifinales, confirmó que consagraría un campeón inédito. Y fue finalmente Uruguay el vencedor, que superó a Italia en el estadio Único Diego Armando Maradona por 1-0 para levantar el trofeo ante 38.297 espectadores, en su enorme mayoría charrúas, que colmaron el recinto platense. No obstante, una evaluación basada netamente en el rendimiento de la Albiceleste limitaría de forma considerable el alcance real de lo que significó esta Copa del Mundo.
Incluso reducir lo que consiguió el mismo equipo de Javier Mascherano en el torneo al resultado de su participación también ofrecería una aseveración incompleta. Sería irresponsable negar que el proceso estuvo afectado desde el comienzo por la fallida campaña en el Sudamericano, y la oportunidad de entrar como organizadores finalmente no fue aprovechada, lo que expuso varias falencias en el armado del plantel y el planteo táctico del entrenador. Por otra parte, centrarse en la campaña desviaría el foco de la verdadera función de un torneo como este, como es la exposición y roce inicial de los jugadores juveniles. Y el idilio que mantuvieron los futbolistas argentinos en Santiago del Estero y San Juan con el hincha, que conoció por primera vez el talento de Luka Romero, Valentín Carboni, Matías Soulé, Brian Aguirre, Alejo Véliz y Federico Redondo entre otros, deja un saldo mayormente positivo.
Sin ir más lejos, el éxito de la selección mayor en el último Mundial de Qatar sirvió como demostración de que el fracaso en la categoría Sub 20 no representa un impacto significativo en las carreras de los jugadores. De aquel plantel, apenas Lionel Messi, Ángel Di María y Alejandro “Papu” Gómez obtuvieron el título previamente; por fuera de ellos, Nicolás Tagliafico alcanzó los cuartos de final en 2011, una porción importante ni siquiera superó la etapa de grupos, y otra ni siquiera representó a la selección juvenil. Por otra parte, las buenas impresiones que sí dejaron a nivel individual varios intérpretes a lo largo del torneo prometen ser un reflejo más fiel de lo que son capaces de conseguir en el fútbol profesional.
Lo mismo se puede inferir del resto de los equipos participantes, en los que destacaron un gran número de figuras a tener en cuenta durante los próximos años. Entre los finalistas, los italianos Cesare Casadei y Tommaso Baldanzi han culminado una gran campaña a base de su técnica exquisita y su poder de fuego: el jugador de Chelsea fue el máximo goleador con 7 goles; Sebastián Boselli y Alan Matturro han sido absolutamente fundamentales en Uruguay gracias a su empuje y su aporte defensivo en un torneo donde no abundó la solidez. Cade Cowell hizo valer sus casi 100 partidos en primera con un asombroso despliegue físico a liderar el ataque estadounidense. El brasileño Andrey Santos también ofreció argumentos para pedir pista en la Premier League, gracias a su liderazgo en el mediocampo. Bae Jun-ho asombró al público con sus gambetas para Corea del Sur. Y Óscar Cortés fue un peligro constante con su velocidad y conducción en el ataque colombiano.
La Copa del Mundo también marcó una oportunidad ideal para que se den a conocer jugadores países que no suelen visitar la Argentina, y se generen fuertes lazos entre ellos. Durante la primera etapa, esto fue ilustrado por Guatemala, Gambia e Irak, cuya participación en una cita ecuménica representó una oportunidad imperdible para que sus hinchas hicieran el largo trayecto hacia el país anfitrión. Israel, por su parte, representó una de las historias más inspiradoras del certamen, en el que generaron una profunda identificación con la colectividad judía local y montaron una campaña histórica en apenas su segunda aparición en cualquier categoría etaria. Todo esto, sumado al el envión del Mundial ganado por la mayor en Qatar, logró que el promedio de público en los estadios tuviera un importante aumento en relación a torneos previos: más allá de las localidades agotadas en todos los partidos de la selección organizadora, incluso ambas semifinales excedieron los 20 mil espectadores en La Plata.
Los números también sostienen aquellas buenas impresiones en materia de turismo. Según comunicó la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME), unos 230 mil visitantes extranjeros ingresaron en el país, mientras que otros 184 mil argentinos se movieron por el interior para seguir la acción del torneo. La inyección económica como consecuencia de este movimiento, de acuerdo con el mismo informe, alcanzó los $93.713 millones de pesos, e incluyó gastos en alojamiento, comida, transportes internos, compras, recreación y organización, estos últimos por parte de la FIFA.
Estos puntos altos han servido para sobreponerse a varios otros aspectos negativos que se observaron en las semanas en que tuvo lugar. Aunque la capacidad de organización in extremis en apenas dos meses resultó un gran triunfo para la gestión de Claudio “Chiqui” Tapia, es imposible obviar el pobre estado del césped en los estadios (siendo el Bicentenario de San Juan la única excepción), lo que afectó negativamente el nivel de juego. Y en los primeros días se vieron también algunos episodios más bien repudiables, como el escándalo que protagonizó el plantel iraquí en La Plata y la agresiva reacción de los hinchas locales a un triunfo de Inglaterra sobre Uruguay. La etapa eliminatoria, no obstante, pasó sin grandes controversias fuera de la cancha.
Tan pronto como se montó el Mundial, todo volvió también a la normalidad. Inmediatamente después de sus últimos partidos como sede, el estadio Malvinas Argentinas de Mendoza volvió a recibir a Godoy Cruz en la Liga Profesional, como también lo hizo el Madre de Ciudades con Central Córdoba en Santiago del Estero. La gran mayoría del plantel argentino retomó sus compromisos con sus clubes sin perder tiempo; hasta Máximo Perrone llegó a integrar el banco de suplentes del Manchester City campeón de Europa. Lo mismo ocurrirá con los vencedores en este Mundial, que sin duda se llevarán un grato recuerdo de la experiencia en el país. Un torneo “relámpago” que se sobrepuso a varias contingencias para cumplir su cometido.
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