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Marcelo Bielsa, un humanista en la jungla de la Premier League
¿Qué es la vida para el que no sabe perder?", se preguntó una vez el psicoanalista Jorge Alemán. Saber perder, precisó Alemán, "pero sin identificarse con la derrota" ni "con lo perdido". Sin "estar derrotado" ni "sentirse víctima". Y entregándose "durante toda una vida a una tarea imposible: aceptar las consecuencias imprevisibles de lo que uno elige". Alemán habla de él y de lo que le enseñó el psicoanálisis. Pienso en Marcelo Bielsa. En el DT que, para cierta narrativa, parecía anclado en la derrota. En el "Beautiful Loser" (Hermoso perdedor) que cantaba Bob Seeger. En el "Canto a mí mismo" de Walt Whitman que pide un "¡Hurra para todos los generales de estrategias derrotadas!", el poema que un libro usó para homenajear al Brasil del Maracanazo, la selección más victimizada en la historia del fútbol. Y pienso en el Bielsa que, un día, volvió a ser campeón.
¿No hay demasiada letra para un DT que, en rigor, acaba de ganar un torneo de ascenso? ¿Para un técnico cuyo título anterior fue hace dieciséis años y en otra competencia supuestamente "menor" (Juegos Olímpicos 2004)? ¿Para un entrenador que ayer cumplió 65 años y suma apenas cuatro títulos en toda su carrera? "El técnico más marketinero de la historia", dicen algunos. Hay exageraciones, cierto. Pero el DT no concede entrevistas desde hace veinte años y él mismo acusa a los medios de "especializarse en pervertir al ser humano según victoria o derrota". Bielsa anda siempre de jogging, no va a una premiación de la FIFA y hasta se autodescribe impiadosamente en la debacle. Hablan de él no sólo la prensa argentina y la inglesa. Lo hacen también desde The New York Times a La Gazzetta dello Sport. De Lance a Marca. Y lo elogian. Acaso porque, como dice la BBC, "por fin ganó el chico bueno".
El próximo desafío (suponiendo que Bielsa acordará su continuidad) se llama Premier League, hoy la mejor competencia de clubes del mundo. ¿Se devorará la Liga más comercializada del fútbol a un técnico como Bielsa? "¿Qué sucede cuando arrojas a este técnico tan humano a la máquina sin sentido" de la Premier League?", se pregunta Jonathan Liew en The Guardian. Porque la Premier también es la Liga que ostenta y dilapida riqueza. La que compiten magnates rusos y estadounidenses con jeques que chorrean petrodólares y cobran a la afición los boletos más caros del mundo. La que vio al propio Leeds, club histórico y tricampeón, caer hasta Tercera División, con su estadio alquilado y su reputación arruinada por patrones que escondieron sus dineros en fondos de inversión, fideicomisos y compañías offshore en Suiza y en el Caribe y que abusaron hasta lo indebido de la lealtad eterna de sus hinchas. Pagado él también con salario de lujo, Bielsa logró con Leeds algo más valioso que la vuelta a Primera. Su compromiso y su ética devuelven algún sentido a la pasión del fútbol. Sólo así se puede entender el fenómeno. Su hinchada global.
"El mundo del fútbol cada vez se parece menos al aficionado y más al empresario". La frase (de Bielsa, claro) la recoge Simon Critchley en su libro sobre fútbol y filosofía ("En qué pensamos cuando pensamos en fútbol"). Critchley dice que el fútbol es muchas cosas "complejas, contradictorias y conflictivas". Memoria, historia, pertenencia, clase social, género. Y también es "un juego táctico". Ideal para el DT obsesivo. Pero no se puede reducir a los equipos de Bielsa a un 4-3-3 o un 5-4-1. Hay factores humanos que exceden a un dibujo táctico y a que una tarde se juegue bien y otra mal. Hablo de pertenencia, hambre y valentía. Y también de la pausa que a veces falta. ¿Y si Leeds repite en la Premier lo que sucedió con Norwich, sensación del ascenso una temporada atrás y que vivió su primavera en septiembre pasado, cuando su fútbol atrevido derrotó nada menos que al poderoso Manchester City de Pep Guardiola? Los rivales le tomaron la mano, impusieron presión alta a su iniciativa de salir siempre jugando y mandaron a Norwich otra vez al descenso. "Estamos advertidos –dice ahora Guardiola–, Bielsa va al ataque". Por momentos, cualquier modificación de la estrategia pareciera significarle a Bielsa una supuesta renuncia a su ética.
El fútbol, claro, tiene muchos maestros formadores. Uno de ellos, Silvio Marzolini, murió el mismo viernes que Bielsa lograba el ascenso. No hablo de sus títulos con Boca, de los dos Mundiales que jugó ni "del mejor número 3 del fútbol argentino". Hablo del Marzolini que durante casi una década formó jugadores en Banfield. Que puso psicólogo y se preocupó para que todos los pibes estudiaran y no dejaran la escuela aun cuando creciera su rendimiento deportivo. Del Marzolini que, como me contó Ramiro Loguercio, uno de sus colaboradores, entró una tarde enojado al vestuario porque los pibes de la sexta cantaban burlas después de ganarle un clásico a Lanús. "Estén contentos porque ganaron, celebren su triunfo, no la derrota del rival". El Marzolini que, con operaciones en ambas rodillas y artrosis, no podía permanecer mucho tiempo de pie. Aun así, iba de cancha en cancha. Como Bielsa con su famoso balde, Silvio colocaba su sillita de aluminio en un lateral. Observaba y anotaba. Formaba jugadores. Aceptaba "las consecuencias imprevisibles de su elección".
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