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Mundial de futsal: la Argentina le ganó a Francia con más mística que buen juego y ahora se cita con Brasil
El equipo nacional se impuso con cierto sufrimiento al equipo francés por 3 a 2; este domingo, juega la final del Mundial frente a Brasil, siempre candidato
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No hay dos sin tres. La selección argentina de futsal siguió al pie de la letra el dicho y logró acceder a una categoría que habitan muy pocos elegidos: la de los países participantes en tres finales consecutivas de una Copa del Mundo, lugar que hasta ahora sólo compartían Brasil y España. Lo hizo tras un durísimo encuentro ante Francia. Fue un 3-2 definido con gol de Kevin Arrieta a través de un lanzamiento de doble penal cuando restaban 3′27″ para la bocina final, que le demandó al conjunto dirigido por Matías Lucuix un enorme desgaste físico y mental. Recién el domingo, a las 12 (hora argentina), cuando comience el partido decisivo ante los brasileños, se sabrá hasta qué punto puede afectar su rendimiento este esfuerzo.
La final tendrá todos los ingredientes posibles. Es el mayor clásico del fútbol mundial, decidirá un trofeo que Brasil no gana desde 2012 y Argentina quiere recuperar tras haberlo conquistado en 2016 y luego perder el desenlace ante Portugal en 2021. Pero también suma un detalle extra. Hasta hoy, un solo país logró ser al mismo tiempo campeón del mundo en fútbol 11 y futsal. Fue Brasil, en 1994, y esta vez Argentina buscará igualar semejante honor.
El futsal de nuestro país dejó de ser uno más del montón en la órbita internacional de este deporte desde 2015, apoyado sobre cuatro columnas puntuales: táctica, concentración y solidaridad defensiva, habilidad en el manejo de la pelota y contundencia en ataque. Sin embargo, el pilar fundamental que sostiene toda la estructura está en la cabeza del grupo de jugadores que son la base del equipo. Su tenacidad y resiliencia para apretar los dientes y sacar a flote choques que en su desarrollo parecen conducir a la derrota son los argumentos esenciales para dejar que fluyan virtudes como el conocimiento del juego, el atrevimiento o la picardía. Si faltaba una demostración cabal al respecto, el encuentro ante Francia -un rival que empieza a convertirse en otro tipo de clásico, en este caso, transoceánico- bastó para confirmarlo.
La personalidad, el espíritu y la mística son valores intangibles de un deportista. No los pueden medir los análisis clínicos ni figuran en los datos que ofrecen los chalecos GPS; tampoco nadie puede aseverar si vienen en los genes o los transmite el contexto. Simplemente están o no están, y suelen expresarse en los detalles menores que acaban inclinando la balanza de los partidos parejos.
Kevin Arrieta, convocado a última hora por Lucuix para sumarse al plantel debido a la lesión de Andrés Geraghty, puso esas virtudes sobre la pista cuando le tocó el turno. A sus 27 años, la precisión de la zurda del futbolista del Alzira de España fue clave para superar a los galos. Dueño de las acciones de pelota parada, no falló ni en el penal que significó el 2-1 promediando la primera mitad, cruzando el disparo arriba; ni en el remate a media altura contra el palo derecho que cerró el resultado cuando la posibilidad de alargue comenzaba a asomar en el horizonte.
Nicolás Sarmiento, el inoxidable arquero argentino, exhibió idénticas cualidades, tapándole el primer ataque a fondo a Guirio al minuto y medio del arranque, y el último a Touré a 20 segundos del final. Y no se achicó ninguno de sus compañeros para poner el cuerpo e ir al choque contra el poderío físico de los jugadores galos. La sensación, sin embargo, es que al equipo le sobraron desajustes atrás y le faltó vuelo adelante, cuestiones que serán indispensable recuperar en la final.
Para Francia, que peleará con Ucrania la posibilidad de subirse al podio, el torneo que se disputa en Tashkent, Uzbekistán, es su debut en un Mundial de la disciplina, y fue justamente la ausencia de ese plus de energía mental lo que le impidió llegar más lejos: en el último minuto y medio de la semifinal gozó de tres ocasiones clarísimas para alcanzar el empate, todas falladas por errores en la definición.
Incluso es posible que esa mínima sensación de inferioridad que puede provocar la inexperiencia al más alto nivel la que haya llevado a los franceses a hacer trampa durante su camino por el torneo. Nadie olvida que se dejó ganar por Irán en la definición de su grupo en primera fase para así evitar un cruce prematuro con Brasil; y sin embargo, su actuación frente a Argentina hace dudar que necesitara de una artimaña antideportiva para pelear por las medallas.
Los galos, en todo caso, se suman a los equipos que llaman a la puerta de los grandes de la especialidad. El Mundial, por sobre todas las cosas, demostró que el futsal continúa ampliando sus horizontes al estilo del viejo juego del T.E.G., y va conquistando puntos en el mapa para incorporarlos progresivamente a la élite.
Brasil fue, sin duda, el primer damnificado de ese crecimiento sostenido. Dominador absoluto de la disciplina desde sus comienzos, ganó los tres primeros mundiales, y más tarde sumaría dos títulos y un subcampeonato más. Pero ahora, su sequía se prolonga desde hace 12 años, toda una afrenta para un país que ha visto nacer a jugadores legendarios en la historia de este deporte, como Falcao, Manoel Tobías, Schumacher o Paulo Roberto (más tarde, nacionalizado español).
Tal como le sucede en el fútbol grande, la actual selección verde-amarelha no cuenta con ningún fuera de serie que pueda suplantar o disimular los errores de funcionamiento colectivo, aunque nunca de ser candidato. Su marcha en Uzbekistán avanzó a pura goleada hasta octavos de final (10-0 a Cuba; 8-1 a Croacia; 9-1 a Tailandia; 5-0 a Costa Rica), pero enseñó debilidades desconocidas ante Marruecos en cuartos (3-1) y, sobre todo en la semifinal ante Ucrania (3-2), en la que sufrió tanto como le ocurrió a la Argentina. Tiene dos arqueros de garantías, Guitta y William; un cierre eficiente como Marlon, un goleador en racha como Dyego, y una tradición indeleble, pero ya no ostenta la supremacía de antaño.
Hasta hace diez años, un Argentina-Brasil de futsal venía con el resultado casi cantado antes del silbato inicial. Hoy todo ha cambiado. Desde 2014 ha habido 13 victorias brasileñas (las dos más recientes, en la Copa América de este año, 4-1 en fase de grupos y 2-0 en la final), 7 argentinas y 4 empates. El domingo será el primer choque que decidirá un campeón del mundo. Un partido diferente, único; uno de esos duelos para los que se necesitan táctica, concentración, físico, habilidad y picardía, pero también temperamento y mística. Entonces, resulta imposible no confiar en los chicos de Matías Lucuix.
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