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Marco Materazzi: “La Copa del Mundo de Qatar será ganada por Argentina o Brasil”
Del recuerdo de Alemania 2006 a una historia increíble con Maradona; de sus argentinos favoritos al “extraterrestre” Messi, sin embargo señala a otro como el mejor de todos los tiempos
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Cuenta la leyenda que un día antes de la final de la Copa del Mundo 2006, Diego Maradona llamó por teléfono al plantel italiano para desearle suerte contra Francia. Del otro lado pusieron el altavoz, comenzaron a cantar y conmovieron al hombre que había intentado sorprenderlos: ‘O mamma, mamma, mamma / O mamma, mamma, mamma / Sai perche’ mi batte il corazón? / Ho visto Maradona / Ho visto Maradona / Eh, mamma’ innamorato son’. Entre ellos gritaba Marco Materazzi, el ‘guerrero’ que algunas horas más tarde entraría para siempre en la historia del duelo decisivo en Berlín.
Pero Diego estaba en la vida de Marco desde mucho antes. “Diego era Diego. Era Dios… Estuve en el estadio San Paolo cuando Napoli ganó con Maradona el segundo scudetto y lo mejor fue verlo a él en el calentamiento…, era poesía Diego. Pensar que compartimos la final del Mundial 2018 Francia-Croacia junto con él, con otros campeones del mundo… y ya no está con nosotros”, le cuenta Materazzi a LA NACION desde su casa en Perugia, donde el año pasado abrió el complejo Padel Arena Perusa junto con el también exdefensor campeón del mundo, Andrea Barzagli.
Marco nació en Lecce, bien al sur de Italia, en el taco de la bota. No hay que explicar nada: entiende el fenómeno social que significó Maradona... porque lo vivió. ¿Cómo que estuvo cuando Napoli ganó su segundo –y último– scudetto en 1990? Sí, ese 29 de abril, Materazzi estuvo en la cancha. Adentro de la cancha. “El estadio rugía, me acuerdo como si fuera hoy… Centro de zurda de Diego y cabezazo de Marco Baroni”…, detalla. Ese gol de otro Marco, y también defensor, le dio el triunfo por 1-0 ante Lazio y el título a Napoli. Esa tarde, Materazzi tenía 16 años. ¿Qué hacía en la cancha? Giuseppe Materazzi era el entrenador de Lazio… “Sí, me fui con mi padre, quería estar ahí…”, relata hoy ‘Matrix’, a sus 49 años.
Algunos meses después llegaría la Copa del Mundo en Italia. Inolvidable por Maradona, para todos. Diego frustró a los italianos en las semifinales, y la Azzurra no volvería a alzar el trofeo hasta… 2006, sí, con Marco protagonista de la final. Un certamen que Materazzi comenzó en el banco de los suplentes por elección del entrenador Marcello Lipi, pero el destino le tenía reservado el papel principal del guión. Llevaba el número 23 en la camiseta, el último de la lista. El primero en la memoria colectiva.
–Los zagueros titulares en la Copa 2006 eran Nesta y Cannavaro, pero Nesta se lesiona y entrás vos. Le hacés un gol en ese partido a la República Checa y otro en la final a Francia. ¿El Mundial 2006 fue el momento más importante de tu vida deportiva?
–Absolutamente, sí. Nesta y Cannavaro no solamente eran los dueños naturales de sus puestos, sino que también eran mis ídolos, así que ya la idea de tener que reemplazarlos a alguno de ellos me llenó de presiones. Pero aquel Mundial de Alemania fue lo más destacado, lo más trascendente de mi carrera. Y probablemente cambió mi vida también.
Claro que cambió su vida. Dos días después de ganar la Copa del Mundo en Berlín, sí, dos días después del cabezazo que le pegó Zinedine Zidane, Marco estaba junto con Alessandro del Piero en el estadio de San Siro observando un show de los Rolling Stone. Hasta que Mick Jagger los invitó a subir al escenario para delirio de miles de tifossi. Materazzi había entrado para siempre en la dimensión de las celebridades. ¿Cuánto influyó el cabezazo al crack francés que se iría expulsado por el árbitro argentino Horacio Elizondo? Mucho, seguramente. Pero esa final llevó el sello de Materazzi: le hizo el penal a ‘Zizou’ que abrió el juego, empató Marco con un cabezazo, provocó la roja para Zidane –en un anticipo del VAR, porque Elizondo nunca vio la acción– y acertó su penal en la serie decisiva que definió la Copa. “Hice dos goles en la final, ¿no está tan mal, no?”, bromea ahora.
Del cabezazo está aburrido de hablar claro. Pero sí advierte que no hay arrepentimiento por su conducta, por la ‘provocación’, nada. “En la cancha no hay apellidos, somos todos iguales”, se limita a decir. El resto está escrito. Claro, en su libro “Marco Materazzi, una vita da guerriero”, que se publicó en septiembre de 2007. Molesto con las mañas y la marcación de Materazzi, ‘Zizou’ le dijo: “Si querés tanto mi camiseta, te la doy después del partido”. Y Marco le respondió: “Preferisco la puttana di tua sorella”. No hace falta traducción, ¿no? Zidane vengó el honor de su hermana. Roja. Fue el último acto de su excepcional trayectoria. “Seis palabras que cambiaron mi vida y la de Zidane, un auténtico campeón que con un cabezazo me transformó (y a él) en un fenómeno mediático”, escribe Materazzi en su biografía. Estuvieron dos años sin hablarse, hasta que la esposa de Marco le insistió para que lo invitará a ‘Zizou’ al casamiento de la pareja italiana. Lo hizo. Zidane se disculpó porque no podía asistir esa noche…, pero apareció de madrugada. “Tomamos un aperitivo juntos, tuvimos una buena conversación y la vida comenzó de nuevo”, contó alguna vez ‘Matrix’.
–Volvemos a esa Copa de 2006. ¿Cómo fue tenerlo al “argentino” Mauro Camoranesi de compañero en la Azzurra?
–Mauro fue excepcional como futbolista y como hombre. Y después de la final, en la misma cancha, cumplió la promesa de cortarse la coleta. Durante todo el torneo ni se había dejado tocar el pelo.
–¿Qué Mundial creés que veremos en Qatar?
–Sin ninguna duda será un gran campeonato mundial, con muy buenos partidos, con ritmo y goles. Lo único que deseo, lo único que pido, es que puedan estar todos los grandes jugadores porque la seguidilla de tantas lesiones me tiene muy preocupado.
–¿Tenés tus favoritos? ¿Quiénes son?
–Claro que los tengo. Y no tengo la menor duda: Argentina y Brasil.
–¿En serio? ¿Ningún europeo?
–… Bueno, quizás Francia, pero sólo porque me lo preguntas. Pero no, Argentina y Brasil.
–¿Y por qué sólo ellos? ¿Qué tienen que los ponés en ese lugar tan destacado?
–Porque son dos equipos muy fuertes, se encuentran justo antes del Mundial en un momento muy sólido y cuentan con grandes jugadores, esos jugadores que realmente marcan la diferencia en cualquier instante de un partido.
–¿Y cómo será para un país tetracampeón mundial vivir una Copa del Mundo sin la Azzurra en la cancha? Y también sucedió en Rusia 2018…
–Un Mundial sin Italia…, no es un Mundial de fútbol. Pero nada de excusas, si no estamos en Qatar es por nuestra culpa, responsabilidad y defectos. Yo veré muchos partidos y estaré en Doha para las semifinales y para la final del torneo.
–No vale contar a Messi. ¿Qué jugador actual de la selección argentina te gusta?
–Voy a dar tres nombres, mis preferidos: Lautaro Martínez, Paulo Dybala –que deseo que se recupere y llegue bien al Mundial– y Ángel Di María.
–Ahora sí, se trata de Messi. ¿Qué opinás, te sorprende todavía? ¿Cómo te ha ido contra él?
–No, es un extraterrestre, un extraterrestre. Es imposible jugar contra él, para mí, para cualquiera.
–Pero alguna vez dijiste que el mejor jugador de todos los tiempos fue Ronaldo, el brasileño. ¿Querés pensarlo mejor?
–No, lo confirmo: el mejor de todos fue Ronaldo, el ‘Fenómeno’. Era único, solamente a él le vi hacer ciertas cosas en una cancha. Ronaldo hacía cosas increíbles e iba a 200 kilómetros por hora… Tenía toda la habilidad natural de Messi, sí, y también la potencia, esa fuerza, la determinación de Cristiano Ronaldo. Para mí, Messi y Cristiano pueden ser los segundo mejores de la historia, pero el mejor: el ‘Fenómeno’.
¿Alguien se ha peleado en la vida con Javier Zanetti? Sí, ‘Matrix’, sólo Materazzi podía hacerlo. Es una broma. Temporada 2003/04, Champions League. Inter visitó a Arsenal, en el viejo estadio de Highbury, por el Grupo B. Ganó el conjunto londinense por 3 a 0. Al término del partido, Zanetti y Materazzi se dirigieron al francés Thierry Henry para cambiarle la camiseta. A la vez. Discutieron frente a ‘Tití’, incómodo testigo del momento… mientras se quitaba su casaca, dispuesto a intercambiarla. Pero, ¿con quién? “Fuimos los dos a pedírsela, pobre Henry, nos miraba, no sabía qué hacer. Entonces decidimos que se la llevase Marco, y a mí me la daría en la vuelta, en el estadio Meazza. Y así ocurrió, nos quedamos los dos contentos, ja, ja”, recuerda hoy ‘Pupi’ desde Milán, a pedido de LA NACION.
–Tuviste a muchos argentinos como compañeros durante una década en Inter. Desde Zanetti hasta Verón, Crespo, Kily González, Esteban Cambiasso, Santiago Solari, Matías Almeyda y Diego Milito... Ganaste 15 títulos con ellos, incluida la fabulosa temporada del ‘Tri’ en 2010…
–Jugué con muchos, muchos, sí… con todo tipo de argentinos, más alegres y más tímidos. Los argentinos son un poco como los italianos, somos muy parecidos, intensos, combativos, con mucha personalidad. Ganadores, siempre van por más… Estoy agradecido con todos, porque me ayudaron a ganarlo todo. Guardo buena relación con todos, y le tengo un gran cariño a Burdisso. Quizás pueda poner un ejemplo de ese afán ganador al mencionar a Hernán Crespo. Crespo tenía una obsesión por el gol hasta en los entrenamientos... Para él era importante terminar los entrenamientos con goles, y no iba a parar hasta conseguirlo.
–Sos muy fanático de Boca. Hasta te tatuaste el escudo… ¿Cómo nació esa pasión?
–… Por mi hijo, por Davide. Me encanta Boca, me atrapa, es que la pasión de su gente, de su hinchada, es increíble. Es el equipo del pueblo, y lo sientes. Estuve en la Bombonera en octubre de 2019 y vi un Boca-River, donde lamentablemente el resultado final no fue favorable [ganó Boca 1-0 por el desquite de las semifinales de la Libertadores, pero pasó River que había ganado 2-0 en la ida], pero lo recuerdo como una de las mejores experiencias de mi vida como hincha… y como exjugador también. La experiencia de estar al menos una vez en la vida en la Bombonera la tendrían que disfrutar todos. Ya lo dije alguna vez: hubiese jugado gratis en Boca, yo tenía el estilo del club, duro, agresivo.
Todo nació por un pedido especial. Marco le preguntó a su hijo qué deseaba para su cumpleaños número 18… ‘Quiero ir a La Bombonera’, escuchó. Y empezó el plan. Nicolás Burdisso, excompañero en Inter, era por entonces el secretario técnico xeneize. Los Materazzi se tomaron un avión. Recorrieron la Bombonera, se sacaron fotos, pasearon por el museo, se llevaron varias camisetas y… por intermedio de Daniel Osvaldo, horas antes del superclásico, padre e hijo se tatuaron el escudo de Boca. Marco, arriba de su rodilla derecha, y Davide en el gemelo derecho.
Marco en Alemania 2006
Pudo jugar en la Bombonera, sí. Contó que el proyecto original para la despedida de Martín Palermo, a mediados de 2011, iba a ser un partido entre leyendas de Boca y de Inter, con Burdisso como nexo y organizador. Pero nunca se concretó. Cuando Marco estuvo en Buenos Aires, otro gran amigo, Diego Milito lo llevó a recorrer el Cilindro y le regaló la camiseta de Racing con el 23… Pero su amor por Boca es incorruptible. Hace algunas semanas, Marco publicó una historia en su Instagram cuando el Xeneize derrotó a River y sumó el festejo de Benedetto trepándose al alambrado tras su gol.
–Y Boca acaba de consagrarse en la liga local…
–Sí, claro, seguí al equipo. Campeones…, otro título de Boca…, estoy muy feliz.
–Bueno, esa Italia campeona del mundo de 2006 contaba con varios hinchas de Boca declarados… Vos, Daniele De Rossi que hasta se dio el gusto de jugar en el club, Rino Gattuso también confesó su amor xeneize…
–Y claro, pero es lógico. ¿Cómo no ser hincha? Por supuesto, ¿qué puedes decir ante tanta pasión? Lo que se siente en la Bombonera no se siente en ninguna otra cancha.
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