Mundial Qatar 2022: cómo se vivió la fiesta inaugural en la intimidad de una familia local
Una experiencia en el corazón del municipio de Jor, con la mirada local de la Copa del Mundo
DOHA (Enviados especiales).- Qatar-Ecuador. Apertura del Mundial. ¿Cómo lo vivirá el pueblo qatarí? En los alrededores del estadio Al Bayt, la gente de todos los países del mundo se agolpa con la emoción que semejante cita merece. Pero es difícil identificar al público local. Se dijo: los extranjeros, la mano de obra migrante, son mayoría aquí. Alejarse un poco de la cancha muestra mejor la realidad. Las distancias son enormes. Hay que caminar mucho. Veredas que son puro arena. Esto es realmente el desierto, a unos 50 kilómetros al sur del centro de Qatar. Luego, adentrarse en los barrios del municipio de Jor permite ver que la mayoría de los restaurantes ni siquiera tienen en sus televisores la fiesta inaugural, que ya está en marcha. El supermercado Al Meera lo transita muy poca gente. Hay un store oficial de la Copa del Mundo, pero ni un televisor con el partido. Unas cuadras más allá, apenas una peluquería tiene encendida la pantalla y tres personas que esperan su turno miran el encuentro, aunque sin demasiado entusiasmo.
¿Y en las casas de familia?, ¿les interesará el Mundial?, ¿cómo será vivir esa experiencia allí? Comienza la recorrida. Muchos hogares tienen las luces apagadas. Por momentos parece un pueblo deshabitado. El silencio domina la escena. Hay que tocar timbre. Primera opción: “No voy a ver el partido, soy de India”. Segunda: “Disculpe, pero estoy a cargo de dos señoras mayores, no sabía que había un partido de fútbol”. Tercera: “Nosotros somos de Pakistán, no vamos a ver el partido”. Cuarta, sólo hablan en árabe, la comunicación no se concreta. Quinta, sexta… todas situaciones muy similares.
Hasta que varias cuadras más allá, a lo lejos, se escucha (y muy fuerte), la canción mundialista. Este debe ser el lugar correcto. Es una casa muy linda. Tiene tres plantas y un gran balcón central. Todo está rodeado de banderas de Qatar. Aquí tiene que ser. Un llamado, dos…, al tercero se abre la puerta. Se asoma una mujer. Es difícil explicar que dos argentinos quieren ingresar a ver el partido. “Esperen un momento”, dice. Unos segundos después sale Hamad, un niño de unos ocho años que habla muy bien en inglés. Escucha la propuesta y responde: “Le tengo que pedir permiso a mi papá”. Otro par de minutos de espera. Ahora sale Alí, el dueño de casa. Lleva un bastón canadiense. Una lesión en un tobillo de hace dos semanas. También escucha la solicitud y duda. No está para nada seguro de dejar entrar extraños en su casa. Es lógico. No hay nada que reprocharle. “Serán solo diez minutos”, es la promesa, aunque luego serían muchos más. Por fin se anima: “OK. Déjenme poner las cosas en orden y luego pueden ingresar”.
Diez minutos después abre la puerta y dentro, la situación cambia, y mucho. Alí es una persona fantástica, de una generosidad interminable. Hay un gazebo permanente en el patio que está justo después de cruzar la puerta, en el frente de la casa. Sillones largos y cómodos, rodeados de prolijas cortinas. Luces tenues. Tienen un televisor gigante con el volumen al máximo. Hay seis niños. Están sus esposas, sus hijos y sobrinos. Hamad presenta a los demás: “Estos son Wed, Al-Reem, Mayasa, Shemouk y Shaikha”, cuenta. Todos tienen la camiseta de Qatar puesta. Hay comida preparada para la ocasión, para ver el Mundial. Buñuelos, una especie de turrón de chocolate, una pasta dulce hecha con harina. Indica que el vaso de té debe tomarse con la mano derecha. Se cumple la tradición. Todo delicioso.
Sus esposas se mantienen al margen. No quieren estar frente a las cámaras ni dar sus nombres, pero conversan muy animadamente. Todas llevan, naturalmente, sus hijab. Están felices, ofrecen su hospitalidad y toman fotografías con sus teléfonos.
“Soy un hombre de negocios”, explica Alí sin querer abundar en detalles cuando se le pregunta por su trabajo. Muestra su bufanda con los colores de Qatar. Las chicas al principio están algo tímidas, pero luego se juntan y cantan canciones. Apoyan al equipo y la ocasión las tiene muy ilusionadas.
Hamad cuenta que juega al fútbol. ¿En algún equipo? “No, aquí en el patio de mi casa”. Y habla de Lionel Messi en PSG, de Ángel Di María y de Paulo Dybala. Si, definitivamente él sabe de fútbol. No es algo pasajero por la Copa del Mundo.
Alí dice que la Argentina es un país hermoso y que le gustaría conocerlo. Pregunta por cómo los extranjeros ven a su nación y está orgulloso del crecimiento que Qatar ha mostrado en los últimos años. Sabe que necesitan abrir sus puertas a otras naciones, cómo él acaba de hacer con dos visitantes.
Falta poco para que empiece el juego y Alí pronostica un 3 a 1, pero no acierta... El partido no es muy positivo para para los qataríes. Por primera vez en la historia un anfitrión pierde en su debut. Pero no se amargan, esto nunca se trató solamente de fútbol. Entienden que no son favoritos, pero participar es necesario. A pesar de la distancia cultural, incluso de las polémicas. Si hay diferencias, no se van a acortar si al menos no se inicia un diálogo. Saben que este sólo es un comienzo, una excelente razón para encontrarse con el resto del mundo.