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Mikel, la figura de la final: la consagración del Di María guaraní
Miguel Almirón, Mikel, recibe, controla, amaga y pasa. De pronto frena, engancha, acelera y vuelve a pasar. Ninguno de los rivales de camiseta blanca lo puede detener. El segundero todavía no dio ni un par de vueltas en el reloj de la final y el número 26 ya marcó la cancha, ya expuso sobre el pesado césped del Monumental que jugar un partido decisivo no le agrega ni un gramo a su mochila de crack en potencia. Que el casillero destinado a la figura de la tarde ya empezó a tener un candidato de fierro.
Los encuentros con un título en juego no siempre ponen a los jugadores en el sitio que les corresponde. Diego Maradona, por ejemplo, no hizo partidos descollantes en las finales del 86 y el 90, y otro tanto sucedió con Messi en la de 2014. Y sin embargo, eso no cambia nada respecto a su categoría como superstars de la historia del fútbol. Pero si ocurre lo contrario, si demuestran que la responsabilidad, la tensión y el miedo escénico no les genera ni la más mínima molestia, entonces su cotización sube unos cuantos peldaños en la consideración general.
Algo así pasó con este pibe sonriente, esmirriado y veloz como pocos, nacido hace 22 años en el barrio San Pablo, de Asunción, Paraguay. Porque nada de lo que ocurrió durante esos primeros minutos iba a cambiar durante los 88 restantes, en los que Miguel Ángel Almirón Rejala continuó acumulando méritos para ser elegido MVP oficioso de la final, para obligar a todos –jugadores de San Lorenzo incluidos– a fijar la mirada en la espalda de su camiseta granate.
Su sobresaliente actuación no puede ser calificada de sorpresa. Pero tampoco era sencillo apostar por tamaña demostración de juego y entrega en su primera final de un campeonato. "Sí, me di cuenta que anduve bien, pero porque todo el equipo la descosió y así se hizo más fácil", diría luego, en plenos festejos.
Almirón desparramó fútbol y adversarios a partes iguales durante la sublime media hora inicial de su equipo. Ofreció entrega y capacidad para recuperar la pelota en el breve lapso que San Lorenzo igualó el dominio. Y reapareció con todo su esplendor en el complemento. Primero con el 2-0, un golazo de zurda que tranquilizó definitivamente a su equipo; al rato, con el pase justo para la trepada de Gómez en la jugada del tercer tanto. Antes y después, con un amplísimo repertorio de piques, desmarques, gambetas e incluso tacos que desconcertaron a toda la defensa azulgrana, incapaz de descifrar sus movimientos en todo el partido.
Seguro que a los Mellizos Barros Schelotto no les asombró lo que habrán visto ayer. Ellos fueron los responsables de la llegada a Lanús del Di María guaraní, como lo apodan en su tierra, en agosto de 2015. "Es un jugador que se junta con los volantes, que desequilibra por habilidad y daña al rival", decía Guillermo apenas meses más tarde, después de darle la oportunidad de debutar en el fútbol argentino.
Sin embargo, Almirón no pudo ganarse la titularidad el año pasado, y fue Jorge, el técnico con quien comparte apellido, el que le abrió las puertas del equipo a partir de esta temporada. Y el chico, que despegó en Cerro Porteño después de rebotar en un par de pruebas en clubes menores de su país, devolvió la confianza con tres goles, un par de asistencias y un enorme despliegue en los 13 partidos disputados. "Tengo que darle las gracias a Jorge, él tiene mucho que ver en todo esto que me está pasando", agradeció Mikel después del 4-0.
Ramón Díaz, cuyo abanico para elegir jugadores en la selección paraguaya no es tan amplio como el que pueden enseñar otros colegas, le puso el ojo cuando el nombre de Almirón comenzó a repetirse en cada actuación de un Lanús que arrasaba rivales fecha tras fecha. Tal es así que las próximas funciones del 26 granate serán en los Estados Unidos, en la Copa América para la que está convocado.
Mientras tanto, como para confirmarle al riojano que no se equivocó en sumarlo a su lista, Miguel Almirón, el chico sonriente que ya confesó su sueño de "jugar alguna vez en River" se dio el gusto de consagrarse en un partido decisivo. De su mano, o mejor dicho atado a su pierna izquierda, Lanús se abrazó al título de campeón argentino. En Paraguay también lo están celebrando...
rch/jt
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