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Michael Santos, el jugador de Talleres que de chico vendía comida en la calle junto a su madre y ahora enciende las alarmas en Boca
Goleador de la Copa Argentina, que la T definirá contra el club xeneize, el uruguayo de la infancia difícil se formó en el River de su país, pasó por tres clubes de España y jugó en Dinamarca
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Michael Nicolás Santos Rosadilla, o Michael Santos –como se lo reconoce en el ambiente del fútbol–, nació el 13 de marzo de 1993 en Montevideo, la capital uruguaya, pero creció en Pando, a una cuadra del estadio Municipal, en el departamento de Canelones. Es el máximo goleador de la Copa Argentina que disfruta el mundo Talleres y atemoriza a Boca con miras a la final que se jugará el próximo miércoles en Santiago del Estero.
Santos es el número 9 del equipo cordobés que generó el penal que luego convirtió Diego Valoyes para dejar en el camino a Godoy Cruz. Tras esa semifinal ensayó una dedicatoria: “A mi mujer, a mi hijo, a mi familia y a la gente de Talleres, que está siempre”, dijo, ganado por la emoción, casi entre lágrimas, delante de los micrófonos. Hay sentimientos encerrados que potencia la distancia. Cuando le hizo un golazo desde fuera del área a Racing en el triunfo por 2-1 en septiembre pasado lo dedicó a su hijo Valentino, que cumplía 10 años y vive en Uruguay. Lo extraña. Deseaba infinitamente tenerlo cerca y correr a abrazarlo aquella noche en Avellaneda. Y tantas otras. En medio de la pandemia, estuvo 11 meses sin poder verlo, hasta que pudo viajar al final del torneo pasado.
“Pelo”, el de la melena larga en su etapa juvenil, pasó a ser también “el Bigotón”, por el look excéntrico que adoptó más tarde y con el que fue presentado en el Matador en febrero último, luego de que el club comprara 50% de su pase y él firmara por tres años. “Es un gran jugador. Lo conozco desde que debutó en la primera división de Uruguay. Sé de la capacidad y la jerarquía que tiene”, sostiene Alexander Medina, el entrenador de la T. El Cacique, de hecho, llegó a la institución en 2019 y desde su arribo pidió incorporarlo, hasta que lo logró. Jugaban juntos en el River Plate de la vecina orilla, donde Santos dio sus pasos iniciales en la primera a los 17 años, promocionado por Juan Ramón Carrasco.
Con este bigotazo y esta hermosa camiseta,estamos preparado para lo que se viene...vamos Talleres!! @CATalleresdecba pic.twitter.com/0TmtNjVsS8
— Michael Santos (@pelosantos10) February 17, 2021
Fue uno de sus triunfos en la vida, después de pelearla mucho junto a su mamá, su padrastro y tres hermanos varones. “Mi infancia fue complicada, nada bonita para lo que merece un niño. Vivíamos en un asentamiento, en una casa de madera y chapa, y en familia salíamos todos a cortar leña para tener un plato de comida en la mesa. Mi madre es cocinera e iba casa por casa a vender. Hasta mis 13 o 14 años la acompañaba, y cuando entré a River ya comencé a ayudar con lo que me pagaban”, recordó hace un tiempo a Diario Sur, de Málaga, cuando desembarcó en España luego de anotar 52 goles en 72 partidos en su país.
Su padre biológico era jugador de básquetbol y fanático de Michael Jordan. De ahí su primer nombre, en homenaje a la leyenda de la NBA. “No sé en qué posición jugaba, pero dicen que fue bueno”, se lo escuchó contar. Pero al delantero lo apasiona el fútbol y le gusta el boxeo, que practicó por casi dos años. Cuando fue a aquella ciudad española, un vecino tenía una cancha de pádel y Michael se animó un tiempo con ese deporte.
Con una idolatría confesa por el Chino Álvaro Recoba y un ojo siempre puesto en su principal referente, Luis Suárez, Santos puede ser referencia de área y también desempeñarse como segunda punta. “Se mueve bien por todo el frente de ataque”, resume el entrenador Medina, con el que compartió vestuario en 2011 y del que fue rival en los años siguientes hasta que el hoy DT colgó los botines. Este muchacho de 28 años es una versión muy mejorada de aquel jovencito que causó grata impresión en el Cacique.
🇺🇾 ¡Buen día @PeloSantos10! ⚽🔥
— CATalleresdecba (@CATalleresdecba) October 12, 2021
¿Hermosa mañana, no? 😁💙 pic.twitter.com/hMxPMpyKvy
Dio el salto a Europa en 2016, tras seis temporadas en el equipo profesional del club de sus amores. Además de en Málaga, jugó en Sporting Gijón y Leganés en LaLiga. Sus buenos rendimientos lo llevaron a vestir la camiseta de su selección, con la que obtuvo la medalla dorada en los Juegos Panamericanos Toronto 2015, y en cuanto a la mayor, fue convocado por el Maestro Tabárez. Y tuvo un paso por Dinamarca, donde defendió los colores de FC Copenhage, club que pagó 2,2 millones de euros por su pase. En su carrera está llegando a la marca de 90 goles.
“Fui un chico de barrio con dificultades como las que tienen muchas de las familias y la gente de Uruguay. Pobre, jugando siempre al baby fútbol en Pando y estudiando. Hice baby en Wanderers hasta los 9 años; fui a Nacional con 10 y 11; en San Luis jugué a los 12 y los 13; después en sub 14 y sub 15 volví a Wanderers y antes de los 16 me fui a jugar a Montevideo, a River”, recreó Michael. La adolescencia también lo marcó, forjó su carácter.
A las 7 de la mañana iba a cursar a la Universidad del Trabajo del Uruguay (UTU), viajaba en ómnibus a almorzar en River, después practicaba y la vuelta a casa era en una línea urbana y luego un micro interdepartamental alrededor de las 19 o 20, siempre de pie, porque se trataba de la hora pico del regreso de los trabajadores a sus casas. “Eso no me permitía descansar como deseaba. Me sentía agotado por los viajes”, recordó.
Aníbal Saralegui y Pablo Cuello, quienes descubrieron a Lucas Olaza y lo hicieron defensor lateral izquierdo, fueron sus entrenadores en las divisiones juveniles y le ofrecieron quedarse en la semana en La Casona de River. “Me dieron vitaminas, empecé a descansar bien, mejoró mi rendimiento físico…”, destacó Santos. En aquellos tiempos fue alcanzapelotas en los partidos de la primera, un pasatiempo que disfrutaba por ver desde tan cerca a sus ídolos.
Se quedó cinco años en Montevideo antes de regresar a Pando, a la casa de su madre. “Es tranquilo, es una paz para vivir”, sostuvo. Para entonces, a los 21, ya no esperaba el ómnibus porque pasaba a buscarlo Christian “Killy” González, casi un homónimo del actual DT de Rosario Central que era el capitán del equipo y vivía en Atlántida. “Tomaba la ruta 11, después la 8, pasaba por mi barrio y luego buscaba a otro compañero en el centro de Pando. Me daba consejos y yo lo escuchaba mucho porque tenía experiencia”, comentó Michael.
Santos, el del brazo derecho tatuado, la sonrisa siempre dispuesta y el olfato de goleador, celebra que Talleres ya se haya asegurado un lugar en la próxima Copa Libertadores, pero no se conforma. Sueña, además, con ese primer título local que persiguen los cordobeses desde hace 108 años.
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