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Mariano Pavone: “En el fútbol son pocas las victorias y pasan muy rápido”
Una charla íntima con el artillero de los 100 goles, que compara su experiencia en el exterior con el descalabro de nuestra organización; el exitismo, la violencia, la pasión...
La experiencia tiene su recompensa. La aventura del conocimiento, con triunfos y despistes, se refleja en un tiempo para la reflexión detrás del éxtasis, del vértigo. Mariano Pavone, a los 34 años, piensa antes de actuar. No lo arrolla el impulso: el artillero de Vélez, con carnet oficial en el club de los 100, olfatea el gol con la serenidad de un samurái. Así, también, lo analiza todo. “Mi idea es jugar hasta los 37, si me da el físico. Hay que ver cómo llego, hay que saber retirarse a tiempo. Hoy, tengo ganas. Se disfruta el día a día, el vestuario, los partidos, los goles. Aunque sabes que cada vez falta menos”, descubre el Tanque, que garabatea esquemas y esgrime un par de conceptos. Una vida con la pelota. “En el futuro tal vez sea técnico o comentarista. Miro mucho fútbol. Siempre me cargan porque sé de equipos y jugadores de varias ligas. En México me cargaban: me preguntaban cómo habían salido los partidos en Omán…”, se ríe.
No deja de observar, de analizar cada situación. Cuando la pelota entra; cuando el balón choca contra un poste. El sube y baja de la adrenalina. “Lo más lindo del fútbol es vivir de esto, conocer lugares, hacer amistades. Crecer como persona. Y lo peor..., siempre los argentinos lo vinculamos a un fracaso deportivo. En el fútbol son pocas las victorias y pasan muy rápido, como el haber llegado a los 100 goles en el fútbol argentino. Cumplí un sueño que tenía de chico, que muy pocos lo logran. Es el premio a una vida de sacrificio”, advierte. “De los errores siempre hay que aprender para no volver a repetirlos. O te dan la fuerza para seguir luchando, para levantarte. Si no, te quedas paralizado en las cosas malas”, resume, a modo de introducción. Lo que sigue es una charla a corazón abierto, para espiar por qué somos como somos.
–Hace un año y medio que volviste. ¿Es fácil la adaptación o lleva largos meses, luego de estar tanto tiempo en el exterior?
–El fútbol argentino tiene una pasión inigualable. Esa pasión se confunde con violencia, el triunfalismo desmedido. Acá hay presión, en México no sucede tanto, aunque a mí me tocó estar en Cruz Azul, que tiene presión porque lleva muchos años sin salir campeón de la liga, aunque yo conseguí la Concacaf Liga de Campeones y ganamos la Copa México y se cortó una racha de 15 años sin ser campeón. En las canchas, los hinchas están mezclados; salvo las porras (las barras), en un clásico Cruz Azul-América o Cruz Azul-Chivas, se puede ir con una camiseta de cada equipo y no pasa nada. El jugador argentino disfruta de otras cosas, pero extraña… la locura. Allá estamos más tranquilos, pero se echa de menos la pasión. Eso de ganar o ganar.
–¿Y la desorganización de nuestro fútbol no te afecta?
–Es la primera vez que me toca vivir esta suerte de reestructuración del fútbol argentino. Ojalá que cambie todo para bien. Si todo lo que pasó, en cuanto a desorganización, sirve para barajar y dar de nuevo; para empezar de cero, con seriedad, sería ideal. Entre todos debemos dar una mano. Esto debe ser un antes y un después. El fútbol argentino no se merece lo que está pasando.
–¿Nunca te recriminaste ‘para qué volví’?
–No, no. Mirá, en la liga inglesa hubo algo parecido, cuando los grandes se separaron y crearon la Premier League. En España, también. Hay que aguantar y ponerle el hombro, confiando que lo que están haciendo va a tener sus frutos.
–¿Qué puntos clave deberían considerarse?
–Los clubes deben tener cuentas claras. Qué dinero hay cuando entra una nueva comisión, qué dinero queda cuando se van. Todo es como un castillo de naipes: en algún momento, todo se cae. Durante años muchos le pedían dinero prestado a la AFA; después, la deuda crece y es de nunca acabar. El tema de los violentos es otro asunto: están muy metidos en los clubes y, a veces, los dirigentes terminan siendo presos de ellos. La política debería asumir una mayor responsabilidad. En México o en Inglaterra, por ejemplo, suceden cosas feas, pero el hincha que comete un delito sabe que lo paga. Hay hechos de violencia en todos lados, pero no entran por una puerta y salen por la otra, como acá. Los jugadores podemos ayudar, bajando un cambio.
–Hoy, hasta tienen que cuidarse en cómo celebrar un gol.
–No sólo eso. Las redes sociales juegan un papel importante, hay que tener cuidado con cada palabra. Todo se potencia. Cualquier cosa se toma a mal. Hay que medirse en ciertos gestos, ciertos festejos.
–¿Los pibes escuchan? ¿Le dan importancia al contexto?
–Cuando yo debuté en Estudiantes, éramos tres chicos en primera y el resto, todos grandes. Pompei, Quatrocchi, Azconzábal… Antes había otro respeto en el vestuario. Si no te daban cabida para hacer chistes, ni se te ocurría. Hoy, eso no existe. Ahora son mayoría de pibes; por ejemplo, acá, en Vélez. Hay seis o siete grandes, nada más, el escenario es diferente. Cambiaron los tiempos, hay que adaptarse. Los chicos quieren aprender, pero todo lo que los rodea no es fácil.
–Vélez solía ganar seguido tiempo atrás. ¿A la gente hay que reeducarla, para entender el proceso de formación?
–Este es el primer ladrillo para volver a ver aquél Vélez ganador. Eso no quita que se pueda hacer un gran torneo, pero los chicos precisan tener el tiempo de maduración. No es fácil: Hernán Toledo se afianzó y hubo que venderlo. Vélez tiene que pensar a futuro, hay material. Cuando te acostumbrás a lo bueno –porque Vélez en los últimos 20 años, desde campeón del mundo para abajo ganó todo–, pasan tres años sin ganar y la gente se desespera. Es normal: pasa en todos lados. Pedirle calma al hincha es difícil, a todos nos gusta ganar.
Cien goles marcó el atacante de Tres Sargentos para equipos del fútbol argentino, en torneos locales e internacionales; 57 en Estudiantes, 10 en River, 14 en Lanús, tres en Racing y 16 en Vélez, en apenas 31 partidos.
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