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Mauricio Pellegrino: “En este país hay muy pocas profesiones a las que se les exija tanto como al fútbol”
El exDT de Vélez, íntimo y frontal: “El negocio pisoteó a los jugadores y a los clubes”; el momento “antidemocrático” del fútbol y los miedos por su hijo
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Administra las sonrisas, no tiene redes sociales y prefiere evitar las poses fotográficas. Jugó con Guardiola, Luis Enrique, Xavi, Kluivert, Figo, Rivaldo, Deschamps, Gerrard, Xabi Alonso…, muchos de ellos técnicos después. Como él. “Era imposible suponer por esos años que tantos serían entrenadores, ¿no? A esa edad el futuro es incierto. Pero estás nombrando a los conocidos, a los populares, y es lógico, pero los lazos más fuertes que hice para mi vida se dieron con gente desconocida. Cuando llegué a Barcelona me llevaron de un lado para el otro para recorrer casas para alquilar, y yo les decía que no necesitaba eso, estábamos solos con mi novia, que hoy es mi señora… Entonces agarré el diario y empecé a buscar un departamento chiquito para alquilar. Además, las casas valían una fortuna para mí. Y el tipo al que llamé por un aviso en el periódico, desde el teléfono del hotel en el que todavía parábamos, se transformó en uno de mis grandes amigos en España. Él y toda su familia, hasta hoy. Lo más lindo que me ha dado el fútbol son las personas que se fueron cruzando en mi camino”. Aparece Mauricio Pellegrino en su dimensión humana. Desprovisto de etiquetas, modas y tendencias. Pero repleto de sólidos conceptos.
No lo siguen los reflectores y a él poco le importa, claro. ‘Pellegrino, la felicidad del argentino atípico’ fue hace unos años el título de una nota en el diario El País, de España. Destacaba la sencillez de un hombre alejado de los desbordes. “Habla poco, pero habla claro”, apuntaban. Pero no es cierto: no habla poco, no nos detenemos a escucharlo. Docente, enseñar lo desvive. Docente, aprender lo compromete. Cuando no dirige, como ahora –se desvinculó de Vélez en marzo–, quizás lo pueden encontrar en Leones, su pueblo cordobés de 10 mil habitantes. Tal vez espiando en un potrero, un sello cultural para el ‘Flaco’. ¿Flaco? “Acá tendrás que cambiarte el apodo, porque Flaco hay uno solo: Cruyff”, le aclararon amablemente cuando hace casi 25 años aterrizó en Barcelona. “Guardiola, entonces, ya hacía muchas preguntas por el fútbol argentino, por los entrenadores que había tenido, que en mi caso eran Bianchi y Bielsa, por ejemplo. Luis Enrique no tanto, no tanto… era más bohemio. Pero todos me ayudaron mucho, como también Abelardo, y Nadal, el tío del tenista. Ese grupo de muchachos me recibió muy bien… Y Xavi, Xavi era un niño como uno de mis hijos hoy… Recuerdo uno de sus primeros partidos: Guardiola tenía una lesión, no pudo jugar y lo hizo Xavi… La experiencia en Barcelona fue para mí un gran descubrimiento, me abrió las puertas de otro fútbol, de otra cultura… Un gran anzuelo para lo que sería desde allí mi vida”.
-Ya había pasado la época de Mourinho como traductor de Bobby Robson en Barcelona. ¿Qué función cumplía con Van Gaal?
-Mourinho era el analista de los rivales, pero también ayudaba a Van Gaal en los trabajos. Como dominaba el español mejor que Van Gaal, explicaba muchos movimientos. Le he escuchado decir a Mourinho que fue Van Gaal el que le imprimió el deseo de ser entrenador. Recuerdo que empecé a mirar fútbol internacional con el Ajax de Van Gaal, y después me dirigió esa persona que yo veía por televisión…, se trató de una gran ocasión para aprender a diario.
-Cuenta la leyenda que un día, en una práctica, refiriéndose a vos, Van Gaal anticipó que serías entrenador.
-…Hablábamos, y yo le decía que me gustaba mucho la función de entrenador. Tenía una buena relación con Louis, a pesar de que después de estar un año a préstamo, me dijo: ‘Mira, te tienes que ir porque yo tengo a los dos mejores centrales zurdos del mundo’, que eran Bogarde y Frank de Boer. Pero jugué bastante por la lesión de uno de ellos, para eso me habían llevado. Podías conversar con él sin problemas, le gustaban los jugadores argentinos, ya había conocido a otros, pero también decía que los jugadores argentinos éramos muy caros por lo que éramos… Los entrenadores han sido muy importantes en mi vida desde mi niñez, en mi pueblo. Todos me ayudaron muchísimo para cambiar mi comportamiento. Cuando a vos te gusta mucho algo en tu niñez, a los 10 años, o en tu adolescencia, le hacés más caso a tu entrenador que a tus padres, por eso la importancia de la docencia. En mi pueblo yo tenía un entrenador que todos los días lavaba nuestra ropa, iba casa por casa para completar el equipo, nos hacía de comer, nos llevaba en su camioneta..., esas cosas te quedan. ¡Y yo quería ser como él! Siempre he tenido una gran admiración por mis entrenadores, por lo que me ayudaron a crecer como persona. Que es lo que queda.
-¿Siempre supiste que ibas a dirigir…?
-… No en mis inicios, porque yo siempre jugué inconscientemente, jugué porque era feliz, porque la pasaba bien, pero nunca jugué para ser futbolista profesional, jugaba porque era un motor integrador. Cuando todavía era futbolista, y yo ya estaba haciendo el curso de entrenador en Valencia, en algunas ocasiones debía pararme delante de 20 compañeros porque hacíamos ejercicios, y me temblaban las piernas. Pero eso me desafió mucho más. Porque se trata de aprender a sacar lo que uno lleva adentro y expresárselo a sus compañeros o a sus dirigidos, para poder ayudarlos a nivel humano y profesional a que puedan disfrutar de la profesión. Algo que yo no hice. Sí, disfruté mucho de niño, pero mi profesión en sí tendría que haberla saboreado más.
-¿Disfrutás más ser técnico que jugador? Al revés de lo que cuenta la mayoría…
-… Lo que puedo decir es que a medida que iba madurando, y era el capitán del equipo, e iba pasando a equipos de más nivel e íbamos jugando cosas importantes…, yo tenía un gran sentido de la responsabilidad. Y uno se va creyendo que puede controlar las cosas, y en realidad, el gran aprendizaje del juego es que nosotros, como jugadores o como entrenadores, no controlamos nada. No controlamos el resultado, y vivimos por el resultado. No podés controlar que vayas a ganar, y yo ahí era exigente, implacable…, me llegué a pelear con compañeros. Yo eso no lo entendí como jugador, me quedé con que a nosotros nos valoraban por lo que teníamos y no por lo que éramos. Esto recién lo aprendí mucho después, y lo puedo decir ahora que tengo 50 años. Si ganás, no sos tan bueno como dicen; y si perdés, tampoco sos tan malo. Hoy como entrenador, podés controlar la táctica, la preparación, las normas, pero no controlás el resultado. Cuando uno asimila eso, que el éxito está en todo lo que vivís, en el camino, cuando aprendés todo eso, ahí sí aprendés a disfrutar. La clave es entender el negocio en el que estás metido. Cuando vos hacés una nota no sabés si te la van a leer 100 mil personas o un millón, pero tu profesionalidad para hacerla no se modifica por la especulación de cuántos lectores tendrá. Y lo llevo a ese terreno para trazar una comparación, para señalar que entender dónde está el disfrute es la clave del éxito.
-¿Y controlar a Messi se puede? Lo enfrentaste como DT en Alavés y en Leganés, ¿y llegaste a cruzarlo en la cancha en tu útima temporada jugando en Alavés, la 2005/2006?
-Para marcar a Messi tenés que tener un mejor equipo que el que tiene Messi. Estamos hablando de un tipo que es un fuera de serie, qué voy a descubrir yo. Es muy difícil pensar en tratar de ganarle a él, no, tenés que tratar de ganarle a todo su equipo. Me acuerdo de ese partido en el que nos enfrentamos a Barcelona, yo fui al banco, y no jugué contra él. Sí, nos hemos cruzado ya en mi etapa como entrenador, pero no como jugadores.
-¿Te gusta la selección?
-A mí lo que más me gusta de la selección es que se trata de un equipo al que he visto presionar arriba, defender atrás, presionar en el medio, lo vi jugar de contraataque, lo vi atacando posicionalmente…, lo veo muy camaleónico y eso me gusta porque los equipos deben adaptarse a todas las circunstancias. Eso es lo que más me gusta. Después, en el mundo del futbol todos sabemos que no siempre gana el mejor, entonces queda desearles que tengan buena salud de frente al Mundial y que los acompaña esa cuotita de fortuna que se necesita en ese determinando momento. Así como no la tuvo en la final con Alemania en Brasil 2014, y sí la tuvo en Italia ‘90 en el gol de Caniggia o en los penales. Ese hilo fino, ojalá que esté para nosotros. Porque nosotros sabemos que la Argentina está entre los mejores del mundo, pero eso nunca nos alcanza. En nuestro país, conozco muy pocas profesiones a las que se les exija tanto como al fútbol. Y los deportistas en general, en nuestro país, son proveedores de muchas alegrías para el público. En el fútbol sabemos que estamos entre los mejores del mundo, pero no somos los mejores, ni tampoco les damos a nuestros futbolistas todo lo que necesitan para ser los mejores. Entonces me parece excesiva la presión que les ponemos, sobre todo a nuestra selección. Sabemos que estamos entre los mejores, pero no les pidamos que sean los mejores porque en muy pocos aspectos, si nos comparamos con el mundo, somos los mejores.
-¿Decís que se le reclama al fútbol un ‘servicio al país’ que áreas más esenciales no se lo dan…?
-… En muy pocas áreas de nuestras vidas somos tan exigentes y a veces le cargamos al fútbol todos nuestros males. Ocurre que en el fútbol tenemos que sentirnos lo que creemos. Entonces, por ejemplo, el título en la Copa América cambia la visión que tenemos de algunos jugadores, como Di María, Messi u Otamendi, pero no cambió la visión sobre otros jugadores, como Higuían o el ‘Pocho’ Lavezzi. Y me parece algo totalmente odioso, canalla. Yo tengo hijos que juegan a la pelota…, y he escuchado tantas veces que Higuaín es un fracasado, que siempre me pregunto qué les queda o qué les puedo decir a mis hijos. Higuaín ha sido un crack en todos lados, por favor. Tenemos que cuidar a nuestro fútbol porque tenemos un fútbol fantástico, que está entre los mejores, y el fútbol es un motor para poder ser feliz, para aprender las exigencias de la vida, para identificarse con algo. Yo creo que tenemos el mejor torneo de divisiones inferiores del mundo, es maravilloso que chicos de 12/13 años vengan de Tucumán a Buenos Aires a jugar un partido, o que vaya un chico de Mar del Plata a jugar a Mendoza; ahora, lo que me parece insalubre es que se baje del micro y juegue. Tenemos que cuidar la infraestructura, la organización, tenemos muchísimas cosas muy buenas que hay que seguir puliendo. Tenemos un tesoro que no tiene el resto del mundo. Creo mucho en nuestro fútbol, nos da muchas alegrías sin invertir tanto.
-¿Pero los juveniles en Europa no llegan mejor formados a Primera?
-Que el jugador llega preparado al 100% a Primera es una utopía. Es un niño, que a lo sumo pude llegar de la mejor manera para sufrir menos la adaptación. Pero tiene mucho que ver el contexto, su preparación de base a nivel fisiológico, educativo, mental, sociológico, etc, etc. A nivel futbolístico acá tenemos un proceso madurativo donde todo es mucho más acelerado. Aquí los niños van saltado etapas porque los necesitamos antes. Pero los argentinos tenemos una gran personalidad para ir afrontando desafíos dentro del campo. Donde sí estamos en desventaja es en la formación integral de la persona, se nota en clubes del interior y también del Gran Buenos Aires, con jóvenes que no se alimentan bien y han abandonado completamente su formación personal y educativa. Y el porcentaje que podrá llegar a ser futbolista profesional es muy muy muy bajo. Esto hay que explicárselo a los padres, especialmente. Acá estamos en desventaja, sin dudas. Los clubes tienen una capacidad formativa muy buena, son el auténtico motor de nuestro fútbol, los que salvan la sangría a la que nos vemos sometidos cada semestre. Cada semestre, ni los grandes equipos pueden vislumbrar un proyecto. Hoy está pasando algo muy triste por nuestra realidad socio-económica.
-¿Es difícil dirigir a los jóvenes?
-No, no, para nada, yo disfruto mucho de trabajar con ellos. El problema es que hoy la sociedad va en contra del sentido de equipo y estimula el ‘sálvese quien pueda’ en todos los ámbitos de nuestras vidas. Le cargamos culpas al fútbol y a sus integrantes, pero pasa en todos lados. El fútbol es un gran valor cultural a cuidar en la Argentina. A los chicos hay que ayudarlos a dirigir su foco, como si se tratara de un rayo láser de las cosas importantes de la vida y la formación. Si los grandes les damos el ejemplo, nos seguirán, pero sin perder de vista que siempre, los valores principales deben partir de casa, de la familia. Hoy en día la escuela, en muchos casos, se transformó en el primer hogar porque los demás, un poco, nos fuimos corriendo de la formación de nuestros hijos quizás por comodidad. Y soy el primero en apuntarse culpas, ojo. Lo que sucede en casa es una responsabilidad intransferible.
-Ganaste muchos y muy importantes títulos. Pero, ¿se aprende más de las derrotas? Y me refiero a las finales de las Champions 2000 y 2001 perdidas con Valencia.
-… Si uno lo toma con un espíritu crítico, son derrotas que te acercan a ser campeón, a ser mejor. Perder no es lo contrario del éxito. Valencia, por ejemplo, nunca más llegó a esa instancia… Si se antepone el espíritu crítico, uno enseguida se da cuenta lo que necesitará la próxima vez. Ese equipo, después de esas dos finales, sabía interiormente que la próxima no se le iba a escapar. Y a otro año ganamos la Liga de España y la Copa UEFA, es decir que esas derrotas nos acercaron al éxito. El fracaso deportivo de una final no te aleja del éxito, te acerca. Perder un partido decisivo no significa que se tienen que ir todos para empezar de cero. Esas finales para mí son un recuerdo maravilloso.
-Incluso el penal decisivo que te atajó Oliver Kahn en la final del 2001 con Bayern Munich…
-Sí, también, por más que siempre me viene ese recuerdo del que me pregunta todo el mundo..., pero aún así, ha sido un gran aprendizaje para lo que vino después. Y nunca me sentí tan querido por la gente de Valencia como después de ese momento.
-¿Todo se volvió ganar/perder, sin matices?
-La carrera del jugador es el libro del escritor, su obra, y un partido es una foto... Si en ese partido va mal, querés matar a todos, sí, porque el fútbol es emocional, eso lo entiendo. Pero no siempre solo se disfruta ganar… Los equipos chicos festejan mantenerse en la categoría como un título, o más. Hay una cultura que impone ganar, dominar, hay que ser el mejor, pero más del 90% del fútbol no tiene nada que ver con eso. La mayoría de los equipos pierden más de lo que ganan, es muy difícil alcanzar los objetivos, muchos, muchísimos saben que son peor que el rival… Todo el mundo recibe y escucha el mandato de ganar, de grandeza, pero eso es para uno pocos, la mayoría no tiene nada, nada que ver con eso. A los programas de TV no van exjugadores de Patronato o de Gimnasia de Jujuy a explicar cómo se vive un partido. Y nosotros recibimos todo el tiempo esa cultura del poder dominante… ‘Hay que ganar la Copa sí o sí’, por ejemplo, son todo el tiempo los mensajes… Si no entendés un poco el negocio, te sentís un desgraciado.
-Repetís mucho el concepto ‘el negocio’.
-El momento en el que pita el árbitro para abrir un partido es el más democrático del mundo, porque somos todos iguales: once contra once, con las mismas reglas, y no importa la cantidad de socios de cada uno. Pero fuera de eso, es lo más antidemocrático que hay: unos tienen 100 millones de dólares y otros 20; uno tiene el apoyo mediático y puede tirarles toda la presión a los árbitros, y el otro no. Es como una lotería donde hay 1000 números y dos o tres equipos tienen 980 números. Ok, juguemos a la lotería, pero la mayoría de los números los compra esta gente. Esta montado así el negocio, entonces, solo conociendo un poquito el negocio, podés disfrutar de lo que hacés. Sino, te tenés que quedar en tu casa.
-¿Temés que el fútbol quede en manos de pocos con la irrupción de magnates, jeques y grandes capitales?
-El negocio hace posible al fútbol y al revés, se retroalimentan. Hay que cobrar los derechos de TV y las entradas, para que nosotros podamos cobrar y ustedes puedan vender periódicos. El problema es cuando los que mandan son los dueños… En un momento en la NBA, los basquetbolistas pararon la pelota y dijeron que también querían cobrar un porcentaje de los derechos televisivos. En el fútbol está muy lejos que los dueños se acerquen a los futbolistas, a los entrenadores, a los socios. Hoy los dueños de la pelota son los derechos televisivos, la UEFA, la FIFA, la publicidad. Hoy el profesional está totalmente ajeno a que lo consulten por calendarios, horarios o fechas de vacaciones…, y los entrenadores, los formadores, tienen mucho que decir y podrían ayudar muchísimo a crear un producto mejor. Más saludable. Pero el negocio pisoteó a la parte más responsable de esta actividad, a los jugadores y a los clubes, que han quedado a la merced del negocio. No están adentro del negocio. El negocio es millonario para la TV y para las organizaciones, pero los clubes siempre dan pérdida. Entonces hay algo que anda mal. Por lo menos en nuestro fútbol, afuera, quizás, se las han ingeniado para que sea un poco más equitativo.
-Pero los protagonistas no alzan la voz.
-Bueno... ese ya es un terreno más delicado, así es como lo vivo yo, puedo hablar por los demás. Nosotros no somos muy amigos de las reglas, ni de hacerlas cumplir. En cambio, hay países donde se esmeran por cumplir leyes de transparencia, y acá creo que corremos en desventaja… También es muy difícil ser directivo acá, lo sé, tiene que poner el pecho y dejar su trabajo para atender a los clubes…, cuando lo cuento afuera no me lo creen. Pero ya es tiempo de tomar algunas medidas que protejan a nuestros futbolistas para cuidar todo lo bueno que hacemos en las inferiores. Para que los jugadores no queden libres con 17 años, para que no se los lleven porque juegan bien, pero tampoco que haya que pagarles a chicos de 14/15 años porque juegan bien y así evitar que se los lleven, porque eso es distorsivo para su formación. Nosotros no podemos competir con las mismas reglas que las grandes ligas del mundo.
-Tu hijo, Mateo, con 20 años, pertenece al mundo del fútbol. ¿Te inquieta algo?
-Bueno… no sé, yo lo que deseo es que mi hijo disfrute de ser parte de un equipo. Ahí pasa algo fascinante: dejan el egoísmo de la casa para ser parte de algo mucho más grande que uno mismo. Así lleven el bidón de agua, a mí me encanta ver a los niños jugando al hockey, al rugby, a lo que sea, ¿no? Ser parte de algo me parece fantástico. Ahora, cuando te metés más en el mundo profesional, todo este negocio a veces los desenfoca de lo realmente importante, que es mejorar, aprender, crecer, también defraudarse de golpe…, porque el deporte te ayuda mucho a frustrarte: uno gana, empate y pierde desde los 8 años hasta que tiene… 50, en mi caso. Entonces estás acostumbrado a frustrarte cada fin de semana, o a disfrutar. A vivir a nivel emocional y eso te ayuda mucho. Ojalá que mi hijo pueda disfrutar de la exigencia, que encuentre su pasión y que aprenda de los errores.
-Vos lo hiciste debutar en la Primera de Vélez. ¿Decidiste con libertad o estuviste condicionado?
-La verdad…, me costó al inicio, antes de firmar con Vélez. Lo viví con mucho miedo, sí, miedo, porque me ponía en su lugar y él quedaba en el medio de sus compañeros, de sus afectos. Yo creo que resultó mucho más difícil para él que para mí, pero lo resolvimos con la adecuada ética familiar.
Cinco técnicos que marcaron su carrera
Carlos Bianchi: Un ejemplo, como persona y como profesional. Una persona sin ningún gris, que nos inspiraba con su manera de ser y de vivir.
Marcelo Bielsa: Yo nunca había trabajado los conceptos intersectoriales, y Marcelo era un adelantado para su momento. Y también fue una gran enseñanza para todos, cuando tomó a aquel Vélez multicampeón, demostrar y convencer sobre la variedad de caminos que hay para transitar en el fútbol en la búsqueda del éxito.
Louis Van Gaal: Nunca había entendido la organización del entrenamiento, con acento en los movimientos del ataque. Hasta él. El entendimiento del juego ofensivo, hasta entonces, para mí había sido como azaroso. Nunca había tenido a un entrenador que me enseñara a entender el juego ofensivo con fundamentos. En ese sentido, Louis fue una revelación.
Héctor Cúper: De las personas más humildes que conocí en este medio, uno de los grandes entrenadores argentinos con menos reconocimiento. Lo que ha hecho Héctor en el fútbol internacional es fantástico..., sostenerse en el tiempo, jugar finales con equipo no necesariamente de primer cartel, como Mallorca, Huracán, Lanús, Egipto… Conocí muy pocas personas con la bondad de Héctor. Una vez lo escuché a Sabella decir que la bondad es la principal virtud de un líder, y siempre me quedó eso.
Rafael Benítez: Un pedagogo que enseñaba todos los principios del juego. Un hombre con un enorme amor por enseñar.
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