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Matías Almeyda, campeón con AEK: el apasionado que conquistó Grecia siendo fiel a sus valores de guerrero samurai
Su equipo cortó una racha de tres títulos consecutivos de Olympiakos; cómo es la filosofía de un emblema de River, primero como jugador y luego como DT
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“En el fútbol intento aplicar mi filosofía de vida, que es caminar con ciertos valores, y sobre todo con uno muy específico: sigo la historia de los samuráis japoneses y baso todo mi ser en el Bushido, su código de honor”. Corría el mes de octubre de 2018 y Matías Almeyda sorprendía a los periodistas en su presentación como técnico del San José Earthquakes, el equipo de San Francisco en la MLS estadounidense. ¿Qué es el Bushido? En su traducción literal, “el camino de los guerreros”, una forma de actuar que contempla siete virtudes: puntualidad, coraje, amabilidad, gentileza, honestidad, honor y lealtad. “Lo que busco es aplicar estos principios en mis grupos de trabajo”, explicó simplemente el Pelado, que se acaba de consagrar con el AEK de Atenas.
Es un caso especial el de Almeyda, casi un rara avis en el hipercomercializado mundo del fútbol. Su recorrido como entrenador resulta llamativo, porque a priori sus destinos nunca fueron fáciles. “Voy adonde me siento amado y veo que puedo ser feliz y tener continuidad. Elijo mis clubes en función de esto, y si alguna vez me quedo sin trabajo y me llaman de Azul (su ciudad natal) presentándome un proyecto que me gusta iré para allá porque para mí el fútbol es una pasión”, decía en enero pasado en una larga y profunda entrevista concedida a un medio griego.
Siguiendo esos preceptos le pidió en su día a Daniel Passarella ser el técnico de River en su paso por la B Nacional, repitió la experiencia en Banfield, se hizo cargo del Chivas de Guadalajara, un grande de México que en esos momentos coqueteaba con el descenso, y se arriesgó a manejar uno de los equipos con menor presupuesto en la MLS. Que aceptara el desafío de estrenar su carrera europea como entrenador en el AEK de Atenas ya no podía sorprender a nadie.
El Athlitikí Énosis Konstantinoupóleos (Unión Atlética de Constantinopla) es el tercer equipo con más títulos del país, aunque siempre ha vivido a la sombra del Panathinaikos, su eterno rival de la capital griega; y del Olympiakos, la entidad que suma más ligas que todas las demás juntas y que llevaba tres consecutivas hasta que el domingo el AEK le cortó la racha, tal como sucedió en 2018, cuando interrumpió siete años de dominio del club del puerto de El Pireo.
Su trayectoria en clubes podría fácilmente asemejarse a la de Marcelo Bielsa, quien fue uno de sus maestros en el arte de dirigir un plantel y con quien el Pelado coincidió en la Selección Argentina. La comparación incluso puede extenderse al estilo de juego que Almeyda implanta en sus equipos. “Me gusta que mis jugadores se respeten y respeten a los rivales, pero al mismo tiempo quieran pisarlos en el campo”, sintetiza. Fue así, con ese espíritu guerrero, como el conjunto aurinegro asombró a todos en tierras helenas y con una arrolladora fase final se abrazó al título en una temporada inolvidable para la institución.
El AEK es un club tan especial como su actual entrenador. Fundado en 1924 por helenos que vivían en Estambul (la antigua Constantinopla) y debieron huir en 1922 de la guerra turco-griega, la entidad del norte ateniense pasó por múltiples vicisitudes a través de su historia, incluso en el presente siglo.
En 2003, el viejo estadio Nikos Goumas fue demolido por completo debido a los daños provocados en su estructura por el terremoto de 1999. La Unión, como se lo conoce en Grecia, debió trasladar su localía al Olímpico de Atenas y demoraría 19 años en retornar a casa. Recién en octubre de 2022, en la sexta fecha del torneo que acaba de culminar, se produjo la vuelta a casa. Un 4 a 1 al Ionikos completó la fiesta de regreso a un estadio que hoy se llama Agia [Santa] Sofía, como la principal iglesia de Estambul, y que ejerce al mismo tiempo de campo de fútbol, monumento y homenaje. Construido sobre el mismo terreno del anterior estadio, fue diseñado siguiendo la línea de las viejas murallas de Constantinopla, su figura exterior simula un castillo y en su interior se abre un museo que recuerda la huida de los refugiados en 1922. Los números más fríos indican que tiene capacidad para 32.500 espectadores, que su construcción iniciada en 2017 y costó 81,7 millones de euros.
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El otro hecho que marcó el destino del AEK en el siglo XXI fue la debacle financiera de 2013. El club sufrió entonces el primer descenso a Segunda de su historia. Fue entonces que Dimitris Melissanidis, empresario petrolero y actual propietario de la entidad, tomó una decisión arriesgada: no participar en esa categoría, desarmar el plantel profesional y recomenzar como un equipo amateur en la tercera división. La apuesta le salió bien. Apoyado por su gente, que conformó la Unión Independiente de Amigos del AEK, el equipo ganó de manera consecutiva los torneos de tercera y segunda (con solo una derrota en dos años) para volver a la Superliga por la puerta grande.
Para un club con esos antecedentes nada mejor que un técnico con alma guerrera. Los aspectos básicos del juego que plantean los equipos del Pelado fueron rápidamente aceptados y comprendidos. La presión bien alta, agresiva y al hombre para impedir la salida limpia del adversario y ser un arma ofensiva tras el robo en campo contrario, la entrega permanente y la convicción para jugar del mismo modo ante cualquier rival y en cualquier cancha fueron los distintivos del campeón. El resto, por supuesto, dependió de las individualidades, y ninguna más destacada que Sergio Ezequiel Araujo, el otro argentino del plantel, dueño de una dilatada historia con el AEK (lleva 144 partidos jugados y 45 goles). “Es nuestro corazón”, afirma de él Almeyda: “Siempre quiere jugar, aunque esté lesionado y por mucho que le duela”.
Aquel chico que en 2009 debutó con 17 años en la Primera de Boca y después aparecía de manera esporádica en el equipo se fue a probar suerte en Europa en 2012 y encontró en Grecia uno de sus dos hogares en el Viejo Continente (el otro es Las Palmas, donde es tan ídolo como en Atenas). Su presencia alarga la prolífica lista de argentinos que vistieron la casaca aurinegra, desde Ismael Blanco a Sebastián Saja pasando por Ignacio Scocco y muchos más.
Su caso ilustra otra faceta que define a Almeyda: “Me gusta probar jugadores en posiciones donde creo que pueden rendir mejor, ayudar a que un futbolista sea más completo”. Araujo es un gran ejemplo: centrodelantero durante toda su carrera, el Pelado le propuso alejarse del área y aprovechar su técnica para moverse por detrás de los puntas y reconvertirse en un asistidor con llegada. El experimento fue un éxito y el ex Boca terminó la temporada con tantos goles convertidos como asistencias, más allá de que el final haya sido agridulce: el 17 de abril sufrió la rotura del menisco interno y el ligamento cruzado posterior de la rodilla izquierda, debió ser operado y debió festejar el título en el campo pero con muletas.
La tercera ronda de clasificación de la Champions League 23-24 será el siguiente desafío para Matías Almeyda y su AEK, pero se esperan muchos más. Su contrato vence en 2028 y el título conquistado en su primera temporada le abre un amplio crédito para el futuro. Todo hace suponer que el código de los samuráis seguirá rigiendo durante mucho tiempo el modo de vivir el fútbol en el norte de Atenas.
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