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Michael Owen, el Balón de Oro que sanó sus heridas montando sus propios caballos
Michael Owen fue ídolo en Liverpool. En ese club, al que llegó cuando tenía 13 años, aún jugaba al ser elegido Balón de Oro en 2001 y pasó la mayor parte de su vida en el fútbol, que incluyó una década y tres mundiales con la camiseta de la selección inglesa. También, dejó su huella en Real Madrid –en un plantel que tenía a Ronaldo, Zinedide Zidane y Figo, entre otros– y, de regreso a su tierra, en Newcastle, Manchester United y Stoke City. Sin embargo, la última imagen deportiva del ex delantero fue como... jockey.
El Golden Boy, aquel niño prodigio de la gambeta mágica que era capaz de sacar un conejo de la vieja chistera, como canta Joan Manuel Serrat en su exitosa "De vez en cuando la vida", es quien marcó uno de los dos tantos ingleses en el 2-2 ante la Argentina por los octavos de final del Mundial de Francia 1998. Se le escurrió de la marca a José Chamot, dejó parado a Roberto Ayala al tirar la pelota larga y batió con un derechazo a Carlos Roa. Al final, no le valió más que para recordarlo como su "gol más lindo", porque la selección albiceleste fue la que avanzó a cuartos por penales. Él tenía 18 años y medio.
El golazo a la Argentina en Francia 1998
Owen se retiró a los 33 y en diciembre pasado festejó los 40. No sintió la vocación de cambiar la camiseta por el buzo de DT, como muchos. Primero, las lesiones y el paso del tiempo lo hacían sufrir y frustrarse. Luego, sintió que "cuando te jubilás no valés nada para tus empleadores, no valés nada para el juego, y entenderlo es bastante complicado", confesó al cumplir las cuatro décadas al diario The Independent. "Cuando te rompés uno de tus isquiotibiales y no se recupera bien, quedás comprometido. Eso me sucedió a los 19 años, pero gané el Balón de Oro a los 21. Creo que estaba en mi mejor momento a los 17, 18, 19, y también a los 21 y 22 estaba a la altura de los mejores, pero ya ahí comenzó mi declive", agregó.
Actualmente se lo puede ver y escuchar como comentarista en transmisiones del fútbol inglés, al que le regaló una y mil emociones con su destreza. Pero se sintió vacío cuando dejó de entrenar con la pelota y necesitó explorar más a fondo en otra pasión. La encontró al recordar que de niño deseaba aprender a montar caballos. El intercambio de miradas y relacionarse con ellos le devolvió la sonrisa. En 2007, seis años antes del retiro, ya había creado Manor House Stables, su caballeriza. Ya sin el rigor de las concentraciones, Owen se enfocó en tener un campo y criar purasangres, con expectativas divididas: forjar campeones y correr alguna vez. Ya cumplió ambas. Aunque, como para recordar que sucede en todos los órdenes de la vida, también debió pasar por sueños y pesadillas.
El 13 de septiembre de 2015 fue devastador para él. "Es el día más triste de mi vida. El más noble y brillante caballo que han visto mis ojos murió haciendo lo que más amaba", escribió por entonces en su cuenta de Twitter conocida la noticia de que Brown Panther, ganador del Irish St Leger de 2014 había sufrido una fractura expuesta en una pata cuando buscaba reeditar la hazaña en el hipódromo irlandés de Curragh. Fue ese tremendo galopador uno de los primeros surgidos de su cabaña. Por una de esas lesiones que son irreversibles y sólo generan sufrimiento, su campeón debió ser sacrificado.
"Estuve con él al nacer, compartimos siete años juntos y hoy le di su último beso. Te amo Brown Panther. La vida no será lo mismo sin ti", agregó aquella fatídica tarde. Un año antes también había llorado por el mismo caballo, pero por la felicidad que le produjo haberlo visto vencer por varios cuerpos en ese gran premio irlandés. Era justo un ejemplar al que vio crecer en su campo de Cheshire, al sudoeste de Liverpool. Brown Panther hizo base en el Reino Unido, pero Michael lo llevó además a Estados Unidos y a Dubai para algunas de las copas del mundo de su categoría. En la Gold Cup de Meydan, el más nuevo de los hipódromos árabes, alcanzó el último de sus once triunfos.
El Irish St Leger 2014
En su amor por el turf, Owen convenció a algunos compañeros de diversos equipos de acompañarlo a los hipódromos y visitar su moderno centro de entrenamientos. Incluso, involucró a Wayne Rooney, otra estrella inglesa, en algunas sociedades. "Estoy muy contento. Michael nos enseñó las instalaciones a mi familia y a mí, y estoy muy impresionado por el trabajo del preparador Tom Dascombe. Espero que Owen me haya aconsejado uno con tantos éxitos como los suyos", se esperanzó Rooney, en la primera de sus inversiones. Ellos coincidieron en el United cuando el DT era Alex Ferguson. Más de una vez habrán dejado de lado el fútbol para hablar de los caballos: el entrenador fue uno de los dueños del crack irlandés Rock of Gibraltar, que unió siete primeros consecutivos en grandes clásicos entre octubre de 2001 y septiembre de 2002, antes de convertirse en semental. Todo un récord.
Pero volviendo a Owen, su otro sueño se cristalizó en noviembre de 2017, después de media docena de caídas, con golpes menores. Estaba feliz, aunque no lo suficiente como para contagiar a su esposa y sus cuatro hijos, que le pidieron que montar fuera algo esporádico, sin exigencias profesionales. En marzo de ese año, anunció que correría una prueba benéfica en Ascot, el Wembley de los hipódromos, y unas semanas antes de la cita aún andaba por el suelo. Gajes del oficio. Se preparó como si fuera a jugar su cuarto Mundial.
En lo físico, debió bajar 10 kilos para cumplir con el peso reglamentario. En lo técnico, llevó al gimnasio de su caballeriza a Ryan Moore, uno de los mejores jinetes de su tierra, para que le enseñe las claves para montar, enriendar y acompañar los movimientos sobre un caballo mecánico sobre el que practicaba. El aprendizaje fue con una sonrisa, mientras la máquina tomaba velocidad. Se puso serio cuando el desafío fue en un simulador. A su lado, Moore le seguía dando indicaciones. Se relajó cerca del disco virtual, y celebró con la mano derecha en lo alto.
En entrenamiento
Ver esta publicación en InstagramRacecourse Gallop at Wolverhampton
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Hasta que llegó el frío viernes 24 de noviembre y esa carrera no computable sobre una milla de césped en la que participaron otras nueve celebridades europeas. Una particularidad: se largó al ser agitada una bandera amarilla, en lugar de hacerlo desde una gatera, como para no sumarles un peligro a inexpertos. La recaudación fue destinada a "The Prince's Countryside Fund", una fundación cuya misión es ayudar a las personas que viven en comunidades rurales. Owen eligió a uno de los dos caballos que tenía en entrenamiento en ese momento, el tordillo Calder Prince, y se prestó a la aventura.
Dos caídas y ganando velocidad
"Fue como jugar unos cuartos de final de un Mundial contra Brasil. Parece fácil, pero son los jockeys los que hacen que se vea fácil", sostuvo entre risas tras aquella competencia quien enfrentó a la selección verdeamarela en esa instancia de Corea-Japón 2002. Fue segundo en la pista de Ascot, donde se corre hace dos siglos y medio. "No sé si podré hacerlo otra vez", aceptó. Todavía no volvió a animarse, pero Calder Prince continúa en actividad y lleva seis primeros puestos. Michael sigue criando, porque esa pasión se hizo tan fuerte como lo eran sus ganas de jugar al fútbol.
La carrera
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