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Messi, el mejor de todos, puso el mundo a sus pies en otra noche para recordar toda la vida
El capitán fue el corazón de la selección argentina, que venció a Paises Bajos en la definición por penales luego de haber empatado 2-2 en los 120 minutos
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DOHA (Enviado especial).- Se fue a buscar a Emiliano Martínez. No celebró, fue a agradecerle, a abrazarlo, a besarlo: el capitán de la selección argentina es el mejor futbolista vivo que pueda ver el mundo de la pelota. Felicitó a Enzo Fernández pese a que no pudo anotar el penal que podría haber sellado antes la clasificación a las semifinales de la Copa del Mundo, porque Lionel Messi sabe de su responsabilidad. No se puede explicar su genialidad. Sólo se trata de abrir los ojos y de disfrutar de todo lo que hace. De las gambetas, de verlo caminar buscando soluciones, de asistir, de marcar goles, de soportar el atrevimiento de algún rival, de enojarse, de fastidiarse y de cargarse al hombro a este equipo. Festeja, pero disfruta de ver cómo lo hacen sus compañeros, porque él ya avisó que está aquí para eso y cuando él se siente feliz pasan cosas maravillosas.
Las estadísticas lo elevan todavía más, porque esta noche se convirtió en el máximo goleador histórico de la selección junto con Gabriel Batistuta con 10 goles, pero es apenas un detalle para el rosarino, porque mira las tribunas y canta, porque es un nene y está bien que los sea. Porque el fútbol se encaprichó en hacerlo parir para obtener el pase a las semifinales y eso no estaba tan bien. No podía ser verdad que en una noche de colección de Messi se quedase con las manos vacías. No podía despedirse así, con un gol rival en la angustia del tiempo regular. No era justo. Messi debía seguir aquí por todo lo que hizo esta noche.
A Messi no le hace falta llenar el espacio con esfuerzos desmedidos, con gestos heroicos, con corridas magníficas, le alcanza con un instante para cambiar el rumbo de cualquier historia. Batir las alas y sacudir toda lógica. Lo de él es una forma de entender el juego. Es simplemente mágica su forma de expresarse, y de esa manera hace simple un fútbol que cada vez se transforma más en un laboratorio. Un movimiento suyo bastará para sanar cualquier corazón herido, para apagar tanta bronca acumulada, para apagar angustias.
Si alguien pensó que llegó a esta ciudad para simplemente hacer un tour de despedida de una Copa del Mundo, se equivocó por completo. Lionel Messi pisó suelo qatarí para explicarle al planeta que a los 35 años sigue siendo el hombre más determinante dentro de una cancha, que es magnético, indescifrable, indomable y ridículamente magnífico. Tanto que con solo tener la pelota en sus pies llenó de incertidumbre a un rival que había llegado a esta cita con un cubo Rubik en la mitad de la cancha: el rosarino, en un par de combinaciones, resolvió todo.
No elige por lo general a quién hacerle pasar un mal rato, simplemente hace y los demás padecen su endemoniado genio. Avisa, no traiciona y por más que se llenen ciento de tubo de ensayos buscando la fórmula para detenerlo, todavía no apareció el científico que pueda tal cosa. Por eso no le importó si fue Gakpo el primero en desafiarlo, después De Jong y por último Aké, sólo dibujó en la mitad de la cancha y los llenó de inseguridades. Hizo el trabajo que debía para después darles la estocada.
Entonces, cuando le dieron un puñado de centímetros, no más que eso, ya los tenía completamente dominados. Se hamacó un par de veces, descaderó a Aké y enhebró una bola para Molina que dejó sin aliento a Países Bajos y le metió una patada a toda la mesa de trabajo al legendario Louis van Gaal. Claro, después el neerlandés le dio un dolor inmenso de cabeza, pero el rosarino fue el primero en desbaratarlo.
En cada partido es más capitán, es más dominante y esta noche de punta a punta se paró arriba de la escena. Sentó de cola a De Jong con una gambeta y la cancha estalló con esa maravilla. Metió la mano cuando intentó Van Dijk salir jugando, pero hasta al árbitro español Miguel Lahoz le pareció fuera de lugar amonestar al dueño de la pelota. Se enojó cuando le pareció injusto el final, se peleó con los rivales, se encargó de marcar lo que debía en el momento que lo necesitaba el equipo. Todo en sus pies, todos a sus pies.
Ojo, también hay valientes que tienen la osadía de sacarle la comida a un león de la boca. Y eso hizo el arquero Nopper cuando se le ocurrió hablarle al oído a Messi en el momento que estaba por ejecutar el penal que le habían cometido a Marcos Acuña. Simplemente se alejó de ese ruido, ignoró todo, en su mundo no caben ese tipo artilugios. Se necesita mucho más, por eso un par de pasos y la pelota a dormir contra el palo izquierdo del atrevido arquero. Volvió a ensayar lo mismo en la definición desde los doce pasos, Messi anestesió la soberbia del neerlandés con un toque suave.
El fútbol se encargó de poner un poco de justicia con esa definición por penales, que fue un calvario. El rosarino no podía irse de aquí por el pizarrón de Van Gaal, que dibujó la jugada del gol del 2-2. De ninguna manera eso podía suceder, porque Lionel Messi es una fórmula perfecta para la que no hay contraindicaciones, ni habrá científico que pueda desentrañar ni tabla periódica que pueda ayudar.
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