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Messi, más de cuatro mil días siendo Maradona
Los tradicionales balances de fin de año de la tele repiten sus goles. De tiro libre, al palo del arquero, al opuesto, gambeteando, picándola, de primera, de izquierda, de derecha y desde lejos. Otra vez anotando al menos cincuenta goles en el año. Leo Messi brilló también nuevamente en todas las estadísticas de ataque. Tiros al arco, gambetas y asistencias. Él, supuestamente egoísta, es el que más goles sigue regalando a sus compañeros. Goleador y jugador. The Guardian y FourFourTwo lo eligen, una vez más, como el mejor del año (son medios británicos, pero ponen a Messi por delante de Virgil van Dijk y Sadio Mané, las dos grandes figuras de Liverpool, el equipo rey de 2019). Llevamos más de una década así. "El mejor de todos los tiempos y todo el tiempo", lo definió Eder Sarabia, segundo entrenador de Betis. Por eso el récord de seis Balones de Oro. Por eso aquella frase de Jorge Valdano de que "Messi es Maradona todos los días". Más de cuatro mil días siendo Maradona.
"Es Maradona todos los días, pero nunca fue el mejor Maradona". El colega Ramiro Martín, autor de "Un genio en La Masía", testigo privilegiado de Messi, me lo dice aún aceptando acaso su propia contradicción. La posible injusticia. Porque una pelota no entró por milímetros en el Maracaná y porque el juego también es azar. Pero Diego fue rey en México '86 y Leo, si bien finalista, se fue amargado de Brasil 2014. "¿Qué es más importante, el pico o la consistencia?". La pregunta aparece en un debate en The Guardian, hermoso porque son mayoría de hinchas ingleses opinando si Maradona o si Messi. Por supuesto que aparecen los que privilegian a Cristiano Ronaldo. Otro destaca a Neymar ("si Neymar no quería estar a la sombra de Messi -dijo una vez Thierry Henry- no debería haberse ido al PSG, sino cambiar de deporte"). Casi nadie compara a Leo con los cracks contemporáneos. Lo comparan con la historia. Los foristas ingleses dicen que los números notables que confirman la consistencia de Messi en toda esta década tampoco alcanzan. Que hay que ir a la cancha. "Ver jugar a Messi -aconseja uno de ellos- es la mejor experiencia que puede tener cualquiera que ame al fútbol".
Posiblemente, hasta muchos de sus propios marcadores se distraen pensando en cuál será el próximo truco. Y en cómo lo ejecutará. Y entonces él aproveche esas milésimas de segundo. ¿Cómo, sino, sigue haciendo muchas veces lo mismo que hace diez años, le dedican planes específicos y personalizados, y todavía no lo pueden pescar? ¿Cómo si la mayor parte de sus goles los hace corriendo de derecha a izquierda y encontrando el espacio imposible a la derecha del arquero? ¿Cómo si en muchas de sus asistencias repite pelotazos por encima de la defensa para que su compañero de turno defina por el sector izquierdo? Podríamos usar la respuesta del lateral checoslovaco Jan Popluhar cuando su DT, en pleno Mundial de Chile '62, le recordó en el entretiempo que él ya le había avisado que Garrincha solía amagar hacia adentro pero que desbordaba por afuera. "Sí, pero lo que no me dijo fue cuándo". Los "cuándo" de Messi, mucho más variados, llevan una vida. Diego Simeone, maestro del cerrojo, contó que cuando vio que Leo empezó su corrida en el último clásico Atlético-Barcelona (0-1) él intuyó que todo terminaría en gol y que, por eso, optó simplemente por resignarse y aplaudir al genio.
El propio Messi avisó en su último discurso de Balón de Oro que, a sus 32 años, el retiro ya está inevitablemente más cerca. La famosa carrera contra el tiempo. Lo creemos inmortal, escribió alguien, porque lleva cerca de mil partidos mostrándonos cuán mortales son los demás (él también, es cierto, fue mortal en instancias decisivas de las últimas Champions y de la selección mayor). Insistirá. "Su gran cambio pos 2014 -me dice Ramiro Martín- es físico". Allí están las fotos. Embiste y gana. Y usa el cuerpo de modo más inteligente. Y ahora está más protestón, exageraciones incluidas. Contra técnicos y jugadores rivales. Contra la Conmebol. Barcelona quiere hacerle contrato de por vida, acaso temeroso de que tal vez dentro de dos temporadas Messi decida un cierre dorado en Estados Unidos. Leo come mejor. Y dosifica los esfuerzos.
El año que termina mostró a un Messi también más hablador. En su última buena entrevista con TyC Sports admitió que no le gusta ser reemplazado y que, en todo caso, prefiere comenzar en el banco y entrar luego. "El inicio siempre es más trabado y si salgo siento que me pierdo lo mejor, porque muchos partidos -dijo Messi- se definen al final. Tenés más espacios, la gente está más cansada". ¿Y si estiráramos así el retiro futuro? Vuelvo al debate inicial de los hinchas ingleses que dicen que para comprender la real dimensión de Messi hay que ir a la cancha. Uno de los hinchas cuenta que él fue al Camp Nou justo un día que Messi empezó en el banco. Y que Leo parecía malhumorado porque al partido le quedaba apenas media hora. Pero que, aún así, apenas ingresó, Messi comenzó "a moverse como si estuviera en patines de hielo, deslizándose entre las líneas rivales con una velocidad absurda, pero a su vez suave". El hincha termina contando que esa "fue la experiencia más apasionante" que vivió en una cancha. Duró media hora. Media hora de Messi. Felicidades.
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