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Mundial Qatar 2022: la última batalla de la mejor generación de futbolistas
De Messi a Cristiano Ronaldo y tantos otros cracks: el grupo de estrellas tendrá su principio del final en la Copa del Mundo, luego de marcar a fuego la historia reciente del fútbol
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DOHA, Qatar.- Uno a uno, abandonaron el escenario de la Copa Mundial que fue suyo durante tanto tiempo. Algunos, como Luis Suárez, inquieto e impotente, en el banco de suplentes, no pudieron contener las lágrimas. Otros, como Romelu Lukaku y Edinson Cavani, arremetieron contra cualquier objeto inanimado que se cruzara en su camino, incapaces de contener su rabia.
Uno o dos han sabido recibir el final con gracia: una sonrisa en los labios de Robert Lewandowski, satisfecho por haber firmado, al menos, dos goles; un sutil y apenado movimiento de cabeza de Sergio Busquets al dar la espalda al penal fallado que prácticamente había echado el telón a la campaña de España.
Quedan algunos, al menos de momento: Lionel Messi y Cristiano Ronaldo, Ángel Di María y Luka Modric y Pepe. Algunos partirán en breve. Otros tendrán una prórroga de una semana más o menos. Uno o dos tendrán el final que anhelan, dentro del reluciente cuenco dorado del estadio Lusail, con un trofeo en las manos y un teletipo a sus espaldas. Pero, acabe cuando acabe, reaccionen como reaccionen, para todos ellos será un adiós.
A veces, durante las dos últimas semanas, se ha tenido la sensación de que esta Copa Mundial es esencialmente un viaje de despedida para Messi y Ronaldo, sin duda los dos jugadores más destacados de su época y, muy posiblemente, de todas las épocas.
Durante la mayor parte de dos décadas, fueron los personajes centrales tanto de la narrativa general del deporte como de su vida cotidiana; todas las historias giraron, en el fondo, en torno a ellos. Este torneo no podría ser diferente: es, después de todo, su última oportunidad de reclamar el único tesoro que aún se les escapa, de encontrar la pieza que falta, de cimentar no sólo su leyenda, sino su apoteosis.
Messi y Ronaldo, sin embargo, siempre fueron algo más: las puntas de lanza y los portadores de la antorcha de una generación de jugadores que dominó el fútbol durante más de una década, el elenco más estelar que el fútbol haya reunido jamás. Que sea el más talentoso no es, en cierto modo, especialmente relevante. Lo que es indiscutible es que es, con diferencia, el más famoso.
Por debajo de Messi y Ronaldo, después de todo, se extiende un grupo que incluye no sólo a Lewandowski, Suárez, Modric, Lukaku y Busquets, sino también a Thomas Müller y Manuel Neuer, Jordi Alba y Sergio Ramos, Karim Benzema y Paul Pogba, Eden Hazard y Kevin De Bruyne y Daniel Alves y un par de docenas más.
Y, sin embargo, siguen aquí, como figuras y centros de atención. Gracias a la rápida profesionalización del fútbol, a los grandes avances de la ciencia del deporte, el acondicionamiento físico y la nutrición en las dos últimas décadas, pudieron sobrevivir en la cima del deporte durante mucho más tiempo del que sus predecesores podrían haber imaginado.
Pelé, la primera superestrella mundial del deporte rey, fue un caso atípico, su principal figura desde su florecimiento en la Copa Mundial de 1958 hasta su trascendencia en 1970, pero pocos duraron una década en la cima.
Hubo ocho años entre el apogeo de Zinedine Zidane, en la Copa Mundial de 1998, y su retirada tras el torneo de 2006. (Diego Armando Maradona fue considerado el mejor jugador del mundo en 1984, pero sus demonios lo llevaron a rescindir su contrato con Napoli en 1991).
Cristiano Ronaldo, por su parte, fichó por Manchester United antes de que existiera Facebook. Su declive fue mucho más lento.
Esta longevidad explica en parte la fama del actual grupo de estrellas, pero no del todo. Se trata de la primera generación de jugadores que pasó toda su carrera en la época más dorada del fútbol, el periodo -impulsado por la popularidad de la Premier League y la Liga de Campeones, por la espiral de demanda de derechos de televisión, por el insaciable deseo de nuevos horizontes, nuevos territorios- en el que el juego pasó de ser el deporte más popular del mundo a lo que el historiador David Goldblatt denominó el “mayor fenómeno cultural que el mundo haya conocido jamás”.
Sus clubes se han convertido en símbolos de estatus, disputados por oligarcas, jeques y Estados nación. Se tomaron prestadas sus obras maestras y se han cooptado para fines políticos y juegos de poder. Los actores que fueron, en muchos casos, las fuerzas motrices de ese crecimiento sobrealimentado se convirtieron en las personas más famosas del planeta.
A pesar de su prepotencia y su gusto por la exageración, el fútbol tiene una curiosa tendencia a subestimar la verdadera magnitud de su impacto y su atractivo. No es, por supuesto, una medida perfecta, pero Ronaldo tiene más seguidores en Instagram que nadie en el planeta: casi el doble que Justin Bieber, por ejemplo, y no muy lejos del triple de seguidores que LeBron James y Rihanna. Lionel Messi es el segundo. Tiene tantos seguidores como Katy Perry y Kourtney Kardashian juntas.
Sus edades, sin embargo, los delatan. En efecto, el fútbol se ha saltado una generación. No hay un grupo de herederos listos para Messi, Ronaldo, Lewandowski y los demás esperando en las alas, preparados para ocupar sus tronos tan pronto como se retiren, sólo un puñado: Neymar, Harry Kane, Mohamed Salah. Esta generación brilló demasiado para que algo creciera; sólo cuando sus sombras se alargaron, sólo un poco, las condiciones resultaron propicias.
Esto no quiere decir que la vieja guardia vaya a desaparecer en cuanto termine su estancia en Qatar. La Premier League vuelve a empezar el 26 de diciembre, ocho días después de la final del Mundial, y el resto de competiciones nacionales europeas no tardarán en hacer lo propio. La Liga de Campeones se reanuda en febrero. Los personajes centrales perdurarán, por ahora. Aún les quedan más títulos, más trofeos, más gloria por recoger.
Pero este Mundial marca el principio del fin. Algunos de ellos ni siquiera llegaron hasta aquí, por supuesto: Ramos no fue seleccionado para la selección española; Benzema fue descartado de la francesa por una lesión pocos días antes del comienzo del torneo.
Pero cuando llegue la próxima edición, en 2026, pocos de ellos, si es que alguno, estarán presentes. Los que estén podrán esperar, en el mejor de los casos, el papel que Ronaldo parece destinado a desempeñar mientras Portugal siga aquí: algo entre talismán y fuente de problemas.
Para todos ellos, sea cuando sea, Qatar es el adiós, el último hurra de los abanderados de la era de los excesos del fútbol. Resulta perfectamente apropiado que haya sido así: que su última parada se produzca en un torneo de brillo sin parangón y glamour superpuesto, disputado en recintos lujosos y dorados, monumentos a un mundo en el que el dinero no es problema, pagado con el sudor y la sangre y las vidas de gente demasiado pobre para formar parte del espectáculo, que se eleva sobre las arenas del desierto en un país atraído por el fútbol debido a su irresistible atractivo, su poder de estrella, su pura fama.
Qatar es el escenario en el que todos ellos, en algún momento, se despedirán, la generación más famosa del fútbol haciendo su última reverencia en el corazón de lo que se ha convertido su deporte.
Eso ha tenido un coste. Tal vez la mejor medida de la importancia de esta generación, su omnipresencia y su tirón, esté en lo que viene después. Esta Copa Mundial, como todas las demás, ha servido de partera para el futuro del fútbol: Jude Bellingham, de Inglaterra, Gavi y Pedri, de España, y Enzo Fernández, de Argentina, no llegaron a Qatar como desconocidos, pero sin duda se marcharán como estrellas. Ése es el poder perdurable del torneo.
Estos son los nombres que se han entretejido profundamente en el tejido del fútbol de élite durante lo que parece ser toda una vida. Pasaron 10 años desde que Hazard fichó por Chelsea. Hace 12 desde que Busquets y Alba ganaron el Mundial con España, 13 desde que Benzema se marchó al Real Madrid, 14 desde que Alves fichó por el Barcelona.
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