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Mediocridad: maquillar a Bauza y ensuciar a Sampaoli
Tal como estaba anunciado, la nueva conducción de la AFA acabó con el ciclo de Edgardo Bauza en la selección. De algún modo, todos lo sabíamos. Di mi opinión al respecto hace un par de semanas y sigo sosteniendo que respetar los contratos hasta el final sería un modo de que los dirigentes empiecen a responsabilizarse por los contratos que firman. Pero el despido del técnico rosarino estaba cantado y, más allá del miserable comportamiento que recibió en los últimos días, de las dilaciones y las especulaciones económicas, me gustaría resaltar un par de aspectos de los que se ha hablado poco en relación a su proceso.
El primero es que, desde el principio, Bauza tampoco fue ajeno a todo lo que le ocurrió. Porque para ser elegido también le hizo un guiño al poder, fue funcional e hizo su oportuno raid mediático dando entrevistas cuando todavía dirigía al San Pablo. En este negocio cruel nadie es totalmente inocente aunque uno siempre espere que el ejemplo provenga de los que están a cargo de la selección, manejan su prestigio, toman las decisiones y marcan las pautas de conducta.
La segunda cuestión tiene que ver con la mediocridad de nuestro fútbol. Da la sensación de que aquellos que hablan del juego o de la emoción que provoca el hecho de jugar bien; los que apuestan por la posesión de la pelota, los que ponen el acento en el aspecto ofensivo y no pronuncian la palabra equilibrio son los únicos que pierden si no logran los resultados esperados. Son verseros, vendehumo. Los demás, los que se declaran ganadores antes de tiempo y dicen cuatro clichés del tipo “lo único que sirve es el resultado” o “hay que ganar como sea”, en cambio salen siempre absueltos en caso de derrota. Porque no despiertan sospechas y el sistema los adopta sin reparos.
En este caso, el maquillaje elegido por el periodismo que promueve esta línea de conducta para esconder lo ocurrido con la selección es que “no fue el equipo de Bauza”. Y no es cierto. ¿No lo fue acaso en Brasil, donde salió a protegerse y fue vapuleado? ¿No lo fue en Venezuela dónde planteó un partido defensivo hasta que el 0-2 lo obligó a cambiar? Es necesario luchar contra este tipo de mentiras abiertas. Porque entre falacia y falacia –y mientras el resto evoluciona–, nosotros continuamos retrocediendo.
La vista, en el horizonte
Aclarados estos puntos toca entonces mirar hacia adelante. El futuro próximo parece llamarse Jorge Sampaoli y por una vez nos gustaría saber por qué, que alguien nos aclarase qué es lo que se pretende con su designación. Porque hoy se habla del actual técnico de Sevilla como antes de Diego Simeone, cuando las diferencias entre ellos es abismal, lo que lleva a pensar que no se está eligiendo un proyecto, una idea, una línea de juego, sino simplemente un nombre.
En todo caso, cualquiera que llegue encontrará un escenario extraordinariamente complejo. Le esperan cuatro partidos casi con la soga al cuello, con jugadores que vienen sufriendo un enorme desgaste, que parecen bloqueados cuando se ponen la camiseta argentina y, en el caso de varios de ellos, que sufren un reclamo muy extendido: que sean borrados del equipo.
Quien asuma el cargo deberá afrontar este momento. Pero si fuese Sampaoli además lo haría después de un excesivo manoseo previo, una nueva más de la crisis existencial que padece nuestro fútbol. En las últimas semanas sus detractores han buscado debilitarlo desde diferentes flancos: se han escuchado declaraciones en su contra, se lo ha acusado de hacer lobby, de gestionar por detrás…
No le será nada fácil poder plasmar sus ideas en semejante ambiente. Pero el único modo de lograrlo será con su estilo y sus creencias. Y en ese sentido, nada sería más saludable que esperara a terminar como corresponde su trabajo en Sevilla para recién entonces comenzar a reflexionar acerca de lo que quiere en la selección y con quiénes pretende llevarlo a cabo. Si piensa, por ejemplo, que jugadores de capacidad probada como Agüero, Higuaín, Di María o Mascherano –que no son cualquiera– pueden recuperar su nivel con nuevas ideas o si hace falta una renovación.
Entretanto, conjeturar sobre alineaciones y sistemas tácticos me parece jugar a la adivinación, y no es lo correcto. Prefiero ser prudente, e ilusionarme con que Sampaoli también lo será.
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