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Mates, choripanes y asado: los 28 futbolistas que cambiaron China por Banfield
Andar distraído por Belgrano, sin conocer demasiado la zona, puede significar adentrarse repentinamente en una prolongación de la cultura oriental. En pleno ajetreo porteño, el Barrio Chino se mueve entre reproducciones de dragones, gastronomía con productos típicos y rituales propios en una escenografía inconfundible. Algo similar, salvando las distancias, claro, sucede en Luis Guillón, donde es posible encontrar a 28 juveniles asiáticos alineados delante de un mástil en el que ondea la bandera de la República Popular China. Habitan el predio del Club Banfield como parte de un programa de desarrollo y repiten esa formación en dos hileras con su capitán al frente antes de cada ingreso al comedor, ornamentado con algunos globos de papel rojo y serpentinas doradas.
Detrás de la concentración del plantel profesional y la pensión del fútbol juvenil, el club armó con esqueletos de contenedores las habitaciones para la delegación china que ya es parte de la vida cotidiana del polideportivo del Taladro. En ese sector cuentan también con mesas de ping pong, metegol y distintos sectores de esparcimiento. Al aire libre comparten las rondas de mate que rápidamente adoptaron y también adaptaron en una mezcla de esta liturgia rioplatense y la idiosincrasia de una nación con casi 1400 millones de habitantes: el termo es el elemento común, pero cada uno tiene su propio mate, que no pasa de mano en mano y de boca en boca.
"Es muy enriquecedor lo que hacemos cada día. Venimos para aprender las ventajas que solamente tiene el fútbol argentino", le cuenta a LA NACION Liang Bin, el entrenador que forma parte de esta primera experiencia en la Argentina. Destaca que "la disciplina y la fuerza" son las características de sus jugadores, a los cuales pretende agregarles "técnica y táctica para atacar y defender". "Estamos muy cómodos en el club, nos adaptamos bien", asegura con un rostro que no muda de expresión. El diálogo es posible gracias a Wu Jianming; o Julio, como lo llaman en el club y del modo que él mismo se presenta. Se trata del intérprete que viajó para traspasar los diques idiomáticos y quien acompañó a Javier Mascherano en sus primeros seis meses en China cuando el excapitán del seleccionado argentino se sumó al Hebei Fortune.
Disciplina sin concesiones
La disciplina que menciona Liang Bin no solo es deportiva. Ese hombre de gestos duros está al frente de un orden de corte castrense. Pese al encuentro pautado, es reticente a establecer el diálogo hasta que finalmente concede algunos minutos. La prohibición de hablar con los futbolistas es infranqueable y hasta hay un llamado de atención cuando el fotógrafo de LA NACION intenta un breve diálogo en inglés (idioma que solo maneja uno de los 28 juveniles) para unas tomas. Perder una media, olvidar una llave o inclumplir cualquier pauta tiene su castigo, que por lo general implica la exclusión del entrenamiento al día siguiente. Los reparos de la delegación oriental y la propia autonomía del club no quedan exentos de algunas rispideces. El choque cultural resulta inevitable pese a la buena convivencia.
En las tareas de orden y aseo no hay jerarquías y cada uno de los inmigrantes temporarios obra de forma comunitaria. Todos cargan por igual canastos, bolsas y cajas cuando estaciona la camioneta de la lavandería o reciben encomiendas con los elementos que posibilitan recrear algo del mundo que dejaron en esta aventura.
"El nivel de obstinación es tal que si las cosas no les salen hasta pueden ponerse a llorar del fastidio que les agarra", revela Roberto Besasso, el entrenador que el club dispuso para el proyecto. "Son tremendamente receptivos, como su técnico. Hacen todo lo que se les indica sin apartarse en nada de las indicaciones por lo estrictos que son", destaca quien trabaja junto a Martín Rolón (ayudante), Ignacio Galeano (PF) y Bernardo Leyenda (preparador de arqueros) bajo la coordinación de Hugo Donato. La falta de pausa y cambio de ritmo, las distracciones y dominar la brusquedad son los aspectos que, según Besasso, mayores problemas les representan.
Con esfuerzo aprenden algunas palabras en castellano, sobre todo para comunicarse con las cocineras. La relación con las personas que les preparan los alimentos es fluida, tanto que celebran cuando una de ellas logra hacerles entender que en breve será abuela. "Los chicos son divinos, muy amables y buenos", cuenta Reina, encargada principal de la cocina. De lunes a viernes el almuerzo y la cena son a base de carne, pescado, verduras, arroz y frutas. Es habitual que los jugadores concurran al comedor con frascos y sobres para sazonar las comidas de acuerdo a sus costumbres. En el desayuno hay panes, huevos y lácteos que se repiten por la tarde y ganan en las preferencias del grupo de chicos cuyas edades va en el rango de los 14 a los 16 años. Los fines de semana disfrutan de la comida china que prepara una empresa de catering que trabaja desde hace años con contingentes orientales y una vez por mes las brasas calientan la parrilla para el asado que es también agasajo para los cumpleaños. Si el mate se les hizo costumbre, los choripanes se les revelaron como un manjar que desconocían.
La delegación también la integra una profesora que supervisa las clases a distancia. Cada uno de los jugadores tiene su propia notebook y con horarios establecidos en la mañana y la tarde los chicos se acomodan en el espacio que especialmente preparó el club para el aprendizaje con la modalidad e-learning.
"Entre las imposiciones con las que arribaron estaban los horarios de entrenamiento, de estudio y lo referido a las comidas. En este último punto entendieron que el rendimiento físico no era el óptimo por determinados consumos alimenticios y empezaron a cambiar ciertos hábitos en ese sentido", menciona Alejandro Ferraro, dirigente de fútbol juvenil de Banfield encargado del proyecto. Además, aseguró que "la integración que tienen con los juveniles del club es bárbara: la relación pasó de ser mínima por las diferencias culturales y el impedimento del idioma, a tornarse mucho más fluida".
Banfield, el pionero en recibir a jugadores chinos
El convenio por el cual los futbolistas de la Beijing Sports University se instalaron en el sur del courbano comenzó a gestarse en 2017 al más alto nivel: a partir de los distintos acuerdos binacionales firmados entre los presidentes Mauricio Macri y Xi Jinping. Con la AFA como puente y la intermediación de la multinacional de eventos deportivos IMG, Banfield se convirtió así en el primer club argentino en alojar a un grupo de chicos chinos para una capacitación futbolística de varios meses. Cuando esta delegación complete su período de formación al otro lado del mundo que le es propio, será un nuevo contingente el que le de continuidad al intercambio.
"Es un primer gran paso de capacitación para un mercado económico más que tentador. Este programa representa para el club un ingreso similar al de la venta de un jugador, con una inversión que solo implicó la infraestructura para el alojamiento y las comidas", explica Ferraro desde China, donde la categoría 2002 de Banfield fue subcampeona de la Evergrande Cup después de avanzar en su grupo, derrotar en las semifinales a Atlético de Madrid y caer en la final, por penales, ante el Spartak de Moscú. El convenio está en el orden de los 2.000.000 de dólares anuales, firmado hasta 2020 y con posibilidades de renovación.
Un ambicioso plan de perfeccionamiento de entrenadores y atletas proyectado a largo plazo hizo que China irrumpiese con protagonismo en deporte olímpico. En la construcción de un modelo que tome elementos de las potencias para incorporarlos a una identidad definida, un grupo de juveniles chinos forma parte de la cotidianeidad del campo de entrenamiento de Banfield en el sur bonaerense. El mate y el asado se mezclan con la disciplina más estricta, el fútbol rígido y físico intenta ampliarse con mejor técnica y la conceptualización del juego. En Banfield hay un pequeño enclave chino con aspiraciones de grandeza.
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