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Mundial 2022: las críticas a Qatar por los derechos humanos no son nuevas para una Copa del Mundo
Las protestas internacionales por el historial del emirato en materia de abusos recuerda antecedentes históricos, como el de Chile y la Argentina
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DOHA, Qatar.- La Copa Mundial de la FIFA comenzó el domingo en Qatar, y se espera que al evento asista más de un millón de espectadores. El hecho de que Qatar organice el mayor torneo de fútbol puso en el punto de mira el historial de derechos humanos del país asiático. Las protestas de las organizaciones de derechos humanos y de las asociaciones de fútbol dejaron de manifiesto el deficiente historial de Qatar en materia de derechos laborales e igualdad LGBTQ+. En respuesta, los dirigentes qataríes rechazaron las denuncias de sobre la explotación de trabajadores inmigrantes. Por su parte, el embajador de la Copa Mundial, un exjugador del país, declaró hace unos días que la homosexualidad es un “daño en la mente”.
En respuesta a la controversia, la FIFA les escribió a las 32 naciones participantes y las instó a centrarse en el fútbol y “no en las batallas ideológicas o políticas que existen”. También hizo hincapié en el compromiso del organismo rector del fútbol con la diversidad, el respeto mutuo y la no discriminación.
"No es la primera vez que la FIFA se ve sometida al escrutinio por hacer la vista gorda ante los abusos de los derechos humanos"
Para los activistas, la FIFA, incluso al adoptar estos principios, evita el problema principal. Amnistía Internacional pidió a la FIFA que “empiece por fin a abordar los graves problemas de derechos humanos en lugar de esconderlos bajo la alfombra”.
A pesar de las críticas internacionales, los partidos seguirán adelante.
No es la primera vez que la FIFA se ve sometida al escrutinio por hacer la vista gorda ante los abusos de los derechos humanos. En la década de 1970, Chile y Argentina sufrieron episodios de terrorismo de Estado. En ambos casos, a pesar de las pruebas de las atrocidades contra los derechos humanos cometidas bajo las dictaduras militares, la FIFA continuó con los planes de organizar, primero, un decisivo partido clasificatorio en Chile para el Mundial de 1974 (Alemania) y, luego, el Mundial de 1978 en Argentina.
La historia revela las fallas de la FIFA a la hora de hablar de la importancia de los asuntos relacionados con los derechos humanos, y los regímenes han encontrado formas de utilizar el espectáculo del fútbol para ocultar los abusos.
El 11 de septiembre de 1973, el presidente chileno Salvador Allende, el primer socialista elegido democráticamente en América Latina, fue derrocado por un golpe militar. En el tumulto que siguió, las fuerzas armadas y el nuevo régimen militar detuvieron, torturaron, mataron o desaparecieron a miles de personas.
En su afán por imponer el control, el régimen de Augusto Pinochet creó al menos 80 centros de detención en la capital, Santiago. El Estadio Nacional fue uno de estos lugares. El recinto se transformó en el mayor centro de detención del país, un campo de concentración donde se torturaba a los presos políticos. De septiembre a noviembre de 1973, el estadio nacional albergó al menos a 20.000 prisioneros que fueron sometidos a ahogamientos, golpes, descargas eléctricas, abusos sexuales y asesinatos.
El estadio pronto se convirtió en centro del interés mundial. Poco después de que comenzara a detener a los prisioneros en ese lugar, el régimen de Pinochet invitó a la prensa a recorrer las instalaciones para asegurar a los chilenos y a la comunidad internacional que los detenidos recibían un trato humano.
El tiro le salió por la culata. Los periodistas observaron el trato cruel contra los prisioneros, y las impactantes imágenes de personas en las gradas retenidas a punta de pistola por guardias armados llegaron a los medios de comunicación internacionales.
Sin embargo, la FIFA eligió la ciudad de Santiago -y el Estadio Nacional- para albergar un decisivo partido de clasificación para la Copa del Mundo entre Chile y la Unión Soviética en noviembre. Indignado por el trato a los presos políticos chilenos, el equipo soviético se negó a jugar en esa sede. Los responsables del fútbol soviético defendieron su postura: “Los deportistas soviéticos, por consideraciones morales, no pueden jugar actualmente en el estadio de Santiago, manchado con la sangre de los patriotas chilenos”. Propusieron que el partido se jugara en un lugar neutral.
"Cuando la delegación de la FIFA inspeccionó el Estadio Nacional de Chile, los prisioneros estaban escondidos en los vestuarios y en los túneles"
Pero los funcionarios de la FIFA se opusieron. Declararon que “no nos preocupa la política ni los regímenes que gobiernan un país. . . . Si los rusos se niegan a jugar contra Chile, quedarán afuera del Mundial”. El equipo soviético respondió con un boicot.
Cuando la delegación de la FIFA inspeccionó el recinto, los prisioneros estaban escondidos en los vestuarios y en los túneles, lejos del campo de juego. El régimen militar desalojó entonces a los prisioneros del Estadio Nacional y los envió a un campo de concentración en el desierto de Atacama. El partido se desarrolló como estaba previsto. Sin un equipo soviético en la cancha, Chile ganó sin tener que jugar y, en consecuencia, se clasificó para el Mundial de 1974.
"Argentina había sido seleccionada para organizar la Copa del Mundo de 1978, en una decisión que se tomó en 1966"
En los años siguientes, una ola autoritaria siguió recorriendo Sudamérica. Sólo perduraron un puñado de gobiernos civiles constitucionales. En marzo de 1976, las Fuerzas Armadas argentinas derrocaron al gobierno de Isabel Perón y comenzaron una guerra de exterminio contra los movimientos de izquierda. Para remodelar la vida política, prohibieron los partidos políticos y las manifestaciones públicas, cerraron los sindicatos y suspendieron las libertades civiles. Con ecos de lo ocurrido en Chile, miles de argentinos desaparecieron y otros miles fueron torturados en campos de concentración y centros de detención.
Argentina había sido seleccionada para organizar la Copa del Mundo de 1978, en una decisión que se tomó en 1966. Sin embargo, las violaciones de los derechos humanos por parte de los militares hicieron que el país fuera objeto de intensas críticas internacionales, sobre todo por parte de las organizaciones de derechos humanos.
Desde la perspectiva del nuevo gobierno autoritario, en cambio, la Copa del Mundo ofrecía una oportunidad para suavizar la imagen de la Argentina en el extranjero, a la vez que creaba apoyo popular en casa. Los militares recurrieron a la ayuda de una empresa de relaciones públicas estadounidense, Burson-Marsteller. La agencia aconsejó al régimen que contrarrestara las críticas generando una cobertura positiva en los principales diarios y revistas, “que ayudara a poner la realidad argentina en su justa perspectiva”.
El régimen argentino también se valió de la televisión. El crecimiento de ese medio impulsó el alcance global del fútbol. Las estimaciones preveían que casi mil millones de personas de todo el mundo verían al menos algunos de los partidos del torneo por televisión.
Dos semanas antes del comienzo del torneo, Amnistía Internacional hizo circular un informe entre los equipos nacionales y los periodistas. La organización no llamaba al boicot, sino que instaba a los millones de espectadores de todo el mundo que tenían previsto ver el acontecimiento deportivo por televisión a buscar información sobre las innumerables víctimas de tortura, encarcelamiento y desaparición, “que la televisión no mostrará”. También acusó al gobierno argentino de explotar el Mundial de querer dar una “imagen de país estable y pacífico”.
Activistas de todo el mundo amplificaron el mensaje. La sección de Alemania Occidental de Amnistía Internacional se asoció con grupos de activistas para lanzar la campaña “Sí al fútbol, no a la tortura”, movilizando a decenas de miles de alemanes en protesta. En Francia se crearon más de 200 secciones del Comité para el Boicot a la Copa del Mundo de Argentina, con el fin de sensibilizar a la opinión pública mundial sobre las violaciones de derechos humanos. Se lanzaron iniciativas similares en otros seis países europeos, Estados Unidos, México, España e Israel.
En Argentina, los Montoneros también se opusieron a la versión de los militares. Publicaron y difundieron un detallado folleto para periodistas, dirigentes, aficionados al deporte y turistas sobre “la verdadera Argentina”, en el que afirmaban que los militares buscaban engañar a la comunidad mundial con una hábil campaña de relaciones públicas.
"Las cadenas de televisión del mundo están divididas sobre cómo presentar el espectáculo de Qatar a los 5000 millones de personas que se calcula sintonizarán los partidos"
La presencia de los medios de comunicación internacionales en el país dio visibilidad a las Madres de Plaza de Mayo, una organización de mujeres, madres y familiares de desaparecidos argentinos. Periodistas de la televisión holandesa, por ejemplo, filmaron una de sus manifestaciones semanales frente a la plaza principal de Buenos Aires. Una madre le dijo a un periodista en el lugar: “Sólo queremos saber dónde están nuestros hijos. Vivos o muertos, queremos saber dónde están. . . . Por favor, ayúdennos. Ayúdenos, por favor. Ustedes son nuestra última esperanza”.
Pero el gobierno militar tuvo su Mundial. Argentina derrotó a Holanda por 3-1 en la final y se convirtió en el campeón del mundo.
Al comenzar el Mundial de 2022 en Qatar, las cadenas de televisión de todo el mundo están divididas sobre cómo presentar el espectáculo a los 5000 millones de personas que se calcula sintonizarán los partidos. Las organizaciones de derechos humanos, sin embargo, han exigido que la FIFA iguale los 440 millones de dólares en premios y los destine a pagar a los trabajadores inmigrantes. Los activistas LGBTQ+ también protestaron recientemente frente al Museo de la FIFA en Zúrich “para asegurarse de que la FIFA y Qatar” sepan “que el mundo está mirando y que los ciudadanos de todo el mundo esperan que se actúe”.
Hasta ahora, la FIFA optó por los beneficios en lugar de la acción. La cuestión ahora es si el organismo rector del fútbol mundial seguirá ignorando las violaciones de los derechos humanos en Qatar, como hizo en la década de 1970 en Chile y Argentina, o si se comprometerá a establecer un fondo para compensar a los trabajadores migrantes y garantizar que las personas LGBTQ+ no sufran discriminación ni acoso.
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