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Miguel Ángel Russo suma preocupaciones: el rendimiento de sus suplentes y la localía
Boca no es el mismo. Miguel Ángel Russo, con el diario del viernes, lo repitió una y otra vez desde que la inactividad por la pandemia finalizó y la competencia se reanudó (primero la Copa Libertadores y luego la Copa Diego Maradona). Ese discurso lo mantuvo tanto en el triunfo como en los encuentros en los que perdió puntos, algo de lo que su equipo no estaba acostumbrado. Es que su ciclo comenzó con una racha arrolladora, incluyendo el título obtenido de la Superliga: llegó a sumar 13 triunfos y 3 empates en los primeros 16 partidos de esta etapa. No obstante, hoy vive una realidad totalmente diferente: así como es verdad que Boca se mantiene firme en los dos frentes, también es real que lo que produce lo llena de miedos y lo hace tambalear.
Transita días inestables. Aunque lo haya jugado con diez suplentes y un solo titular, la igualdad del sábado por la noche frente a Arsenal (1-1), por la primera fecha de la zona Campeonato de la competición doméstica, le terminó de confirmar esas alarmas que se habían encendido en los últimos compromisos. Por un bajón importante en la elaboración del juego en las derrotas, pero lo preocupante es que también lo padeció en las victorias. Asimismo, las flojas respuestas individuales que comenzaron a verse: algunas, quizás, producto del cansancio de jugar permanentemente.
Da la sensación de que Russo no sonríe cuando observa su plantel, con puestos que necesita reforzar urgentemente. Más a fondo, que aquellos que forman parte de los relevos no lo convencen y pueden llegar a tener puerta de salida el día de mañana. Aunque el entrenador, de 54 años, sea inteligente para declarar en un Mundo Boca que conoce de sobra, de a poco va dejando entre líneas su inconformidad: "...Es muy difícil...", comienza respondiendo –con silencios cortos– en el campo de juego a la pregunta sobre si piensa que tiene una segunda línea de jugadores que le den garantías y soluciones en partidos de Copa Libertadores.
"Yo digo que tenemos muchos jugadores que no jugaban y otros que recién debutan, como Ávila y Zeballos. Cuesta mantener los ritmos con gente que no juega. Es un año en el que venimos todos a los tropezones. Tengo gente, estamos comprometidos con lo que queremos", cerró Russo, como generalmente lo hace: dando un mensaje sereno y que no genere polémicas.
De todas maneras, hay algo en lo que sí evidenció su molestia. Dentro de ese tren arrollador que fue Boca desde enero hasta hace algunas semanas (cinco meses de inactividad de por medio), empezó a perder algo que parecía encarrilarse como una fortaleza constante: la Bombonera. "Sí que nos complica este empate porque no me gusta no llevarme los tres puntos y menos en nuestra cancha", sentenció el entrenador.
La palabra de Miguel Ángel Russo
Evidentemente, en el contexto que sigue atravesando el país con el coronavirus, se produce el efecto inverso. Sin público, el xeneize pierde fuerzas ("Ojalá pronto volvamos a tener al púbico de nuevo, lo necesitamos", deseó el técnico hace unos días) y sus rivales juegan con más soltura.
Con el empate de ayer ante los de Sarandí, cosechó sólo 4 puntos de los últimos 15 que afrontó en condición de local: le ganó a Newell’s (2-0) y perdió con Talleres de Córdoba (0-1), Lanús (1-2) e Inter, de Porto Alegre (0-1), más allá de que luego se impuso en los penales ante los brasileños. Otra señal de alerta que incomoda. Sobre todo pensando en lo que viene: el miércoles comenzará la serie de cuartos de Libertadores frente a Racing en el Cilindro y el 23 la cerrará en la Bombonera. Un factor que, incluso, puede llegar a influir inconscientemente en la psicología de los futbolistas.
Además, como dato extra, la Academia es un dolor de cabeza en los últimos duelos que jugaron en la Ribera: de los últimos cinco enfrentamientos, los de Avellaneda se impusieron en tres ocasiones (2-1 en el Campeonato 2014 y en la Superliga 2017/2018, y 1-0 en la Superliga 2019/2020), Boca sólo pudo ganar uno (4-2 por el Campeonato 2016/2017) e igualaron uno (0-0), justamente en la segunda fecha del grupo que compartieron en la Copa Libertadores 2016.
Miguel Russo, así como los hinchas, empieza a preocuparse por el rendimiento individual y colectivo de titulares y suplentes, aunque se lleven o no el triunfo. El optimismo y la voracidad que se sentían a comienzos de año ya no se huelen. En ese contexto se avecina Racing, con la obligación que, incluso, se imponen desde el club de volver a darle la alegría a la gente de levantar ese trofeo continental que se le niega desde hace más de trece años.
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