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Maradona, Castrilli, Navarro Montoya y aquel famoso y tenso cruce que 25 años después se convirtió en meme y sticker de Whatsapp
El 16 de junio de 1996, Boca y Vélez protagonizaron un partidazo, que se desvirtuó después del polémico empate de los de Liniers (que golearon 5 a 1) y la posterior reacción de los hinchas xeneizes
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-Explíqueme por qué, a ver.
-…
-Maestro, ¿pero usted que está muerto? ¡No está muerto!. ¡Explíqueme! ¡Por favor se lo pido!
-No te va a contestar…
-¡Pero estamos hablando como hombres, como seres humanos!
-No te va a contestar, no te va a contestar, vení.
-Pero, pero...
-¡No te va a contestar!
-¿Pero no me va a contestar? ¡Es un botón entonces!
-¡No te enojés conmigo!
-¡Es un hijo de puta! ¡Un hijo de puta!
-¡No te enojés conmigo! ¡No te enojés conmigo, boludo!
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El acalorado ida y vuelta entre Diego Maradona y Carlos Navarro Montoya dura 20 segundos, intensificados por el intento de Fernando Gamboa para calmar al ídolo, al grito de “¡Armando, Armando!”.
Rodeados de periodistas, cámaras y fotógrafos, el que completa la imagen es Javier Castrilli. El árbitro, que opta por no responderle al enardecido ídolo que acaba de expulsar. Entonces, ese 16 de junio de 1996, es un momento muy tenso. Caliente. Hoy, 25 años más tarde es una anécdota inolvidable, casi risueña. Incluso, hasta se convirtió en meme y en sticker de Whatsapp.
Aquella tarde, en el José Amalfitani, el Vélez de Carlos Bianchi recibía al Boca de Carlos Bilardo. El Fortín, tercero detrás de Lanús y Gimnasia, recibe al Xeneize, quinto debajo de Estudiantes, por la fecha 13 del Torneo Clausura.
Los 11 locales son un lujo, y la mayoría viene de ganar en 1994 la Copa Libertadores y la Intercontinental: José Luis Chilavert; Flavio Zandoná, Héctor Banegas, Mauricio Pellegrino, Raúl Cardozo; Marcelo Herrera, Marcelo Gómez, Christian Bassedas, Patricio Camps; Fernando Pandolfi y José Turu Flores.
La visita, de ensueño: Carlos Navarro Montoya; Fernando Gamboa, Néstor Fabbri, Carlos Mac Allister; José Basualdo, Fabián Carrizo, Cristian Kily González, Juan Sebastián Verón, Diego Maradona; Claudio Caniggia y Darío Scotto.
El árbitro del partido es Javier Castrilli, apodado El Sheriff por aplicar el reglamento con severidad. En tiempos donde el color de la camiseta generalmente influye en las decisiones del juez, el hombre de negro y mirada enérgica se empeña en impartir justicia y sanciona todo lo que considera que corresponde. Sin medias tintas. Sin localía ni permisividad. Su búsqueda de la perfección es frecuente. Su estilo sacude la modorra de sus colegas.
El encuentro es apasionante. Es, por lejos, la mejor producción de Boca en el semestre. Con gol de Caniggia, de cabeza a los 15, el conjunto xeneize gana bien 1 a 0. El despliegue es total con el Pepe, el Kily, la Bruja y Diego en el mediocampo.
En ese vibrante ida y vuelta, a los 20 se da una jugada polémica. Bisagra. Una buena acción individual de Pandolfi termina con un remate de emboquillada. Navarro Montoya cae dentro del arco sin tocar el balón, que pega en el travesaño y regresa al área. Allí la cabecea Patricio Camps. En un esfuerzo notable, el Mono reacciona y le da un puñetazo salvador a una pelota que está en el aire y que no parece haber traspasado por completo la línea de gol.
Pero es gol. Castrilli lo sanciona, apoyado en su asistente Luis Barrientos, que sin ninguna duda corre hacia el mediocampo. Vélez se pone 1 a 1. En tiempos donde faltan muchos años para que se utilice el VAR, las repeticiones televisivas tampoco arrojan una sentencia absoluta.
Pero Boca se siente ultrajado. Se desconcentra. Se olvida de Vélez y empieza a jugar contra Castrilli. El equipo se va mentalmente del partido. Y el equipo de Liniers lo aprovecha.
A los 40, en una pelota aérea, Mac Allister le gana con falta a Pandolfi. Parece penal, pero el árbitro marca tiro libre en la puerta del área. José Luis Chilavert atraviesa toda la cancha para hacerse cargo del remate. Con una caricia de su botín zurdo, la clava en el ángulo. Es un golazo. Para el paraguayo, enemistado dialécticamente con el Mono, es mucho más que el 2 a 1. Y para colmo, apenas dos minutos más tarde, anota el tercero, por un penal cometido por Mac Allister sobre Bassedas.
Esa es la gota que rebalsa el vaso xeneize. Fabbri se va expulsado haciendo gestos de que el árbitro está loco. Carrizo hace la misma mueca, pero el juez no lo ve y zafa de la roja. El equipo está desencajado. Y sus hinchas, todavía más.
En la tribuna visitante, los más enardecidos rompen parte del alambrado. Quieren ingresar al campo de juego. Son momentos de mucha tensión, donde el único cántico de los hinchas xeneizes es un insulto al árbitro.
Mientras los bomberos y la policía intentan calmar al público, Castrilli expulsa a Maradona, por incitación a la violencia. Más tarde detallará en su informe que el jugador le hizo claros gestos de responsabilizarlo como el generador de los incidentes en la popular.
“Conmigo acá, Maradona no sigue”, es lo único que dice el juez antes de que el Nº 10 se acerque a pedirle explicaciones.
Diego camina de un lado a otro como un león enjaulado. Bilardo lo sigue, intentando lo imposible: calmarlo a él y al resto de sus dirigidos. “La gente no se va a comer este garrón”, le dice a las cámaras.
Acto seguido llega ese careo público entre el ídolo y el árbitro. Luego de que Navarro Montoya logra alejarlo, todo empieza a calmarse. “Diego, cuando estén dadas las condiciones, vamos a ver cómo podemos solucionar el alambrado y vamos a continuar el partido”, le dice, más sereno, Castrilli al periodista Diego Chavo Fucks, que cubre el campo de juego para la transmisión de Víctor Hugo Morales, en radio Continental.
El encuentro está roto. El segundo tiempo se disputa en un contexto desvirtuado. Con dos hombres menos, Boca resiste como puede. Pero primero Gamboa, en contra a los 34, y más tarde Camps a los 43, sellan la goleada impensada: 5 a 1. Antes del pitazo final, Castrilli expulsa a Mac Allister.
“Nosotros sufrimos un arbitraje muy malo de Javier. De los pocos que ha tenido porque fue un muy buen árbitro. Con tantas equivocaciones que si hubiera existido el VAR no hubiera dado el gol del empate de Vélez (la pelota no entró), no hubiera dado el penal y no hubiera expulsado a dos futbolistas nuestros. Pero fue en ese momento y en ese contexto del fútbol, y lamentablemente se armó un gran caos”, resume Navarro Montoya, 25 años después.
El propio Castrilli opina hoy en sintonía con el exarquero: “De haber existido el VAR no tengo dudas de que el partido terminaba de otra manera y sin expulsados. Fue por lejos la mejor producción del Boca de Maradona y Caniggia”.
El “doblaje latino” del escándalo
En relación a la sanción del 1 a 1, el ahora entrenador y formador de juveniles detalla: “Cuando ocurrió la jugada en la que nosotros otorgamos gol para Vélez (y que nunca se pudo demostrar si la pelota pasó o no la línea del arco), obviamente eso actúa como disparador. Todo lo que pasa después modifica el desarrollo. Porque aumentó el descontento y los jugadores de Boca empezaron a jugar en contra mío. Yo sabía que se venía la noche. Obvio. No fue un acto de inconsciencia. Pero uno tiene tan arraigado el concepto y siente con tanta pasión al arbitraje, que antepone eso al estado de comodidad. Yo libero el displacer, la incomodidad y todas las sensaciones negativas de tomar una decisión basándome en ese concepto”.
En diálogo con LA NACION, el exárbitro, que en la actualidad analiza las jugadas polémicas en los mediodías en ESPN, también justifica la forma de proceder que tenía en los campos de juego. “La igualdad ante la ley era, y es, fundamental para mí. Más allá de la adversidad, y la obligación, que uno tenía de tomar decisiones incómodas, antipáticas, antipopulares y alejados de toda conducta política, uno tenía que afrontarlas para garantizar esa libertad. Porque las reglas garantizan derechos. No expulsar a un jugador que cometió una infracción que debe ser penada con la tarjeta roja hace que ese equipo juegue de ahí en adelante con un jugador de más. Y eso es injusto.”
Castrilli también resume la diferencia entre el rol del fanático del fútbol y el de un árbitro: “El hincha es todo pasión. Y la pasión nada entiende de la razón. El que tiene la gran responsabilidad de tomar decisiones, que van a comprometer sensaciones y resultados de terceros, tiene que alejarse de la pasión. Porque es necesario ser lo más objetivo posible. Aun sabiendo que es imposible.”
Con respecto a ese tenso cara a cara entre Maradona y Castrilli, Navarro Montoya recuerda: “Yo trataba de mantener la tranquilidad, sobre todo cuando parecía que un sector del alambrado donde estaba la gente de Boca había sido abierto. Dentro de ese caos yo intentaba calmar y apaciguar los ánimos. Es en ese momento cuando a Diego lo expulsan. Él quiere hablar con Javier, y Castrilli, en una posición que yo creo equivocada e inflexible, se niega. Y es normal la reacción que Diego tiene. Por eso, yo trato de sacarlo, se da ese diálogo y una frase que quedó para la posteridad, y que mucha gente lo usa. De todo ese caos quedó algo risueño para la historia. Pero la verdad es que fue una situación muy desagradable.”
Un cuarto de siglo más tarde, Castrilli sigue considerando que fue un acierto no haberle respondido a Maradona. “Él sabía muy bien por qué lo había echado. Y en un momento donde todos estaban exaltados hubiera sido peor si yo le hablaba. Porque cualquier tipo de pronunciación verbal iba a generar un rechazo y una nueva respuesta.”
Con respecto a la mutación que sufrió aquel hecho tenso en algo casi risueño, el exárbitro reconoce: “A mí no me genera nada en qué se convirtió aquello. En esa época jamás se hubiera imaginado uno tener las respuestas que hoy tiene en las redes sociales. Y si hay creativos que lo convirtieron en meme, bienvenido sea”.
Aquel triunfo potenció a Vélez, que esa misma tarde se trepó a la cima de las posiciones y no bajó de allí hasta dar la vuelta olímpica. Boca, repleto de estrellas, finalizó quinto, aunque unas semanas después del escándalo se dio el gran gusto de golear 4 a 1 al River campeón de América en la Bombonera, con un hat-trick de Caniggia.
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