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Más allá de Sebastián Méndez, de Unión a Vélez: historias de amores, traiciones y pasiones en el fútbol argentino
El cambio de rumbo del joven DT, de Santa Fe a Liniers, abrió el debate en nuestro medio; otros casos que conmovieron las estructuras
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Un día antes de comenzar la Copa del Mundo de Rusia, Julen Lopetegui fue removido del cargo de entrenador de España, luego de hacerse público el acuerdo para tomar Real Madrid inmediatamente después del Mundial. De Moscú fue directo a Madrid en donde, mediante una conferencia de prensa, se convirtió en el técnico que reemplazó a Zinedine Zidane, un puesto que le duró... sólo tres meses, por malos resultados.
“Dije que sí, pero sabía que la única responsabilidad era la Copa del Mundo. Mantenerlo en secreto durante un mes fue imposible y no fue honesto”, confesó sobre el momento en que aceptó la oferta de Florentino Pérez. “Fue un vuelo de cinco horas a casa desde Moscú a Madrid y no dije nada, pero así es la vida. Fue una experiencia muy difícil. No dormí; no sabía dónde estaba. Un día estaba en Rusia entrenando para la Copa del Mundo, y al siguiente estaba en el Santiago Bernabéu con un nuevo equipo”, detalló, nueve meses después. Un chasquido: duró 14 partidos en la Casa Blanca.
Esa situación marcó un quiebre en la historia reciente del fútbol profesional, que más allá de la tesorería, desprende un mundo de deseos, pasiones, desafíos y hasta traiciones. Así lo sienten los hinchas y no sólo se trata de futbolistas, como los antiguos casos de Oscar Ruggeri y Ricardo Gareca, de Boca a River o Mauro Zárate, de Vélez a Boca, para no viajar demasiado en el tiempo. Los técnicos, como Lopetegui, también toman decisiones drásticas, que tienen consecuencias.
Sebastián Méndez casi se quiebra el sábado por la tarde, luego del triunfo de Unión sobre Independiente por 3 a 0. Decía cosas como estas: “Estoy emocionado, por supuesto, porque para mí los partidos se juegan así. No esta clase de partidos, todos se juegan así. Podés tener cosas buenas, malas, pero nunca podés dejar de correr y meter. Lo viví así porque estuve mucho tiempo sin trabajar… siguen siendo momentos difíciles, pero los jugadores están felices, se entregan, no hay cosa que llene más. Que hoy la gente se vaya contenta a la casa es todo lo que está bien”
Y fue más allá: transformó a un equipo perdido en un conjunto con el colmillo afilado. Una maravilla. “El mérito es de los jugadores, siempre es así. Nosotros somos actores secundarios en esto. Nosotros podemos proponer, pero si ellos no tienen esa voluntad para entregarse no sirve. Hemos jugado bien, han hecho desgaste, hemos jugado al fútbol y la gente se fue contenta”, describía.
Según averiguó LA NACION, tenía pensado irse de Unión antes de que surja lo de Vélez, aunque lo tenía en mente para el final del torneo. Estaba desencantado con los dirigentes del club santafecino con algunas promesas incumplidas y una deuda económica. Lo de Vélez aceleró todo y no bien lo llamaron no lo pensó: vio sufrir al club que lo formó y del que es hincha y dijo que sí enseguida.
No lo hizo por una cuestión económica y sabe que -si hasta ahora siempre fue bien ponderado por sus actitudes profesionales-, su imagen va a quedar cuestionada por la decisión que tomó.
El Gallego dirigió 12 partidos; ganó cuatro de los últimos seis. Surgió en Vélez, se consagró de pantalones cortos también en San Lorenzo y Banfield. Fue ayudante de Diego Maradona en Gimnasia, entre varios equipos de nuestro medio y el exterior. A los 45 años, horas después del 3-0, aceptó el desafío de Vélez, envuelto en una crisis deportiva y económica que se contrapone con el orgullo que exhibió largos años atrás. El “club modelo” le cabía a la perfección.
Los jugadores pasan de un club a otro. Los técnicos pasan de un club a otro. Los dirigentes invitan a conductores a asumir en sus entidades cuando se desempeñan en otra institución. Ocurrió siempre y seguirá pasando, más allá de ética, moral, valores y sentimientos. El fútbol es un negocio.
Más allá de la falta de pago en Santa Fe, Méndez aterriza en Liniers por el inequívoco valor del corazón. Méndez llega a Vélez para salvar a Vélez. En el camino, deja a Unión (asume Kily González en las próximas horas), el equipo que le volvió a abrir la puerta grande de nuestro medio. Su decisión marcó un revuelo enorme, que hacía mucho que no ocurría. Y que recuerda otros casos, diferentes y parecidos.
El Club Atlético Unión comunica que se llegó a un acuerdo para que Cristian González sea el próximo entrenador Tatengue. Su cuerpo técnico estará integrado por los entrenadores asistentes Tomas Costa y Ricardo Dealberto. Los preparadores físicos serán Damián Hernández y Diego… pic.twitter.com/DLqD8meUZa
— Club Atlético Unión (@clubaunion) June 26, 2023
Diciembre de 2006. Miguel Angel Russo era el entrenador de Vélez y tenía contrato vigente. Estaba a punto de hacer un impensado enroque con Ricardo La Volpe, que renunció a Boca luego de la derrota ante Estudiantes de La Plata en el desempate por el título del Torneo Apertura 2006. “En esta etapa rechacé muchas cosas del exterior, y ahora se puede dar esta oportunidad. Recién estoy empezando a hablar con la gente de Vélez. Hay que ver la forma de tener el camino libre. Quiero hacer las cosas como corresponden, pero uno siempre aspira a más”, decía Miguel, que logró en Liniers el Clausura 2005.
Ya había sido considerado para dirigir a Boca cuando Coco Basile dejó la Bombonera para hacerse cargo del seleccionado, en lo que se tomó como “un pacto de caballeros”, un pedido de Julio Humberto Grondona a Pedro Pompilio, más allá de que en el mundo xeneize quedó abierta una pequeña herida.
El entrenador no quiso dejar a Vélez en medio del campeonato y la elección recayó en La Volpe, que duró menos de tres meses al perder un título que Boca tenía prácticamente en sus manos. Decía Raúl Gámez: “Ahora es distinto de cuando lo tentaron a mediados de año, con el torneo empezado. Queremos mantenerlo, pero siempre que él quiera quedarse. Pero todos sabemos lo que significa Boca, tanto en lo económico como en lo deportivo”. Miguel Russo tenía contrato hasta junio de 2007: por esa época, logró en Boca la Copa Libertadores.
“Los contratos están para ser cumplidos, pero tenemos una muy buena relación y se merece lo mejor”, contaba el veterano dirigente. Un mes antes, Boca se impuso por 3-0 a Vélez y perdió 3-1 en el desquite. Los hinchas, con cánticos y con banderas, le reclamaron por su salida.
En 2015, volvió a Vélez. Los simpatizantes dejaron atrás el rencor.
Gustavo Alfaro pasó de Huracán a Boca en un abrir y cerrar de ojos. Se despidió del Palacio el 21 de diciembre de 2018 (era querido, respetado) y se presentó el 2 de enero de 2019 en la Bombonera. Escribió en redes sociales: “Sé que esto no es fácil de entender o aceptar cuando se analiza desde la pasión y no desde la razón. Sé que quedará gente dolida, defraudada o tal vez decepcionada, y sé que en esta profesión los entrenadores no estamos ajenos al escarnio público, del cual muchas veces nos separa una línea muy delgada”.
Alfaro había recuperado a un equipo al borde del descenso. Es más: hasta levantó las banderas del Globo, en situaciones de todo tipo, hasta desde un balcón en el mítico estadio.
Marcos Díaz a Boca. Nos queda esta imágen como despedida el 24/11 en el banderazo, feliz como un hincha más junto a Alfaro. Gracias por todo lo que le distes a #Huracán en 5 años, lograstes ser ídolo, suerte y ojalá alguna vez te podamos despedir acá, en el Club que tanto te dió. pic.twitter.com/YmlRv4lDi1
— GloboToque (@GloboToque) January 11, 2019
Al presentarse en Boca, luego de la final de Madrid, debió dedicarle varios párrafos a su salida quemera. Fue un monólogo inquietante. Analítico y desgarrador.
“Mi contrato no tenía una cláusula de rescisión. No la ponen los trabajadores, sí los empleadores”, arrancó. En ese momento, sacó un papel y leyó el artículo 88 de la Ley de Contrato de Trabajo, y aclaró que ante el llamado de Nicolás Burdisso, director deportivo de Boca en el último año de la gestión de Daniel Angelici, le avisó al presidente de Huracán Alejandro Nadur para luego asesorarse legalmente para atenerse “a la ley”.
“La decisión fue muy controvertida y difícil. Por el momento en que me llegó, por la relación con mis jugadores y el mundo Huracán. Lo medité mucho. La consulté con personas de más experiencia que yo, con jugadores del plantel, con el presidente de Huracán y lógicamente con mi familia. No hubo uno que me dijo que no la tome. Y fue más allá: lo primero que hice fue asesorarme legalmente y mi vinculación laboral con Huracán, se regía por el contrato, todo lo que no estaba en el contrato, se regia por la Ley de Contrato de Trabajo”.
Recordó charlas con los dirigentes, detalles varios. Y siguió, en plena efervescencia contra un periodista: “Yo me atuve a derecho y no me moví un milímetro de lo que dice la ley y si decía lo contrario, no lo hubiera hecho. Acá decir que sí se lo caratula como traición y pienso, ¿dónde está la traición que le hice a Huracán?”, se preguntó.
Un caso diferente, aunque está relacionado con esta historia de amores, pasiones y traiciones, es el de Sebastián Beccacece, que renunció como DT de Independiente el 26 de octubre de 2019, luego de 16 partidos, y asumió en Racing el 31 de diciembre; duró, también, un suspiro: 29 encuentros. Para un nutrido grupo de fanáticos, resultó una traición. “Yo soy de sentir. Me gusta Racing, el escudo, la camiseta, el estadio y la gente. En Independiente no me tocó vivir eso, no me pude conectar. Lo lamento en el alma. Viendo un poco el historial, ese vínculo tampoco lo han podido tener los últimos siete entrenadores o los últimos dos managers. No soy la excepción”, llegó a mencionar.
El joven conductor fue parte del traumático ciclo de Jorge Sampaoli (dirigía a Sevilla, cuando aceptó el ofrecimiento del seleccionado), al igual que Lionel Scaloni, que se quedó luego de Rusia. Para los defensores de los viejos códigos del fútbol, no estuvo bien: hay que ir a los archivos. Aunque esa es otra historia…
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