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Maravilla Martínez, el nombre (repetido) del gol que apareció para que Racing levante la cabeza y se anime a soñar en la Copa Sudamericana
La Academia necesitaba recuperarse y venció en Avellaneda a Coquimbo Unido por 3-0
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Una mano. Una mano necesitaba Racing, que venía a los tumbos después de acumular resultados adversos en las últimas semanas. Se la dio de manera generosa Manuel Fernández, zaguero de Coquimbo Unido, en su intento de interceptar el anticipo de Adrián Martínez en el área chica. Tras la intervención del VAR, el árbitro colombiano Andrés Rojas sancionó el penal. Y Martínez, siempre Martínez, lo cambió por gol para sembrar algo de tranquilidad en la mitad celeste y blanca de Avellaneda.
Cincuenta días pasaron desde la última vez que Racing había jugado ante sus hinchas. Aquel domingo 7 de abril, con goles de Maravilla Martínez y Santiago Solari, la Academia le ganó 2 a 0 a Lanús. En el medio recibió cuatro cachetazos. La ilusión frustrada en la Copa de la Liga, cuando no logró la clasificación a la zona definitoria. La insólita eliminación en el último minuto ante Talleres, de Remedios de Escalada, por la Copa Argentina; la derrota ante Bragantino, por la Copa Sudamericana, que lo dejó en una posición incómoda en el Grupo H; y el imprevisto empate 4 a 4 ante Belgrano, en el inicio de la Liga Profesional de Fútbol, cuando ganaba por tres goles de diferencia a falta de 13 minutos de juego.
Era otro este contexto en el que los hinchas se reencontraban con el equipo. Así se explica que a los 38 minutos de juego, en un partido en el que no parecía pasar demasiado, haya explotado el grito desde los cuatro costados del Cilindro: “Movete, Racing, movete”. El camino de reconciliación que parecían transitar el plantel y la tribuna de la mano del triunfo como visitante en el clásico ante Independiente, los goles de Maravilla Martínez y la magia de Juan Fernando Quintero se rompió aquella noche de frío, en Quilmes, por Copa Argentina.
Ahora la Academia sabe que cada partido será un examen. Ante Coquimbo aprobó. Pero ahora la historia continúa. Con las heridas de los últimos años aún en la superficie, los traspiés recientes fueron cucharadas de sal. “A veces pareciera que nos damos los golpes solos”, dijo el entrenador Gustavo Costas tras el empate en Córdoba, ante Belgrano.
En busca de una reacción, metió mano en el equipo para este partido en el que tenía la obligación de ganar para cambiar la racha y para encaminarse hacia el primer puesto en el grupo. Las ausencias más llamativas fueron las de Bruno Zuculini y Agustín Almendra, nombres habituales en la mitad de la cancha que esta vez estuvieron en el banco. En su lugar estuvieron Juan Nardoni y Baltasar Rodríguez. La búsqueda era que los dos futbolistas que estuvieron en el Preolímpico le dieran frescura al equipo. Además, dejó de lado la línea de cinco al incluir a Santiago Sosa como mediocampista.
Lo mejor del partido
Pero no cambió demasiado el funcionamiento. El grito de los hinchas cuando se cerraba el primer tiempo así lo demostró. Hasta que apareció esa mano. Al 1 a 0 le siguió una buena jugada colectiva a la que Nardoni le puso el moño con un derechazo cruzado. La ventaja sirvió para calmar los ánimos dentro y fuera de la cancha. Los murmullos se transformaron en aplausos. Y los pelotazos apurados mutaron en pases al compañero para aprovechar los espacios. Otra vez Fernández, el número 5 visitante, se encargó de hacerle más fácil aún la noche a la Academia. Tras un choque con el incansable Salas, vio la segunda amarilla y dejó a su equipo con diez. Para colmo, de ese tiro libre llegó el tercero local. Maravilla sigue agigantando sus números de goleador: 18 gritos en 21 partidos con esta camiseta.
De los objetivos que se había puesto para este primer semestre de 2024 en que se reforzó con más de una docena de futbolistas, a la Academia sólo le queda éste de ser líder en su grupo de la Sudamericana para avanzar directo a los octavos de final. Ya tachó la Copa de la Liga, donde no accedió a las instancias decisivas. Y también la Copa Argentina, eliminado en 16vos de final.
Al asumir, Costas se puso la vara alta con el afán de diferenciarse del mantra de competir de Fernando Gago, su antecesor. “Hay que ser campeón”, dijo el entrenador-hincha. Y apuntó a la deuda internacional que arrastra un club que en la última década fue protagonista en el torneo local pero no pudo llegar lejos en las Copas: “La última que ganamos jugaba yo. Fue hace un montón”. Hablaba de la Supercopa 88. No siempre recibirá una mano como pasó ante Coquimbo. Pero sabe que con victorias es más fácil mejorar.
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