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Mauro Zárate negocia su futuro con Boca, pero vive preso de su pasado en Vélez
La revolución fue tan inmensa que todavía trae repercusiones. Los casi dos años que transcurrieron desde que Mauro Zárate decidió ponerse la camiseta de Boca parecen no bastar para que el fuego de la furia se apague. Porque desde Vélez le tiran dardos y el delantero aporta lo suyo, avivando una llama que toma mayor fuerza con su aparición.
Es una historia que no termina de curar su herida. La palabra ‘traidor’ es la que retumba desde aquellos tiempos: dolió que Zárate afirmara que, en Argentina, sólo jugaría en la institución de la que surgió en 2004 y después aceptara la oferta de Boca, en busca de desafíos más grandes, pero sobre todo para ganar más cartel en su sueño de vestir la camiseta mayor del seleccionado nacional, tras haberle dicho que no a las propuestas de Chile e Italia.
El tiempo, en lugar de cicatrizar, lastima cada vez más. En Liniers, el rencor es tan profundo que sus hinchas no pueden evitar profundizar una cuestión que bien podría saldarse con el olvido. Y Zárate tampoco ayuda, porque en varias ocasiones sus descargas le agregan pólvora a un estado de ebullición constante.
En los últimos días quedó demostrado. Carlos Compagnucci, ayudante de campo de Mauricio Pellegrino, flamante entrenador del Fortín, no se dio cuenta que con una opinión generaría tanto revuelo: "Tiene mucha jerarquía y a jugadores así siempre los quiero dirigir. Si llega el momento de que quede libre, se verá. Tiene un problema con la gente y no me quiero meter", deslizó en La Oral Deportiva sobre los gustos del cuerpo técnico.
¿En qué contexto? A Mauro se le termina el contrato en el Xeneize el 30 de este mes. El consejo de fútbol que encabeza el vicepresidente segundo Juan Román Riquelme aún no encaró la negociación, aunque la intención de la renovación existe desde ambos lados: Miguel Ángel Russo, el técnico que lo dirigió en Vélez en el comienzo de su carrera, pidió por su continuidad.
Es decir, no tenía ningún sentido que a la novela se le sumara un nuevo capítulo. Parecía suficiente con todo el pasado: por ejemplo, que la primera vez que el atacante pisó el José Amalfitani vestido de azul y oro, en el marco de la Copa Superliga 2019, el estadio entero no tuviera pudor de tapar el himno nacional con insultos hacia el jugador. O lo que su familia sufrió cuando arribó a Brandsen 805. "Me mandaban pancartas y fotos a la puerta de mi casa diciendo que iban a descuartizar a mis hijos. De noche no dormía y de día no quería salir", relató Natalie Weber, su pareja, en las últimas horas.
Sin embargo, en Vélez no tienen ninguna intención de bajar el tono: "A la gilada y a los traidores les hago la cruz. Denunció formalmente a varios socios por amenazas coactivas. Mandó a allanar el club, se llevaron datos con direcciones y teléfonos e investigaron a parte de los dirigentes. No vuelve más", sentenció Mariano Lizardo, directivo velezano, refiriéndose a Zárate.
Pablo Cavallero, director deportivo, también atacó: "Nosotros dimos vuelta la página. Nos interesa tener tipos con sentido de pertenencia, pero no de la boca para afuera". Y hasta ironizó: "Dijo que se iba porque quería ganar la Libertadores y jugar en la selección. Hasta que no cumpla con eso, tiene cerradas las puertas del club". Lucas Robertone, futbolista del conjunto fortinero, dio más apreciaciones: "No sería bienvenido en este plantel. Fue algo muy grande lo que pasó con él, nadie se olvida. Y después de todo lo que hizo, se agrandó la situación y está más lejos de acá".
Se sabe que la mesura no es un aspecto que distinga a Zárate. Y con furia reaccionó cada vez que se sintió apuntado. "Ya hice lo que tenía que hacer y gratis. Estoy donde quiero", escribió en un posteo de Instagram en las últimas horas. Y también contragolpeó después del clima hostil que recibió en su retorno al Amalfitani: en la Bombonera, en la revancha, no sólo gritó con fiereza su tanto en la serie de penales que su equipo ganó, sino que también avivó el fuego con sus posteriores declaraciones: "Pasó el equipo grande".Y así terminó de romper cualquier posibilidad de reconciliación.
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Incluso, crujió el vínculo con sus hermanos. Rolando Zárate, que dejó de representarlo cuando pasó a Boca, a partir de esa frase le dedicó fuertes estados de WhastApp y frases hechas: "Qué tristeza me da tener tu misma sangre"; "con los Judas no se pelea, ellos se ahorcan solos"; "la sangre te hace pariente, pero la lealtad te hace familia", y "lo más triste de la traición es que nunca proviene de tus enemigos".
Hasta el momento, su paso por Boca no es malo. Tampoco está siendo exitoso. Principalmente, porque aquellos objetivos por los que tomó la decisión de desembarcar en la Ribera no los está consiguiendo. Por un lado, la selección está casi descartada en su carrera: ya tiene 33 años y la nueva generación que buscará clasificarse al Mundial de Qatar 2022 parece tener nombres fijos. Queda una opción, la de transformarse en uno de los mejores jugadores del fútbol argentino para ser citado, pero el ciclo con Russo arrancó adverso: se desgarró en el primer partido y sólo fue utilizado en 64 minutos de los diez encuentros oficiales de este año.
Además, el reemplazo de Franco Soldano fue aprobado por todos y el nivel de Carlos Tevez fue en ascenso hasta transformarse en la figura y artífice principal para ganarle a River la carrera por la Superliga. Es por eso que la renovación del contrato de Mauro está frenada: la prioridad de Riquelme es asegurarse que Tevez firme lo que seguramente será su último contrato antes del retiro. Aunque, claro, buscarán que Zárate también siga integrando el plantel campeón: será una negociación en la que, probablemente, haya una rebaja salarial por la crisis económica generada por la pandemia.
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Tampoco obtuvo la Copa Libertadores, un sueño que sí sigue firme y que Zárate considera que sólo puede cumplir si está en Boca. Cerca estuvo en 2018, cuando llegó de la mano de Guillermo Barros Schelotto: lo incorporó para poder sacar del equipo al ‘Apache’, con el que tuvo una mala relación, pero también para sumar jerarquía y ganar el certamen. Lo paradójico fue que el Mellizo lo dejó en el banco los 210 minutos que duró la final histórica frente a River, entre lo que se jugó en la Bombonera y en Madrid.
Los hinchas lo apoyan y confían en sus condiciones. Recuerdan lo importante que fue en 2019, inmerso en un equipo de Gustavo Alfaro muy criticado por su postura conservadora en la mayoría de partidos y que, por ende, dependía de la buena pegada de Zárate: fue el goleador del ciclo con 12 tantos y sumó siete asistencias.
Mauro Zárate tiene la cabeza en Boca. Pero la mirada, a veces, se desvía a Liniers para avivar el fuego cruzado.
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