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La historia del argentino anónimo que jugó los últimos cinco mundiales sin entrar a la cancha
"¿Usted observó con detenimiento el entrenamiento de ayer? ¿Qué opinión le merece Raggio de 4?". Del otro lado de la línea telefónica, la pregunta la hacía Marcelo Bielsa . La llamada había entrado en el interno de Gabriel Wainer, cajero del Banco Comercial Israelita de Rosario, su trabajo principal. Es que Wainer, apasionado por el fútbol y periodista vocacional, también cubría a diario para Radio Sport las prácticas de Newell’s . Del Newell’s de Bielsa, a principios de los 90. Mientras crecía la cola frente a la ventanilla durante la explicación, el entrenador evaluaba a alguien que ni se imaginaba cómo le iba a cambiar la vida.
Wainer, curioso explorador de los secretos tácticos, probablemente llamó la atención de Bielsa. Sus preguntas en las conferencias de prensa estaban atravesadas por inquietudes estratégicas. El técnico leproso premiaba ese interés invitándolo a su vestuario para despejar esas dudas con explicaciones más detalladas. Incluso Wainer disfrutó de una distinción sorprendente, con la óptica de hoy, casi tres décadas después: "Tenía un programa de cable en Galavisión que se llamaba ‘La Pizarra del fútbol’. Una hora, todos los jueves. Intentaba descubrir por donde Rosario Central y Newell’s podían hacerles daño al siguiente rival y por donde podían sufrir. Miraba muchos, muchos partidos. La semana siguiente, durante la primera parte analizaba qué habíamos acertado y dónde me había equivocado. Tenía invitados, y entre ellos, nos visitó Bielsa. Me pidió hacer un programa sobre el Mundial ’94; él había asistido como espectador, había hecho un estudio sobre todas las selecciones y vino a compartirlo. Yo no dimensioné eso en aquel momento: Bielsa en TV explicando un trabajo desarrollado por él mismo".
Bielsa detectó habilidades en Wainer. "Cuando se marchó a México me recomendó hacer el curso de entrenador, me dijo que me iba a facilitar mi trabajo como periodista. Lo hice, y empecé a descubrir las diferencias entre la visión periodística y el ambiente del fútbol. Había otra valoración en los medios hace 25/30 años: el rival no importaba, el buen jugador era el que superaba a cuatro rivales y no el que tenía un buen control y hacía lo conveniente…", analiza Wainer. "Algunos lunes me sonaba el teléfono y era Bielsa, desde México. ‘¿Usted observó el partido de Newell’s? Por qué no me lo cuenta, acá no llegan las imágenes’, me decía. Así, en dos o tres oportunidades. Después, me enteré por amigos en común que él recibía los VHS con los partidos de Newell’s… Me seguía tomando examen".
Cuando Bielsa volvió a la Argentina y asumió en Vélez, en 1997, le propuso a Wainer un trabajo… singular: radicarse el segundo semestre del año en Brasil para buscar jugadores que el club de Liniers pudiese contratar en diciembre. "Me dijo: ‘Se va y no puede volver hasta Navidad, no puede volverse ningún fin de semana’. Me las tenía que arreglar". La cómplice calidez de la esposa de Gabriel, Patricia, lo animó en la apuesta. Medio año se iba a apartar de ella, de sus hijos, Martín y Javier, entonces con apenas tres y un año. Wainer pidió licencia en el banco y en la radio y se estableció en San Pablo. La exigencia de Bielsa fue analizar 21 partidos por semana y enviarle un reporte todos los lunes. Buscaba un extremo. El elegido fue Cleber, jugaba en Curitiba y hasta viajó el presidente Raúl Gámez a negociar, pero finalmente se marchó a Betis.
Más tarde, cuando a Bielsa lo contrató Espanyol, Wainer también tuvo tarea: analizó toda la temporada anterior de los periquitos. "Siempre me estudió, me formaba de manera indirecta", describe hoy. Cuando Bielsa sumió en la selección argentina, lo convocó a Wainer para sumarlo oficialmente a su cuerpo técnico. El periodista renunció a la radio, y el bancario, al Comercial Israelita. Desde entonces, Wainer no dejó de rastrillar datos por el mundo. Ya no se bajaría de la élite. Lleva más de 20 años trabajando en diferentes selecciones. Es el único argentino que participó de las cinco Copas del Mundo del siglo XXI, de Corea-Japón 2002 con la Argentina de Bielsa, pasando por Alemania 2006 con Pekerman y Sudáfrica 2010 con Martino y Paraguay, hasta reencontrarse con Pekerman, en Colombia, para Brasil 2014 y Rusia 2018.
Calificarlo a Wainer de espía sería un injusto reduccionismo. Quizás así comenzó su función hace años, pero luego se enriqueció. Sobran anécdotas ocurrentes. "Recuerdo un día..., debía conseguir la formación de Bolivia y se entrenaba a puertas cerradas en el estadio Hernando Siles. Me enteré de que en el cuarto piso funciona la federación paceña de billar y me hice socio. El salón tenía una pequeña tribuna y desde el último escalón se llegaba a una ventana que daba a la cancha. Desde ahí, podía ver. Llamaban por turnos para jugar, y cuando me tocaba perdía rápido para volver a espiar desde la tribunita". Mil historias. Como aquella en la que logró atravesar los altos muros del Colegio La Salle de Asunción, donde se entrenaba Paraguay, simulando que visitaba la institución con su pequeño hijo antes de inscribirlo… A toda costa había que despejar la duda sobre la inclusión del ‘Toro’ Acuña. "Después de los 50, ya no me subo a los árboles...", bromea Wainer, a los 52. Lo cierto es que no solo analiza a los rivales, sino también nutre de información a sus propios jugadores y articula tareas logísticas del cuerpo técnico.
"Es muy reconfortante cuando las inquietudes parten de los jugadores. En las tres selecciones que trabajé hubo un alto porcentaje de futbolistas con trayectoria en Europa, y Europa te da un profesionalismo que las ligas nuestras demoran en brindar. Un día me sorprendió un delantero pidiéndome videos de los arqueros rivales. Uno habitualmente dice o muestra que este central es más rápido, que tal va muy afuera a cerrar con el lateral, que los dos centrales tienen perfil derecho, que conviene atacarlos por este lado..., pero nunca un N° 9 me había pedido videos del arquero. Había sido mi error. Y empecé a implementarlo", cuenta.
Su abanico de tareas fue cambiando al ritmo de los avances tecnológico. "Son mis aliados incondicionales. Míos y de todos, claro. Es fabuloso el crecimiento de la tecnología para estudiar el fútbol. En la época de Marcelo se manejaba todo por VHS; después apareció Sky y podíamos bajar algunos partidos de España e Italia, pero no todos. La mayoría seguía llegando por VHS, los traía la empresa Courier y llegaban al aeropuerto de Ezeiza. Para ganar tiempo, yo los iba a buscar al aeropuerto porque la distribución demoraba un día más. Así veíamos a los propios y a los rivales. Después aparecieron mecanismos más veloces, la TV por cable, el auge del satélite, varias maneras de grabar, y luego se sumaron los software para estudiar circunstancias del juego… Ahora podés ver todo y en el mismo momento que ocurre. En la época de Marcelo llegamos a ver partidos que no televisaba nadie. ¿Cómo? Contactábamos a un camarógrafo del pueblo o de la zona para que fuera a filmarlo. Filmaba, volvía a su casa y nos mandaba el partido. Llegaba 5 días después, pero lo veíamos".
La vida al ritmo de una montaña rusa: varias vueltas al mundo, decenas de pasaporte y visados. Años de valijas, comida de hotel y jet-lag. Hasta el último rincón de la remota isla coreana de Jenju conoce. Trabajar con Bielsa, Martino y Pekerman no aparece en el curriculum de muchos. De nadie, en realidad. "Quizá con Marcelo había cierta distancia y frialdad porque él te lo marca así, pero yo sentía que el lugar que me correspondía era el de un aprendizaje permanente. Él me formó. Con el Tata fue distinto. Somos amigos, lo que no implicó que en el trabajo fuese complaciente. Hubo calenturas y preocupaciones, ninguno se permitió mezclar la relación con la parte laboral. Con José había un trato previo por sus años de manager con Bielsa. El vínculo fue siempre muy bueno, él te da confianza, te trata como si fuera un padre. Te da lugar, te escucha, nunca alza la voz. Pero también es muy exigente, de una manera distinta a Marcelo. El grado de rigurosidad no bajó nunca, pero José hace todo con otro tono. Por distintos motivos fueron tres técnicos que alentaron y obligaron a responderles al 100%. Los tres me impulsaron a ser preciso, a argumentar con sólidas razones, y eso te hace crecer", detalla Wainer, un rostro desconocido, un eslabón silencioso. Apasionado y obsesivo por los enigmas del fútbol, con una prepotencia laborar heredada de su formación con Bielsa, Gabriel Wainer es un orfebre de los detalles. Esas piezas que definen los partidos.
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