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Messi y Jordan: los robos del destino
Playoffs de la NBA, primer juego de semifinales en Conferencia Este, temporada 94-95. Chicago Bulls le gana por uno a Orlando Magic. Falta menos de un minuto. Michael Jordan sube la pelota. Usa el número 45 como homenaje a su padre asesinado. Parece confiado. Ocurre lo que nadie espera. Nick Anderson se la pellizca desde atrás. Los Magic corren y Horace Grant la vuelca. Orlando arriba por uno. Los Bulls vuelven a tener el balón. Jordan lo vuelve a perder, dudando entre tirar o pasar. Game over. "Era mejor con el 23", lo provoca Anderson post partido. Al juego siguiente, MJ usa el 23 y anota 38 puntos. Chicago gana el partido pero pierde la serie 4-2. Tras el tricampeonato 1991-1993, no les alcanza con el dúo maravilloso Jordan-Pippen. Necesitan refuerzos.
El más grande de todos los tiempos filma Space Jam durante el receso y se arma un gimnasio para entrenarse fuerte. Había regresado al juego en marzo de 1995 en plena temporada. Con tiempo para prepararse, la rompe toda. El 23 y el 33 ya no están solos. El inigualable Dennis Rodman y un afianzado Toni Kukoc potencian al equipo dirigido por el Maestro Zen Phil Jackson. Los Bulls baten el récord de victorias durante la temporada regular. Ganan 72 juegos y se consagran campeones ante los Seattle Supersonics en la final. Todo vuelve a la normalidad.
Clásico Real Madrid-Barcelona. Temporada 19-20. El liderazgo en juego. Segundo tiempo, 0 a 0. Lionel Messi recibe la pelota y se va solo al gol. Lo hizo muchas veces y seguramente lo volverá a hacer. Parece confiado. Ocurre lo que nadie espera. El lateral izquierdo Marcelo, que tantas veces lo sufrió por habilidad y velocidad, lo alcanza, se la pellizca desde atrás y lo festeja como un gol. Antes y después de la acción, pasa inadvertido. No influye en el juego ni hace jugadas mágicas. Se lo ve un paso más lento, sin esos arranques explosivos. Es el goleador histórico del clásico pero hace tres años que no deja su sello. Gana el Madrid 2-0, la primera vez en el Bernabéu por Liga desde 2014. Sin el lastimado Suárez (su Scottie), está solo y agotado.
Le faltan socios desde que se fue Neymar al PSG en 2017. La MSN logró el triplete Liga-Copa del Rey-Champions en la temporada 14-15, la primera de Lucho Pippen en el club. Entre Leo y Luis marcaron el 47,4 % de los goles en todas las competiciones. Neymar aportó otros 39 para llegar casi al 80 % entre los tres. La contribución del brasileño fue disminuyendo: 31 en la 15-16 y 20 en su último año. Barcelona no pasó de cuartos en la Champions en ambos años. La salida de Ney, coincidente con la llegada del entrenador Valverde, aumentó el protagonismo de los socios.
Este dúo maravilloso aportó el 56,7% de los goles en la 17-18 con apenas 10 de Coutinho, que había llegado en el mercado de invierno. El porcentaje se mantuvo en la 18-19. Dembelé colaboró con 14, también lejos de Neymar. El ciclo actual muestra una baja al 46,8 % pero, con el delantero uruguayo ausente por lesión, se refuerza la Messi-dependencia. Griezmann sólo ha sumado 12, retrato de su difícil adaptación. Los últimos campeones de la Champions han mostrado ataques corales. El Madrid de 2017 tuvo a Cristiano y a Morata con el 35 % de los goles, más el aporte de Benzema. El de 2018 a CR7 y a Bale con el 44 %, más Asensio. El Liverpool de 2019 se consagró con el 46 % entre Salah y Mane, más Firmino.
No olvidemos los pases gol, el contagio que genera en compañeros y el efecto que produce en los rivales. Hay registro visible y también esos intangibles que no aparecen en las estadísticas. Mientras el club despide al DT en plena temporada siendo líder de la Liga y se sabotea en el aspecto institucional, el equipo le tira toda la carga a Messi. Vale detenerse en su rendimiento individual. Revisando temporadas anteriores, la contribución ha sido pareja durante todo el desarrollo. Si dividimos el año en dos partes (agosto-febrero y marzo-mayo), no encontramos diferencias en sus números. La cantidad no baja en el trimestre de la verdad, pero sí disminuye su impacto.
Entre su cansancio por llevar el peso todo el tiempo y el bajón de sus compañeros (Suárez incluido), Leo no festeja en Europa desde 2015 con eliminaciones dolorosas como Roma y Liverpool. Demasiado tiempo. Mientras tanto, su némesis, mejor rodeado, levantó tres Champions seguidas con el Madrid de la mano del cada vez más grande Zinedine Zidane. Cuando ZZ Top se ríe, algo malo le pasará a su rival. Ocurría cuando era el crack reconocido y ocurre ahora como entrenador aún no reconocido como el fenómeno.
Barcelona y Leo deben reinventarse. Ya no les alcanza con este contexto. Mediocampistas jóvenes y dinámicos que piquen al espacio. Otro delantero que ordene el ataque como referencia, fije centrales y se tire a los costados para que el 10 llegue por el centro como 9 falso y goleador verdadero. Messi necesita aceptar que no puede jugar siempre entre agosto y febrero. Su calendario le demanda menos minutos, más descanso y más frescura para esos meses en los que se definen los torneos. Cambiar ese aspecto casi caprichoso es todo un dilema para la rutina de lo extraordinario. Hace falta rodearlo mejor. Scaloni lo logró en la Selección, enorme mérito.
Chicago contó con Kukoc y Rodman, un anotador y un rebotero con plus anímico. Duncan, Parker y Manu sumaron a Leonard en San Antonio. Kawhi les dio juventud, energía y variantes. Los Spurs ganaron el título de la NBA tras siete temporadas. MJ festejó otro tricampeonato tras su cambio personal y colectivo. El robo de Anderson se convirtió en anécdota. Ahora le toca a LM atravesar su desafío para que el popular robo de Marcelo se transforme en un estimulante punto de partida.
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